Cuando el vanguardista arquitecto Wolfgang Frey busca renovarse, se remonta a sus orígenes, en las profundidades de las colinas de la Selva Negra, en Alemania sudoccidental.
Por Stefan Wagstyl*
Mientras camina por los bosques que su familia ha heredado por generaciones, el ágil experto de 57 años camina ligeramente a través de la maleza y se detiene en un área despejada, en donde se ha permitido que los viejos tocones de las hayas en descomposición penetren la tierra fertilizando los árboles jóvenes del futuro.
A un costado se encuentran altos abetos de 50 años de antigüedad, con sus ramas superiores hurgando en el cielo lluvioso, próximos a ser talados, aserrados y arrebatados. En el costado contrario hay pequeños abetos que aún les faltan décadas para ser usados como leña, papel o madera. Se siente en el aire el aroma de nuevos y antiguos troncos, la savia de los tiernos perennes, el aserrín de los leños recién cortados y el abono de los abetos.
Frey dice que el bosque es estable y está cambiando constantemente. “Yo planté aquellos cuando era un niño”, dice señalando una arboleda de fresnos. “Están creciendo para las próximas generaciones, tal como yo estoy cosechando los árboles que mi abuelo plantó”.
Su abuelo fue albañil, construyó algunas de las viejas granjas de madera que aún permanecen en los valles, envueltas por los prados y amplias extensiones de piceas, abetos y hayas.
Su padre se convirtió en arquitecto durante el auge de la construcción de la posguerra en Alemania y el joven Frey siguió el ejemplo. Hoy dirige Frey Architekten, ejerciendo en Selva Negra, Friburgo, conocido por su innovador enfoque en la construcción ecológica, atrayendo negocios de lugares tan remotos como China, Rusia y el Golfo.
Las obras de Frey son de estilo moderno, con trazos rectos y abundante cristal. Sin embargo, los bosques de la familia que se encuentran arriba de su casa en la localidad de Freiamt, todavía le proporcionan madera para sus proyectos. Esta juega un rol importante en sus construcciones, tal como lo hacía para su abuelo. “Muchos jóvenes arquitectos quieren ser modernos”, dice. “No sólo quiero ser tradicional, sino que si nos olvidamos de nuestras tradiciones, perderemos lo que ya tenemos».
Frey no es el único en Alemania que ama los bosques. Los ciudadanos de la economía industrial líder en Europa están profundamente conectados a sus árboles. Alrededor de dos millones de personas de una población de ochenta y un millones, son dueños de al menos una parcela forestal, generalmente no más grande que un bosquecillo, pero sin embargo es un tesoro personal.
Francia e Italia, entre otros países europeos, también poseen legiones de propietarios forestales privados. Pero en la cultura alemana, el árbol es singularmente significativo. Tal como el ex ministro de cultura, Hans-Peter Friedrich dice: “El bosque está en cada historia alemana”.
Además, tal como en el ejemplo de Frey, el bosque alemán es mucho más que una fuente de nostalgia. Todavía es un impulsor de nuevas ideas.
Frey está entre los pioneros de la «casa pasiva», un tipo de construcción de ultra baja energía creada en las últimas dos décadas, principalmente en Alemania y Escandinavia. Su norma fundamental es el consumo de energía anual para calefacción y refrigeración de no más de 15 kW/m², muy inferior a la cifra para los inmuebles normales de baja energía de 50 kW/m² y mucho menos de los 150 a 200 kW/m² promedio para las construcciones tradicionales.
Las casas pasivas generalmente requieren calefacción sólo cuando los residentes están ausentes en invierno por más de una semana. De lo contrario, el calor generado por sus cuerpos, la iluminación, la cocina y los electrodomésticos son suficiente para templar una casa. También suelen utilizar diferentes tecnologías, como materiales aislantes para retener el calor en el invierno, deflectores para limitar la temperatura del sol en verano, paneles solares y bombas subterráneas para hacer circular el aire.
