En este intecambio de correos, los consejeros sentimentales del FT, Lucy Kellaway y David Tang, analizan las sutilezas y los enigmas de la vida moderna.
Estimado Sir David Tang:
Normalmente no comenzaría un correo electrónico de manera tan formal pero he estado leyendo tu nuevo libro y he visto que consideras que el breve saludo “Estimado Sir David” es obsecuente. Y como no hay nada peor que ser servil, seguiré tu fórmula.
Dejando ese tema a un lado, creo que me toca presumir. La última vez que intercambiamos correos electrónicos, estábamos debatiendo cuántas cosas deberíamos poseer. Como yo acababa de desechar la mayoría de mis pertenencias, argumenté que ser propietario de tres casas en Londres — cada una repleta de antigüedades, cachivaches y más de cien camisas con monogramas — era un poco excesivo. No sabes lo bien que me sentí cuando fui a visitarte esta mañana y me enteré de que habías vendido una de tus casas y que habías enviado su contenido a la casa de subasta Christie’s. ¡Urra! ¡Felicidades!
[cita tipo=»destaque»]Les aconsejas a los pretendientes que nunca envíen flores con una nota adjunta. Les dices que es más romántico; yo opino que no sólo es una pérdida de tiempo y dinero, sino que además le da esperanzas falsas a la destinataria de que las flores fueron enviadas por un pretendiente más emocionante. También les aconsejas a tus desafortunados lectores que lo mejor que pueden hacer al enfrentar una persona cuyo nombre han olvidado, es saludarlos con el primer nombre que se les ocurra. ¿Estás bromeando? [/cita]
Esta vez te escribo de “consejera sentimental” a “consejero sentimental”, para felicitarte por la publicación de tu libro, “Reglas para la vida moderna”, una compilación de tus mejores consejos para el FT. Me encanta la portada. Al principio cuando vi las citas en la contraportada — comentarios de Eric Schmidt, el Duque de Marlborough, Sir Mick Jagger, Joanna Lumley y otros gigantes de la sociedad — pensé que se trataba de una sátira brillante. Pero entonces me di cuenta de que todos estos individuos probablemente han disfrutado de tu generosa hospitalidad en tus varias casas a través de los años y están en una muy buena posición para comentar sobre cómo funcionan tus reglas cuando se implementan.
También me gusta el título. En un mundo donde todo se vale, necesitamos reglas que nos guíen y encontré que ya estaba siguiendo algunas de las que presentas en el libro. Tú nunca envías tarjetas de Navidad. Yo tampoco. Crees que es totalmente apropiado que una mujer de mediana edad se vista como Suzi Quatro, y yo estoy de acuerdo. Tienes toda la razón cuando argumentas que está bien agarrar algo del buffet del desayuno de un hotel para almorzar. Y hasta estoy de acuerdo en que puedes ser feliz sin decantadores o portavasos.
Pero ahí, desgraciadamente, termina nuestra concordancia. Yo considero que mi meta como consejera sentimental es reducir la angustia de mis lectores. Y tú aparentemente quieres añadir más angustia a sus vidas. Les aconsejas a los pretendientes que nunca envíen flores con una nota adjunta. Les dices que es más romántico; yo opino que no sólo es una pérdida de tiempo y dinero, sino que además le da esperanzas falsas a la destinataria de que las flores fueron enviadas por un pretendiente más emocionante. También les aconsejas a tus desafortunados lectores que lo mejor que pueden hacer al enfrentar una persona cuyo nombre han olvidado, es saludarlos con el primer nombre que se les ocurra. ¿Estás bromeando?
Además, criticas severamente a las servilletas de papel (de las cuales dependo a diario), alegando que realmente son papel de baño. ¿No piensas que la primera regla de la vida moderna debería ser que el esnobismo no es aceptable?
Entre las muchas personas famosas que mencionas en tu libro se encuentra la Reina. Hablas sobre la vez que observaste cómo comía chícharos con el lado equivocado del tenedor y sugieres que lo que está bien para Su Majestad está bien para nosotros. ¿Debemos seguir tus “reglas” bajo la misma premisa? O sea que lo que está bien para Sir David Tang . . .
Muchas gracias por el delicioso café que me serviste hoy.
Lucy
P.D. Espero que aprecies el hecho de que estoy siguiendo tu consejo de que si se utiliza la palabra “gracias” en una carta, siempre debe ser al final.
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Estimada Lucy Kellaway:
Tienes todo el derecho a presumir sobre tu defensa del minimalismo. Mi esposa, bajo la influencia de tu brujería, me torturó hasta que me rendí y simplemente deseché casi todo el contenido de mi casa de siete pisos en un gran basurero y envíe el resto a Christie’s en Kensington. Ahora sólo tengo un cheque impersonal de la casa de subastas para recordarme de mi vida en Eaton Terrace. Tal vez es mejor así, ya que nunca me ha gustado la clase media alta y la verdad es que Eaton Terrace es un vecindario de clase media alta.
[cita tipo=»destaque»]Y también estás equivocada con respecto a las mujeres que reciben flores sin una nota adjunta. La meta es crear una ligera sensación de misterio o magia. Ésa es la razón por la cual a todos les encanta recibir una anónima tarjeta romántica en el Día de San Valentín; es divertido tratar de adivinar quién la envió. [/cita]
Mientras tanto, estoy encantado de que hayas decidido leer mi libro, aunque no puedes protestar sobre mi aversión a las servilletas de papel, las cuales deben esconderse en un salón de masajes en Bangkok.
Y también estás equivocada con respecto a las mujeres que reciben flores sin una nota adjunta. La meta es crear una ligera sensación de misterio o magia. Ésa es la razón por la cual a todos les encanta recibir una anónima tarjeta romántica en el Día de San Valentín; es divertido tratar de adivinar quién la envió.
Nosotros los hombres lo entendemos; pero ustedes las mujeres no. Por eso los consejeros sentimentales son más efectivos que las consejeras sentimentales, ya que los hombres jamás les pedirían consejos a las mujeres, sino que siempre buscarían el consejo de otro hombre, porque los hombres no confían en los consejos de las mujeres, sobre todo cuando se trata de temas como la intimidad o la intuición.
Así que espero que encuentres más perlas de sabiduría masculinas en mi libro y que las compartas con tus lectores, quienes te consideran su consejera sentimental. Y ya que somos colegas en el FT, no tomaré en cuenta los derechos de autor.
Con respecto a los testimoniales que aparecen en el libro, parece que estás sugiriendo que son exagerados y que sólo los obtuve en respuesta a sobornos de hospitalidad. ¿Cómo puedes ser tan criticona? ¿No sabes que mis citas de alabanza son prístinas?¿O estás celosa? Sin embargo, ya que eres la columnista más popular y de mayor antigüedad en el FT, de vez en cuando debes permitir que los demás recibamos elogios.
David Tang