La innovación digital se está convirtiendo en el punto de acceso a la atención médica para cientos de miles de pacientes y amenaza con perjudicar el modelo de negocios establecido décadas atrás.
Después de que Maggie Philyaw desarrollara diabetes tipo 2, no encontró alivio en los medicamentos de la industria farmacéutica, sino que en la tecnología de Silicon Valley. Hace dos años, su entonces empleador en Carolina del Norte, inscribió a Philyaw en un programa dirigido por Livongo Health, una empresa incipiente con sede en California que le entregó un dispositivo más pequeño que un iPhone y equipado con un chip celular, que mantiene un registro de sus niveles de azúcar en la sangre.
Haciendo uso de los últimos avances en computación en la nube o “cloud computing”, la gota de sangre que ella misma extrae de su cuerpo cada día es inmediatamente analizada y si es que sus lecturas muestran que está en zona de riesgo, se le envía un mensaje diciéndole qué hacer, como por ejemplo “beba dos vasos de agua y camine durante 15 minutos”. Además, con sólo presionar un botón en su teléfono, ella puede tener acceso a ayuda adicional de parte de su “entrenador”, un nutricionista altamente calificado que ha controlado su propia diabetes por más de 40 años.
Para los titanes de las grandes empresas farmacéuticas, Philyaw representa un augurio y una oportunidad, ya que una inquietante clase de innovador digital se está convirtiendo en el punto de acceso a la atención médica para cientos de miles de pacientes y amenaza con perjudicar el modelo de negocios establecido décadas atrás. Durante mucho tiempo, la industria farmacéutica se ha enfocado en el negocio lucrativo del desarrollo de medicamentos, apoyada por ejércitos de vendedores desplegados para persuadir a los médicos para escoger sus medicamentos.
Pero las tecnologías digitales emergentes están cambiando el panorama. Una nueva generación de compañías están usando datos masivos, sensores e inteligencia artificial para entregar monitoreos precisos de los pacientes en tiempo real, especialmente a aquellos quienes padecen enfermedades como diabetes y obstrucción pulmonar crónica, las cuales representan una enorme carga en los ya sobrecargados presupuestos de salud.
Como resultado de los productos y servicios que estas compañías están desarrollando, el primer punto de contacto de un paciente con el sistema de salud puede ser, en ocasiones, un centro de monitoreo remoto, o una voz inmaterial en el teléfono, en lugar de realizar una visita presencial con el doctor.
“En lugar de comprar una pastilla, (los aseguradores o empleadores) podrían comprar una solución general para la diabetes”, dice Tom Main, socio de 7wire Ventures, un fondo de capital de riesgo que dirigió la primera ronda de inversión en Livongo. “Y eso es un marco muy diferente para la industria farmacéutica”.
Ahora retirada de su trabajo como enfermera acreditada, la señora Philyaw paga 50 dólares por el servicio de Livongo y vive sin tomar medicamentos. Ella enlistó a su instructor Toby Smithson, a quién ella nunca ha conocido pero le ha ofrecido ayuda práctica y psicológica, como su contacto más frecuente con el sistema de salud.
“Tengo una relación muy buena con mi médico pero siento que hablo más a menudo con Smithson”, dice ella. “El hecho de tener un instructor ha significado realizar menos visitas al doctor y, de esa forma, gastar menos dinero. Siento que de verdad se interesa si lo logro o si cumplo mis metas de mis dietas y ejercicios”, agrega.
Glen Tullman, director general de Livongo, dice que hace tan sólo tres años, la tecnología que sustenta su compañía no existía. Pero Corporate America, un importante proveedor de seguros de salud, está tomando nota. Más de la mitad de las compañías en Fortune 100 están trabajando con Livongo y está contemplando el hecho de expandirse hacia Europa, Asia y Canadá.
Los inversionistas están empezando a hacer fuertes apuestas sobre el potencial de la innovación tecnológica para transformar la forma en que se entrega la atención médica. De acuerdo con Rock Health, un fondo de riesgo dedicado a la medicina digital, el año pasado se invirtió un total 4 mil 200 millones en el sector, con compañías en la categoría de análisis y datos masivos atrayendo 341 millones de dólares en más de 22 acuerdos, más del doble desde 2015.