Sentado frente a una computadora portátil, revisa fotografías de los elementos puestos a prueba en el pueblo de su abuelo: techos sobresalientes, balcones amplios y ventanas con toldos de madera diseñadas para proteger las viviendas de la lluvia y el calor. «He aprendido mucho de esta antigua arquitectura «, dice apasionadamente.
Al igual que sus antepasados, Frey también pone la madera en el centro de sus construcciones, utilizando madera pesada y maciza de 25 a 28 cm de grosor para sostener las estructuras y que actúe además como aislamiento. Todo esto se suma a los costos, aumentando el precio de la construcción en un 10 a 15 por ciento. Sin embargo, Frey dice que la inversión adicional, que es alrededor de 1.5 millones de euros en un condominio, que podría de lo contrario costar 10 millones de euros, que se pueden recuperar en ahorros de energía en el transcurso de 12 a 15 años.
Los beneficios medioambientales son aún mayores. «La madera extra incorporada en la construcción equivale a 25 años de leña si una construcción fuese climatizada por estufas a leña [como en muchos hogares de la Selva Negra.] Después de 25 años, la casa pasiva está contribuyendo a la protección del medio ambiente. »
Frey y su equipo han completado hasta ahora cerca de 20 casas pasivas, que van desde una vivienda hasta una estación de policía. No ha sido fácil, sobre todo porque Frey también ha insistido en centrarse en edificios de viviendas sociales inclusivas, donde la gente más pobre vive con vecinos acaudalados.
Los inversores a menudo han obstaculizado la doble contingencia de respaldar la combinación de Frey de nueva tecnología e ingeniería social. Así que ha puesto su propio dinero, apoyado por el crédito bancario, en de algunos de sus proyectos.
La estrategia casi lo llevó a la bancarrota cuando dos grandes nuevos diseños fueron aplazados: un condominio de 50 millones de euros con 162 viviendas en la ciudad universitaria de Heidelberg y la torre Smart Green, un edificio de uso mixto de 70 millones de euros en Friburgo con tiendas, oficinas y 104 departamentos.
Frey dice que estaba luchando para financiar los avances y, hace dos años, los agentes financieros cerraron su cuenta personal y le eliminaron sus tarjetas de crédito. Hipotecó todo lo que poseía para sobrevivir, dice. «Fue terrible.»
Los bancos finalmente cedieron y el proyecto de Heidelberg debería estar listo a principios de 2018. La torre Smart Green está prevista para el 2019.
El éxito de Frey está generando un intenso interés internacional. «Ahora la gente está golpeando a mi puerta y preguntando: ‘Señor Frey, ¿construiría este tipo de edificio para mí?’ »
Es cauteloso de sencillamente exportar la arquitectura alemana a lugares remotos. «En China quieren autos alemanes, refrigeradores alemanes y ahora casas alemanas», dice. «Pero no se puede transferir la arquitectura alemana a China, sino que debe proceder de raíces locales».
En Alemania esas raíces están dendrológicamente determinadas. El mito fundacional del país nació en las profundidades del bosque de Teutoburgo, en el centro de Alemania, donde las tribus germanas comandadas por Arminius o Hermann, destruyeron famosamente a tres legiones romanas en el año 9 d.C. al atraerlas al apenas penetrable sotobosque.
El significado del bosque para la identidad alemana se cristalizó en el siglo XIX, cuando la nación moderna fue constituida desde de las ruinas del Sacro Imperio Romano. Los hermanos Grimm desempeñaron un rol fundamental, sacando sus cuentos de hadas de las historias populares transmitidas en hogares y tabernas.
Caspar David Friedrich y otros pintores del Romanticismo, impregnaron los bosques con sentido emocional, como lugares de belleza casi sobrenatural e inquietante melancolía. Mientras que un inglés puede mirar hacia el mar, un francés sobre su terroir y un italiano sobre las ruinas clásicas, los alemanes contemplan los árboles.
