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«La gran convergencia», el libro de Richard Baldwing para entender la nueva globalización FT Weekend

«La gran convergencia», el libro de Richard Baldwing para entender la nueva globalización

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En un momento en que los aspectos negativos del comercio y la globalización se citan como las causas del Brexit, la elección de Donald Trump y el ascenso del populismo de derecha en Europa, analizar este tema con claridad es una cuestión de algo más que interés académico.


Por Alan Beattie*

Todo editor de imágenes de prensa sabe qué hacer en una situación determinada. Si se trata de una historia sobre el comercio, se ilustra con una foto de una gigantesca nave de carga repleta de contenedores. Y todo apóstol aficionado del libre mercado, junto con algunos ministros de gobierno, sabe que todo lo que se tiene que hacer para ganar una discusión sobre el comercio es citar la teoría de la ventaja comparativa.

Gran parte del conocimiento del público sobre el comercio y la globalización es escaso o se rige por modelos y realidades más propios del siglo XX y, en ocasiones, del XIX, que de la actualidad. En un momento en que los aspectos negativos del comercio y la globalización se citan como las causas del Brexit, la elección de Donald Trump y el ascenso del populismo de derecha en Europa, analizar este tema con claridad es una cuestión de algo más que interés académico.

Y al respecto aparece, con una conveniencia ejemplar, este excelente libro de Richard Baldwin, un académico con un fuerte enfoque aplicado, quien combina una cátedra en el Instituto Universitario de Altos Estudios Internacionales en Ginebra con la presidencia del Centro de Investigación de Política Económica, una red de economistas de renombre.

[cita tipo=»destaque»]Las asoladas ciudades manufactureras del Medio Oeste estadounidense, muchos de cuyos habitantes pobres votaron por Donald Trump, han sufrido en carne propia lo que se siente al convertirse rápidamente en un eslabón redundante en una cadena de valor global. Mucho de esto también se debe a la evolución de la tecnología, no al comercio, pero como al representante comercial estadounidense Michael Froman le gusta decir, nadie tiene voto cuando se trata de la tecnología.[/cita]

Para su momento y en sí misma, la teoría de la ventaja comparativa del siglo XIX está bien. Los países se especializan en lo que hacen relativamente bien: la Europa de altos salarios y abundante capital del siglo XIX se dedicó a la industria de alta tecnología; los países más pobres, como India, se dedicaron a la agricultura y a la manufactura en pequeña escala. Y así, dadas las ganancias de productividad en el sector manufacturero, comenzó la «gran divergencia» que resultó en la separación de los países ricos del resto.

Pero el análisis de Baldwin señala que ésta era sólo una forma de globalización. Su marco postula tres limitaciones que frenan la globalización de los mercados, es decir, el costo del traslado de bienes, ideas y personas. Inicialmente, todas estaban agrupadas: las primeras sociedades permanecían donde estaban, y transmitían la información a la siguiente generación y comían lo que cultivaban. La primera ola de globalización que creó la Gran Divergencia expandió los mercados mediante la reducción de los costos de transporte de bienes físicos, gracias a los barcos de vapor y el ferrocarril.

Pero la globalización, que comenzó alrededor de 1990 y condujo al sorprendente ascenso de China y otros mercados emergentes gigantes, refleja una relajación de la restricción de las ideas. La digitalización y las comunicaciones permitieron la supervisión y el control de las cadenas de suministro que anteriormente habían estado unidas en una economía y las dividieron en docenas o cientos de etapas, que luego fueron asignadas a los productores de todo el mundo según la eficiencia y el costo.

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Baldwin describe muy bien cómo cambia esto el simple enfoque país por país de ventaja comparativa, con algunos estudios de casos reales. Corea del Sur, por ejemplo, pasó de su modelo original de operar toda una industria automovilística a nivel doméstico a establecer una cadena de suministro automotriz internacional. Al dividirse los procesos de producción en partes y tareas individuales, la sofisticación se refina cada vez más. Algunos grupos de trabajadores, quienes pueden proporcionar las competencias necesarias por las tarifas más bajas, prosperan; algunos languidecen. Los sectores industriales de los países ricos requieren trabajadores con habilidades muy diferentes, históricamente más típicos del sector de los servicios, tales como la gestión y el diseño.

Así como Corea del Sur ha cambiado, los países recientemente industrializados están menos interesados en establecer industrias enteras a nivel doméstico y en su lugar tratan de insertarse en las cadenas mundiales de suministro. A veces esto significa cambiar, no sólo explotar, sus ventajas comparativas. Baldwin cita a Vietnam, que se unió a la red de suministro de Honda fabricando piezas de motocicleta usando conocimientos técnicos y de producción importados de la empresa matriz. De esa forma, la ventaja existente de Vietnam del bajo costo de la mano de obra se unió con las habilidades de gestión y la experiencia técnica de Japón para crear una nueva especialidad. Las economías que tienen éxito pueden crecer muy rápidamente, produciendo una «gran convergencia» de pobres y ricos que le da el título al libro, Great Convergence.

Este marco explica mucho acerca de las tensiones actuales en torno a la globalización. Por un lado, las asoladas ciudades manufactureras del Medio Oeste estadounidense, muchos de cuyos habitantes pobres votaron por Donald Trump, han sufrido en carne propia lo que se siente al convertirse rápidamente en un eslabón redundante en una cadena de valor global. Mucho de esto también se debe a la evolución de la tecnología, no al comercio, pero como al representante comercial estadounidense Michael Froman le gusta decir, nadie tiene voto cuando se trata de la tecnología.

En segundo lugar, muestra por qué los acuerdos comerciales modernos — tales como la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión entre EEUU y la UE — están centrados en las normas de protección de patentes y derechos de autor, y les permiten a las corporaciones extranjeras demandar a los gobiernos si sienten que sus inversiones están siendo expropiadas. Las multinacionales están menos preocupadas con los aranceles sobre mercancías, que ahora son generalmente bajos y pertenecen a una época pasada de gobernabilidad del comercio, que con intentar proteger el conocimiento especializado del que dependen sus cadenas globales de suministro.

También prevé el futuro de la globalización una vez que la tecnología haya relajado la tercera limitación, el movimiento de personas. Mientras más fácil resulte administrar procesos a distancia — videoconferencias mejoradas, robots a control remoto — más aún la inmigración virtual podrá sustituir a la real y más se acelerará la especialización de las cadenas de suministro global.

La obra de Baldwin probablemente se convertirá en una guía estándar, quizás indispensable, para entender cómo la globalización nos ha traído hasta aquí y dónde probablemente nos llevará después. Actualmente, la globalización es uno de los temas de mayor importancia que se pueden beneficiar de este tipo de exposición clara y completa.

* Traducido por Financial Times.

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