El periodista Gary Younge examinó las historias de 10 jóvenes abatidos a tiros en diferentes zonas de EEUU en un solo día.
Por Neil Munshi
Heaven Miller murió el 1 de septiembre después de que su padre la mató accidentalmente con un tiro de su pistola “mientras estaba asegurando el arma”, según el informe de la policía. Heaven tenía dos años de edad.
Ese día, ella se unió a la larga lista de niños estadounidenses que murieron baleados durante las dos semanas que tardé en leer el intrigante libro nuevo, “Another Day in the Death of America” (Otro Día en la Muerte de América) de Gary Younge, un periodista británico. La lista también incluía a un niño de dos años de edad que se pegó un tiro accidentalmente en el Condado de Bucks en Pensilvania; una niña de 11 años de Nuevo México que fue víctima de un asesinato y el posterior suicidio de su padrastro; y una niña de ocho años abatida por un balazo en la cabeza durante un tiroteo “drive-by” afuera de su hogar en Florida.
Estas muertes son trágicas pero no son extraordinarias. En un día promedio en EEUU, siete niños y adolescentes son abatidos por armas de fuego. Younge utiliza esta estadística escalofriante como el marco periodístico para denunciar la cultura de armas de fuego estadounidense: escoge un día cualquiera, en este caso el 23 de noviembre de 2013, y desarrolla un perfil de cada una de las víctimas.
Él encuentra a 10 niños de clase media baja — el más joven de nueve años de edad y el mayor de 19 — que murieron baleados alrededor del país “por accidente y a propósito, en una fiesta de pijamas y después de un altercado”. El Sr. Younge escribe: “Al igual que el clima de ese día, ninguna de las víctimas fue una gran noticia fuera de su local inmediato, ya que, al igual que el clima, sus muertes no afectaron el aceptado orden natural de las cosas, sino que se conformaron a él.
Reconoce que las matanzas masivas como la de la Escuela Primaria Sandy Hook en 2012, en la que un joven armado mató a 20 niños y seis adultos, “perturban el autoimagen del país y afligen su conciencia de una manera en la que las muertes diarias no logran hacerlo”. Al reunir las historias de aquellos que murieron el 23 de noviembre — aunque, según Younge, ya que no existe una base de datos a nivel nacional, tal vez hayan más víctimas que él no pudo descubrir en su investigación — el libro efectivamente señala que en EEUU hay una matanza masiva provocada por armas de fuego todos los días, aunque los estadounidenses no parecen reconocerlo ya que están acostumbrados a la difusa naturaleza de los incidentes.
Algunos de los perfiles de las víctimas sufren debido al simple hecho de que sus sujetos no tuvieron la oportunidad de vivir una vida plena, mientras que hay escasa información sobre otras víctimas debido a la reticencia de los familiares a ser entrevistados. Pero el Sr. Younge obtiene reacciones convincentes de muchos de los familiares que sí pudo entrevistar, incluso la de una madre que describe su mundo después de que su ex novio asesinara a Jaiden, su hijo de nueve años de edad: “Es como si antes hubiera estado en el cine viendo una película; y desde entonces he estado en el estacionamiento, tratando de acostumbrarme a las luces brillantes después de haber pasado tanto tiempo envuelta en la película”.
Younge escribe que su libro no se trata del racismo o del control de armas de fuego. Esto es verdad, ya que evita la polémica y se dedica a sus estudios monográficos, aunque realmente no necesita destacar las implicaciones de éstos. Siete de las 10 víctimas son de raza negra y dos son latinos. El libro funciona como un argumento sobre cómo las realidades socioeconómicas y la geografía del racismo institucional combinadas con el torrente de armas de fuego disponibles dictan que “hay lugares en casi todas las ciudades de EEUU donde … las muertes de personas jóvenes causadas por armas de fuego no contradicen la interpretación generalizada de cómo debería de funcionar el mundo, sino que la confirman”.
Gary Younge, quien nació en Hertfordshire, Inglaterra de padres de Barbados, se pasó más de una década como periodista de The Guardian en EEUU escribiendo de una manera conmovedora sobre el racismo y la violencia armada, especialmente durante los cuatro años que vivió en Chicago. Escribe que, cuando comenzó a escribir su libro, él realizó un sombrío pronóstico: “Yo supuse que sin importar el día que escogiera, habría una gran probabilidad de que uno de los niños asesinados sería habitante de mi ciudad, sería un joven de raza negra o un joven latino, y que sería asesinado en el oeste o sur de Chicago. Lamentablemente, las tres predicciones fueron correctas”.
Actualmente, su previsión sería aún más cierta. Agosto de 2016 fue el mes más mortífero que se ha visto en dos décadas en Chicago, con 90 homicidios. La ciudad está en camino a alcanzar 700 asesinatos a finales de este año, sobrepasando por mucho las 400 muertes en 2013, cuando Tyshon Anderson, un joven afroamericano de 18 años de edad, murió el 23 de noviembre.
Younge -en su libro oportuno y totalmente intemporal- no muestra esperanzas de que estos incidentes dejarán de suceder en el futuro.