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Viaje por la Costa Oeste de Estados Unidos: cuatro días en San Francisco, la ciudad de los parques    Turismo y Viajes

Viaje por la Costa Oeste de Estados Unidos: cuatro días en San Francisco, la ciudad de los parques  

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La socióloga Constanza Pavez entrega valiosas recomendaciones para quienes se entusiasmen con visitar esta ciudad que fue cuna de importantes movimientos sociales, que cautiva por sus casas victorianas y que es conocida mundialmente por el puente Golden Gate.


Luego de un agitado paso por Las Vegas, donde devolvimos el auto arrendado en Los Ángeles, enrumbamos hacia el destino final y más esperado del viaje: San Francisco.

Es una ciudad que siempre había querido conocer por varias razones: la primera debido a que es la cuna de diversos movimientos sociales relevantes del siglo XX como los hippies y el LGBT; segundo, por sus pintorescas casas victorianas construidas en los cerros, en armonía con sus calles transitadas por viejos trolleys; y por último, porque  quería conocer el puente más famoso del mundo: el Golden Gate.

Día 1

Una vez arribados en San Francisco, llegamos a la casa que habíamos arrendado en el corazón del Barrio “Castro”, mundialmente conocido por haber albergado al primer movimiento norteamericano defensor de los derechos homosexuales. El barrio sintetiza muy bien el espíritu de la ciudad, se respira mucha tolerancia y respeto, tanto así que en una esquina es posible encontrarte caminando al lado de una pareja de hombres vestidos sólo con zungas de látex. En la calle que lleva el mismo nombre del barrio existen diversos restaurantes y cafés. Si lo suyo es ahorrar, recomiendo encarecidamente el Thai House Express, restaurant tailandés que por 15 dólares sirve un “Lunch Menu” que incluye sopa, entrada, un curry de fondo y una ensalada. Una ganga para los precios californianos, que son desbordados.

A solo unas cuadras de esta calle se encuentra el “Dolores Park”, parque que hace que uno se enamore inmediatamente de San Francisco. Aquí se dan encuentro jóvenes, adultos de barrios aledaños, infinidad de gente con sus mascotas y algunos trapecistas. Ideal es comprar algún helado artesanal por ahí cerca y pasar una tarde completa en este lugar de encuentro. Si tiene suerte, podrá encontrar alguna de sus parrillas públicas desocupadas y preparar su almuerzo ahí mismo.

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Si lo suyo no son los helados (más bien las cervezas) y quiere adentrarse un poco más a la cultura de la ciudad, recomiendo el Pilsner Inn Bar, una cervecería tradicional del Barrio de Mission, la que desde sus inicios, en la década de los 80, se definió como un “gay bar”. Actualmente, sus parroquianos, en su mayoría, es gente del barrio, de más de 60 años que visitan el bar para tomarse un shop y fumar marihuana con sus viejos contertulios. También hay muchos jóvenes que ven en el humilde y cálido patio del bar y en su variedad de 50 tipos de cervezas artesanales, un lugar de encuentro y relajo. Tal como lo mencioné, este bar es parte de Mission, un distrito famoso por su arte callejero plasmado en sus murales.

Día 2

Así como por su tolerancia y diversidad, San Francisco es mundialmente reconocida por el Golden Gate Bridge. Este puente se extiende por más de 1280 y es la puerta de salida norte de la ciudad. Si bien, puede ser recorrido a pie, mi sugerencia es levantarse muy temprano y dirigirse al “Pier 39” uno de los hitos de la ciudad.

En este muelle se arriendan bicicletas por alrededor de 35 dólares, con las que se puede recorrer toda la bahía a través de un sendero y llegar al Golden Gate. Una vez atravesado el puente, existen dos alternativas: una es volver por el mismo puente hacia la ciudad y la otra es iniciar un descenso hacia los pueblos de Sausalito y Tiburón. El primero es un lugar muy bonito y elegante, con una hermosa vista hacia San Francisco y con estupendos restaurantes, especialmente la hamburguesería frente al embarcadero.

golden gate

El segundo, es un lugar mucho más residencial, donde las casas parecieran colgar de los cerros. Lo más especial de este trayecto es que en él se encuentra Muir Woods, un bosque de Secuoyas gigantes, que vale la pena visitar.

Desde Tiburón conviene tomar el ferry para regresar a San Francisco. Una vez de vuelta en el Muelle, los visitan suelen acercarse a ver a los lobos marinos que descansan sobre las balsas flotantes. Por otro lado, si de comer bueno se trata, lo mejor es dirigirse a alguno de los puestos que abundan por ahí y probar el “claim showder” o crema de almejas que se sirve dentro de un pan ahuecado. Imperdible. Para aprovechar el paso por la Bahía, y habiendo reservado con antelación, recomiendo realizar el tour a la antigua cárcel de Alcatraz, famosa por haber albergado bandidos como Al Capone y otros. Este tour considera el traslado en Ferry hacia la isla donde fue construido el presidio, además de un tour guiado por su interior.