Sin embargo, la industria farmacéutica tendrá que lidiar con su propia cultura arraigada si planea aprovechar la expansión de las tecnologías digitales.
Stefan Biesdorf, quien encabeza la industria farmacéutica digital McKinsey y el trabajo de la tecnología médica en Europa, dice que los márgenes alcanzados por el negocio de salud digital son mínimos comparados con aquellos asociados a un fármaco exitoso en ventas, haciendo que sea más difícil construir una causa mercantil destinada a la inversión. Además, el ciclo interminable de optimizaciones y actualizaciones por los que los dispositivos digitales pasan es externo a una industria que esperará más de una década para conseguir un medicamento del laboratorio al paciente, pero que espera no hacer mayores cambios una vez que ya ha asegurado una aprobación regulatoria.
La industria tampoco está bien posicionada para explotar el nuevo mundo de la atención médica que requiere la habilidad para crear vínculos duraderos con los consumidores. Él cita como ejemplo a mySugr, una compañía ubicada en Viena que usa un mezcla similar de tecnología combinada con apoyo a pedido, para recolectar información directamente de los consumidores.
“Sólo tiene 50 empleados pero tiene una comprensión mucho, mucho más profunda del comportamiento de un paciente con diabetes que probablemente las más grandes compañías dedicadas al tratamiento de la diabetes o los productores de insulina en el mundo”, afirma Biesdorf.
Joe Jimenez, director general de Novartis, la empresa suiza fabricante de medicamentos que es considerada por muchos como la líder entre las grandes compañías farmacéuticas en medicina digital, admite que la industria ha “lentamente incorporado algunas de las tecnologías digitales, comparada con otras industrias” y reconoce “el riesgo de que algunas de estas nuevas empresas posean la relación con el médico y el paciente y distancien a la compañía farmacéutica de eso”.
Sin embargo, Jimenez, un ex ejecutivo de Heinz cuyo origen está en el vertiginoso mundo del retail, comenta que la industria está adoptando tecnologías digitales “a un ritmo acelerado”, y argumenta que pueden jactarse de una base de conocimientos con la que los peces flacos digitales no pueden competir.
“Estoy convencido de que las grandes compañías farmacéuticas tienen una ventaja, no por el lado de la agilidad pero sí definitivamente en qué saben sobre estados patológicos, sobre los pacientes, sobre todo el sistema de atención médica, y muchas de estas nuevas empresas no tienen esa experiencia”, declara.
Jimenez añade que los ejemplares digitales son “en definitiva potenciales competidores o futuros socios.”
Una oleada de acuerdos en los últimos años muestra que algunos de los grupos farmacéuticos están compitiendo para impulsar el potencial digital, mediante la compra de compañías que ofrecen una experiencia ya adquirida o la entrada a asociaciones que buscan ofrecer servicios que “van más allá de sólo recetar medicamentos”.
Teva Pharmaceuticals abrió el camino en 2015 cuando anunció que estaba comprando Gecko Health Innovations por una suma no revelada. El cebo fue el principal producto de Gecko, el Care TRx, una plataforma de ayuda para pacientes con enfermedades respiratorias crónicas que combina un dispositivo sensorial que se conecta a la mayoría de los inhaladores con una función de análisis de datos.
Mientras tanto, la empresa francesa Sanofi, fabricante de medicamentos, hace poco unió fuerzas con Verily Life Sciences para trabajar en dispositivos y apoyo para pacientes diabéticos, y Pfizer está trabajando con IBM Watson como parte de su trabajo de inmuno-oncología, usando su experiencia en análisis de datos para identificar nuevas posibles medicamentos.
Erik Nordkamp, director general de Pfizer Reino Unido, afirma que el futuro de la atención médica involucrará “una convergencia de tecnologías para generar mejores soluciones”.
“Local y globalmente estamos… conversando con algunas de estas compañías para discutir qué es lo que nos trae el futuro”, asegura.
Aún es pronto para la promoción digital de las grandes empresas farmacéuticas. Incluso Novartis, cuya inversión en tecnología vanguardista está dando cuenta de todo lo que hace, aún no logra lanzar ningún producto digitalmente habilitado para el mercado masivo.
