Puede sonar extraño quejarse en contra de una industria que a menudo es acusada de escatimar gastos en la investigación para financiar actividades de comercialización, pero algunos ejecutivos y científicos afirman que las compañías farmacéuticas están haciendo innumerables ensayos clínicos en el campo de la inmunoterapia.
Por David Crow*
Las compañías farmacéuticas Merck y Bristol-Myers Squibb han dominado el primer intento de la inmunoterapia con sus “inhibidores de puntos de control inmunitarios”, estos liberan “frenos” en el sistema inmunológico, de manera que puedan atacar tumores. Mientras otras compañías como Roche, AstraZeneca y Pfizer tratan de ponerse al día lanzando nuevas versiones de este medicamento, casi 9.000 millones de dólares se han vendido desde que salieron a la venta hace dos años atrás.
El entusiasmo inicial por los medicamentos ha dado paso a la decisión de generar índices de respuesta mucho más altos. Si bien una minoría formada por un 20 a 30 por ciento de pacientes responde sumamente bien a los fármacos, viviendo por meses o años más de lo esperado por sus médicos, la mayoría de ellos no obtiene beneficio alguno.
Jill O’Donnell-Tormey, director general del Instituto de Investigación Oncológica, afirmó: “Hay un retroceso ¿Hay demasiados ensayos? ¿Estamos jugando al ensayo y error al tomar un compuesto “X” o “Y” y mezclándolos sólo para ver qué ocurre?”.
La mayoría de los científicos señalan que los inhibidores no necesitan ser reemplazados por otra cosa, sino más bien mejorados con nuevos fármacos que pueden persuadir aún más al sistema inmunológico a combatir el cáncer. Esto ha llevado a una cantidad sin precedentes de investigaciones clínicas patrocinadas por compañías farmacéuticas, quienes han combinado dichos inhibidores con otros medicamentos para tratar de encontrar una “solución mágica” para tratar el cáncer.
El gran número de estudios ha provocado el temor de que algunas compañías se involucren en la “fiebre del oro” de la medicina, con la esperanza de encontrar por accidente el cóctel correcto de fármacos sin antes hacer un trabajo científico adecuado.
Casi 800 ensayos clínicos que involucran inhibidores se están realizando en los Estados Unidos, y de acuerdo con una base de datos del gobierno, son más de 700 los ensayos que ponen a prueba los fármacos combinados con uno o más medicamentos adicionales, en comparación con los 200 realizados en el año 2015.
Brad Loncar, quien dirige un fondo cotizado enfocado en la inmunoterapia, afirma que algunos inversionistas están desconcertados por la prisa: “A la gente le preocupa que no haya tanto rigor científico como debería haber».
Pascal Soriot, director general de AstraZeneca, quien está experimentando con su propia combinación de inmunoterapia, lo admitió en una reciente entrevista con el Financial Times.
“El campo es muy competitivo, ahora hay unas muchas compañías que aceptan apuestas sin muchos datos. Así que también tenemos que considerar la velocidad, y a veces tendremos que tomar riesgos educados con quizás no tanta convicción o datos para respaldar el programa clínico, pero parte de él” afirmó.
Mientras Loncar cree que el reciente aumento en los ensayos clínico es fundamentalmente algo bueno para los pacientes, señala que el campo debería moverse a una velocidad en la que permita que los científicos entiendan completamente las razones tras un éxito o fracaso en particular.
“Cuando los ensayos fallan no hay suficiente tiempo o iniciativa de examinar los detalles para entender el por qué las cosas no están funcionando”, señala.
Con cinco inhibidores en el mercado, la clase de medicamentos está bien establecida, pero muchas compañías farmacéuticas desarrollan sus propias versiones, como Novartis, Eli Lilly y Regeneron. En total, hay aproximadamente 50 de estos medicamentos, conocidos peyorativamente como productos “genéricos” (o “me too” en inglés, un producto semejante con un nombre distinto) que se encuentran en proceso.
Algunos ejecutivos señalan que las compañías rezagadas pueden considerar cada vez más difícil cubrir sus ensayos con pacientes “ingenuos”, quienes no han sido tratados con inhibidores. Muchos ya han tomado los fármacos, ya sea porque han completado uno de los cientos de estudios existentes o porque su médico les ha recetado medicamentos sin etiquetar, por lo que reciben una inmunoterapia para tratar un cáncer la cual no está aprobada.
“El nivel de pretratamiento y control es algo por lo que queremos estar conscientes, ya que queremos garantizar que tenemos un conjunto sólido de pacientes en fase inicial para evaluar. Y yo diría que se está haciendo más complejo”, afirma Vas Narasimhan, jefe general de desarrollo de fármacos en Novartis.
En teoría, no debería de ser difícil reclutar participantes, dado que sólo el 4% de los pacientes con cáncer terminan en un ensayo en los Estados Unidos. Sin embargo, la industria farmacéutica ha luchado para ampliarse y al mismo tiempo ser más inclusiva, más allá de las personas altamente educadas que viven en centros urbanos.
Los pacientes también pueden ser reacios a entrar a un ensayo aleatorio, ya que podrían terminar en un grupo de control que no recibe el fármaco, un temor que algunas compañías han tratado de calmar al dejar que las personas ingresen al grupo de tratamiento una vez que su cáncer empeora. No obstante, el diseñar ensayos de esta forma puede nublar los resultados considerablemente.
El doctor Roger Perlmutter, uno de los mejores científicos en Merck, no está de acuerdo con las compañías rezagadas, alegando que en su lugar deberían concentrar sus esfuerzos en sacar a la luz nuevos fármacos o buscar indicios biológicos que puedan predecir qué pacientes tienen más posibilidades de responder al medicamento.
“Será difícil para aquellos que estén atrasados, pero en realidad esa es la forma en que debería ser. El mundo no los necesita más (inhibidores), necesitamos otras cosas, deberíamos estar buscando una forma de desarrollar otros medicamentos más allá de estos”, señala Perlmutter.
Algunos inversionistas temen que la multiplicación de los inhibidores pueda terminar en la comunitarización de uno de los fármacos más prometedores de los últimos años.
La prisa por desarrollar tantos fármacos “genéricos” se explica mejor por la creencia generalizada de que los inhibidores serán la base de la inmunoterapia combinada en el futuro.
Aquellas compañías que no tengan sus versiones internas deberán negociar con una compañía rival cada vez que descubran una molécula prometedora que pueda ser usada en un cóctel de fármacos, reduciendo su flexibilidad y perdiendo tiempo en un campo altamente competitivo.
El doctor Israel Lowy, vicepresidente en Regeneron afirma que: “Reconocemos plenamente que existen otros, pero decidimos desarrollar uno propio porque sentimos que era un ingrediente necesario. Queríamos la flexibilidad de experimentar con él en combinaciones”, y agrega: “Existe un gran margen para mejorar si llegamos a la combinación correcta. Ese es el futuro, sólo estamos en el primer capítulo del libro de la inmunoterapia”.
TRADUCIDO POR FRANCISCA OLGUÍN, TRADUCCIÓN INGLÉS ESPAÑOL, UNAP*