El compositor Richard Wagner se sintió inspirado por todo esto y lo plasmó en su espectacular ópera el Anillo del Nibelungo. Mientras tanto, otros alemanes, cuyos nombres son tristemente desconocidos, crearon el árbol de Navidad como el centro de celebración de Yuletide antes de que se extendiera por todo el mundo.
A medida que avanzaba la industrialización, los bosques de Alemania se convirtieron en un lugar de recreación, con el desarrollo de sitios de picnic y rutas de senderismo.
El historiador Simon Schama mostró en su libro Paisaje y Memoria, un estudio comparativo del rol cultural de la naturaleza. Cita al periodista del siglo XIX, Wilhelm Heinrich Riehl, quien escribió que los bosques «eran el corazón de la cultura popular alemana … de modo que un pueblo sin bosque es como una ciudad sin edificios históricos, teatro o galerías de arte»
En el siglo XX el bosque fue tomado cautivo por los nazis, que lo utilizaron para promover su ideología, desde las procesiones silvestres con antorchas encendidas hasta la video propaganda. Como con tantas otras cosas en Alemania, los nazis ensombrecieron la cultura del bosque. Después de 1945, Arminius fue empujado al olvido y Wagner fue tratado con sospecha. Sin embargo, los alemanes nunca perdieron su amor por los bosques y lo devolvieron a la vida pública en nuevas maneras.
La manifestación más significativa y quizás más exitosa del mundo fue el Partido Verde.Fundado en 1980 fuera de los movimientos antinucleares y anti capitalistas, llevó la protección de los bosques con un tono de izquierda muy alejado de la orientación de la derecha del pasado.
Mientras tanto, los artistas alemanes habían regresado a los bosques, sobre todo Joseph Beuys, un radical opositor del sistema, cuyos proyectos incluían la promesa de plantar 7 mil robles. Anselm Kiefer ha pintado muchos paisajes del bosque incluyendo Hermann, la antigua batalla en la cual las tribus derrotaron a los romanos. Mientras tanto, La Vida Secreta de los Árboles,del guardabosque en retiro, Peter Wohlleben es un bestseller en Alemania.
Alrededor del 34 por ciento de Alemania está cubierto por bosques, casi igual que Francia, y con el Reino Unido muy por debajo del 25 por ciento, según datos de la UE. Como en otras partes, los bosques en Alemania no son más naturales hoy que en otras partes de Europa occidental. Los bosques primitivos que sobrevivieron a la era de los barcos de madera fueron en su mayoría devorados en la revolución industrial y fueron reemplazados por plantaciones de coníferas, a menudo de origen norteamericano.
Ahora, el escenario está cambiando lentamente otra vez, a medida que los propietarios replantan con haya y roble, así como también picea y abeto. Están respondiendo tanto a las demandas de los ecologistas como a las presiones del cambio climático: los bosques mixtos son considerados no sólo más atractivos sino también más resistentes a posibles nuevas plagas que las plantaciones monoculturales.
Sin embargo, un principio se mantiene intacto: el vínculo entre los propietarios y sus árboles. «La mayoría de los terrenos son demasiado pequeños para ser rentables», dice Philipp zu Guttenberg, presidente de la Federación de Asociaciones de Propietarios Forestales de Alemania. «Pero en la historia alemana ha habido tantas rebeliones, por lo que la gente no va a vender porque se sienten seguros si poseen un pedazo de bosque, hay muchos sentimientos involucrados».
De vuelta en las colinas de Freiamt, Frey reconoce. La forestación puede ser difícil. Puede ser poco rentable. Sin embargo, los árboles definen el paisaje alemán. «Nunca voy a vender, ni mis vecinos», dice. «Este es mi heimat; mi patria.»
Traducido por: Cindy Navarro Toledo. Traducción Inglés Español UNAP