Día 3

Nuestro tercer día en San Francisco fue un sábado, así que aprovechamos y en la mañana nos dirigimos hacia el Ferry Building, edificio cuya data es de fines del 1800 y que además de funcionar como embarcadero, alberga en su interior diversos cafés y restaurantes.

Sabíamos que los fines de semana allí se instalaba un mercado que tenía bastante para ofrecer: frutas, verduras, flores, quesos, abarrotes, entre otras cosas, pero lejos lo que más nos provocaba, eran sus afamados puestos de comida o “food truck”. Aconsejo ir con hambre y probar dos sugerencias: La primera es el puesto de comida mexicana llamado “Primavera”, donde por 10 dólares ofrecen unos chilaquiles con huevo que son una verdadera delicia. Este plato consiste en unas masitas muy parecidas a los nachos, cocinadas con una salsa picante, acompañados de huevos revueltos, trozos de palta, crema ácida, un poco de queso y porotos, una delicia.

El otro lugar es Roli Roti, connotado por sus pollos al spiedo y carnes a las brasas; mi favorito: el sándwich de porchetta (lechón asado) con rúcula y una salsita de la casa servidos dentro una baguette. Un festín.

Desde este hermoso edificio, sugiero tomar un famoso “cable car”, antiquísimos trolley que deambulas por algunas calles de la Ciudad. Arriba de ellos se llega al Chinatown de San Francisco, la colonia china más grande del mundo fuera de Asia. Aun cuando el Barrio es muy peculiar, recomiendo adentrarse unas calles hacia la Plaza Portsmouth, lugar de encuentro de la comunidad china, en dónde tantos viejos como jóvenes pasan las tardes, jugando cartas, practicando tai chi o cantando melodías en su idioma. A unas pocas cuadras de Chinatown se encuentra Union Square, la plaza principal de la Ciudad y el Centro Cívico.

Día 4

Este último día, lo dedicamos a los parques y fue, por lejos, mi jornada favorita en San Francisco. Luego de dejar la casa donde nos alojamos, fuimos a un café en frente del Dolores Park y probamos los internacionalmente conocidos “Brunch”: una mezcla entre desayuno y almuerzo,  que generalmente consiste en panqueques, huevos en todas sus expresiones, café y por qué no, alguna bebida alcohólica como bloody marys o mimosas.

Luego de esta ‘bacanal’, enrumbamos hacia las icónicas casitas de época victoriana, que caracterizan la ciudad, las “Painted Ladies”.  Fue así como terminamos instalándonos por largas horas en “Álamo Square”, una plaza en frente a estas casas, en dónde los fines de semana la gente se reúne a hacer vida social. Con toda la libertad del mundo, los habitantes de la Ciudad se toman este espacio público, con hijos y perros, manteles, canastas, copas de champaña y picoteando quesos y encurtidos. También hay otros que se reúnen con sus amigos a tomar cervezas, broncearse y jugar fresbee. Toda una experiencia.

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Luego de visitar esta zona, caminamos hacia el conocido vecindario de “Haight and Ashbury” que debe su fama al haber sido cuna del movimiento hippie y beatnik por ahí por las décadas del 50 y del 60. Ya al entrar en Haight Street, uno se siente invadido por una ola de colores y olores, de tiendas de ropa vintage, comida vegetariana, grow shops y cafés. Uno de los principales atractivos de este barrio es la disquería Amoeba, dónde es posible encontrar vinilos, LP, cassettes, cds y dvds, de una infinidad de estilos musicales, al ritmo de bandas y djs en vivo, que musicalizan la tienda. Todo a precios muy accesibles.

Al terminar el recorrido por Haight Street emerge el inmenso “Golden Gate Park” el parque más grande de San Francisco, y que alberga en su interior al Parque Japonés, el “Young Museum”, el conservatorio de flores, carruseles, entre otros. Sin embargo, lo que a mí más me impactó fue ver  como espontáneamente se armó en pleno parque una improvisación musical, cuyos líderes eran hippies/rastafaris de razas distintas, de más de 60 años y cómo de a poco se fueron sumando malabaristas, bailarines, jugadores de golf, jóvenes practicando asanas de yoga, un abuelito saltando la cuerda, todo al ritmo de la improvisada percusión. Creo que esa instancia fue una síntesis de la ciudad.

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