Algunos inversores ya están abandonando el sector. El Rockefeller Brothers Fund, la fundación familiar construida con las enormes ganancias de la compañía Standard Oil de John D Rockefeller, ya está desinvirtiendo en los combustibles fósiles e invirtiendo en energías limpias.
Por Andrew Ward
Durante décadas, los analistas de la energía han discutido sobre cuándo el mundo alcanzaría el “peakco del petróleo”, un punto de inflexión después del cual las reservas de hidrocarburos entrarían en un período de declive inexorable.
Actualmente, parece que ésa era la pregunta equivocada. El nuevo debate con respecto a la industria energética está intentando determinar cuándo la demanda mundial del petróleo y gas alcanzará su punto máximo.
Conforme se aceleran tanto el desarrollo de energías renovables como los esfuerzos políticos para resolver el problema del cambio climático, parece cada vez más claro que la demanda de combustibles fósiles comenzará a declinar mucho antes de que declinen los suministros.
Las proyecciones publicadas el mes pasado por el Consejo Mundial de la Energía (CME), una red de líderes de la industria y autoridades gubernamentales, estimaron que la demanda del petróleo alcanzaría su punto máximo en 2030 — entre 94 millones y 103 millones de barriles por día — si la adopción de las tecnologías de bajo carbono sigue expandiéndose rápidamente. Esto se compara con 86 millones b/d en 2014.
Algunos piensan que el declive podría comenzar antes; y éste no es sólo el punto de vista de muchos de los críticos de la industria quienes desean que esto suceda. Simon Henry, director financiero de Royal Dutch Shell, la principal compañía petrolera en Europa, afirmó este mes que se podría alcanzar la “máxima demanda” en 2021.
“Nosotros pensamos que la demanda alcanzará su nivel máximo antes que los suministros”, les dijo a inversores en una llamada de conferencia. “Y ese pico comenzará entre 5 y 15 años a partir de hoy, y será impulsado por eficiencia y sustitución”.
La frase “eficiencia y sustitución” indica el desarrollo de motores de combustión interna más eficientes que consuman menos combustible y el reemplazo gradual del petróleo con combustibles alternativos y electricidad en el sistema de transportación.
Los responsables de las políticas han estado apoyando la implementación de este tipo de desarrollo con incentivos para la inversión en energía limpia y la imposición de límites en emisiones de carbono. Los científicos han estimado que para alcanzar una probabilidad de 50 por ciento de mantener el incremento de la temperatura global entre los límites preindustriales de 2C — el límite objetivo de las políticas climáticas internacionales — una tercera parte de las reservas de petróleo existentes y mitad de las reservas de gas deben permanecer bajo tierra. Esto podría ser bueno para el planeta, pero es una amenaza existencial para las compañías de gas y petróleo.
El mes pasado, Fitch, la agencia de calificación crediticia, advirtió que la industria estaba enfrentando una amenaza “rotundamente negativa” impulsada por el posible “salto hacia delante” en la tecnología de baterías que “podría aumentar la viabilidad de los vehículos eléctricos”.
Las compañías están bajo presión para ser más abiertas con respecto a estos riesgos, y explicar claramente sus estrategias para responder ante ellos. ExxonMobil, por ejemplo, está bajo investigación del fiscal general de Nueva York por su presunta ocultación de información sobre el cambio climático en la década de 1980.
Algunos inversores ya están abandonando el sector. El Rockefeller Brothers Fund, la fundación familiar construida con las enormes ganancias de la compañía Standard Oil de John D Rockefeller, ya está desinvirtiendo en los combustibles fósiles e invirtiendo en energías limpias.
El mayor problema estratégico a largo plazo que enfrentan estas compañías es cómo responder ante estas amenazas. Muchas de estas empresas están comenzando a diversificarse más allá de los hidrocarburos para invertir en tecnologías verdes.
Dong Energy, el grupo petrolero danés que ha explotado petróleo y gas en el Mar del Norte, ha implementado las estrategias más radicales hasta el momento, convirtiéndose en el principal operador de parques eólicos marinos en el mundo. Total en Francia ha superado los esfuerzos de las demás petroleras grandes invirtiendo US$2.5 mil millones en SunPower, una compañía solar estadounidense, y Saft, un fabricante de baterías francés.
Total fue una de las 10 principales compañías petroleras que la semana pasada establecieron un fondo común de US$1 mil millones para desarrollar tecnologías de bajas emisiones de carbono. Entre las otras compañías involucradas estaban Shell, BP y Saudi Aramco, la empresa estatal de petróleo en Arabia Saudita.
La inversión, coordinada por un grupo llamado Oil and Gas Climate Initiative, refleja la creciente aceptación dentro de la industria de que el giro a largo plazo de los hidrocarburos hacia las energías renovables es inevitable. Sin embargo, sigue habiendo una amplia divergencia en los pronósticos sobre la rapidez y la magnitud del declive.
Amin Nasser, el director ejecutivo de Saudi Aramco, afirmó en una conferencia en octubre que, aunque se espera que los combustibles fósiles pierdan su participación de mercado, la transición será lenta y la demanda general de petróleo y gas seguirá aumentando. Esto refleja un punto de vista — compartido por ExxonMobil and Chevron, las principales empresas petroleras en EEUU — que prevé que el auge de los vehículos eléctricos será superado por el crecimiento en transportación alimentada por petróleo en países como China e India.
Actualmente, los combustibles fósiles satisfacen cerca del 80 por ciento de la demanda total de energía en el mundo y Nasser prevé que ese porcentaje podría mantenerse en 75 por ciento de un mercado aún más grande en 2040.
Incluso si la perspectiva más pesimista de Shell con respecto al petróleo es correcta, Henry dijo que el grupo se adaptaría a través de la aceleración de su giro hacia el gas natural y los biocombustibles. Shell y otras compañías principales están apostando que el gas será un “combustible puente” entre la era de los hidrocarburos y la era de la energía renovable, porque emite la mitad del carbono del que emite el carbón cuando se quema para generar electricidad. “Aun si declina la demanda de petróleo, sus reemplazos serán productos que estamos en buena posición para suministrar”, dijo Henry.