Un programa prometedor se centra en su medicamento para el corazón llamado Entresto, del cual se ha descubierto que reduce la hospitalización y la muerte cardiovascular en un 20%. Ha formado una asociación empresarial junto a Sanitas, una aseguradora médica suiza, para ofrecer monitoreo remoto y orientación a los pacientes con insuficiencia cardiaca avanzada.
Aún así, el progreso es lento. Un proyecto piloto incluye únicamente 50 pacientes y se extenderá sólo gradualmente en los siguientes meses. Livingo, en comparación, tiene 35.000 “miembros”, como la empresa denomina a sus usuarios.
Jimenez destaca otras iniciativas de Novartis como el Breezhaler, un inhalador para asmáticos de conexión inalámbrica, y un lente de contacto “inteligente” que puede detectar los niveles de glucosa en la sangre a través de las lágrimas, obviando la necesidad de extraer sangre, que serán “mucho menos laborioso y mucho más fácil y rápido de desplegar”.
Sin embargo, el año pasado las pruebas de lentes para diabéticos fueron pospuestas sin una fecha de restitución y se cree que Novartis está considerando la venta de Alcon, su unidad de cuidado óptico. (La compañía afirma que está «revisando las opciones estratégicas para que la división Alcon maximice el valor accionario»)
La importancia de desarrollar potencial en este campo es cada vez más fuerte porque los sistemas de salud exigen evidencia concreta de que un medicamento es efectivo y que aliviará la carga en el presupuesto, por ejemplo, reduciendo la hospitalización.
Jimenez dice que la perspectiva de estas nuevas estructuras de pago ponen a las grandes empresas farmacéuticas “bastante nerviosas. Ellos dicen: “si me pagaran de acuerdo a los resultados de la salud de los pacientes, entonces quiero ser capaz de controlar, por ejemplo, el cumplimiento del tratamiento de los pacientes porque si ese paciente no toma su medicina, eso significa, entonces, que no me pagarán”.
Él estima que cerca del 25% de todo el gasto en salud, incluidos los fármacos, “no contribuye a un resultado positivo de los pacientes”.
Lars Fruergaard Jorgensen, director ejecutivo de Novo Nordisk, el mayor fabricante de insulina, sugiere que ésta es la pieza faltante para todos los fabricantes de medicamentos.
“Hemos invertido más de 90 años perfeccionando las moléculas, con todo, tenemos menos del 10% de nuestros pacientes en un nivel de control que eliminaría el riesgo de complicaciones en etapa avanzada y eso simplemente no basta.”
Novo Nordisk se ha asociado con Glooko, una empresa de Silicon Valley que ayuda al control de la diabetes de sus pacientes. Esta asociación permite el desarrollo de una aplicación para dispositivos móviles que permitirá a los pacientes monitorear constantemente sus niveles de glucosa en la sangre. A través de otra colaboración con IBM Watson, reunirá información sobre el impacto de su insulina y la conformidad de sus pacientes, que proporcionará “un incrementado nivel de comodidad” que puede equilibrar los riesgos y retribuciones en futuros contratos basados en los resultados.
Los pacientes que tienen mayor conocimiento sobre su salud “también cuidan mejor de sí mismos, lo que conduciría a un mayor uso de insulina de alta calidad de Novo Nordisk”, asegura.
Sin embargo, uno de los mayores problemas de la industria es si una aplicación producida por una compañía farmacéutica, y relacionada a una sola marca de medicamentos, generaría el mismo nivel de lealtad de pacientes y sus doctores que aquellos producidos por una empresa independiente nueva.
En Carolina del Norte, Philyaw expresa justamente esa reserva. “Personalmente, preferiría un campo más neutral que no esté ligado a un medicamento” dice.
En Livongo, Tullman está planeando extender el servicio para cubrir al menos dos enfermedades más para finales de este año.
En una comparación que puede repercutir en la sala de juntas de las compañías farmacéuticas, ya que ellos preparan su respuesta a la revolución digital, él contrasta el impacto de estas tecnologías de la salud con Uber, que creó un mercado completamente nuevo.
“Todos dijeron que iba a tomar el lugar del taxi tradicional pero en realidad, en Estados Unidos, las personas que están ocupando Uber son aquellos quienes nunca antes habían ocupado un taxi tradicional”.
Añade: “De repente podemos mantener saludable a la población”.