En nuestro sistema digestivo reside una compleja comunidad de microorganismos que desempeñan un papel esencial en la salud. Más allá de su función digestiva, esta comunidad microbiana -única en cada individuo- influye en el sistema inmunológico, en la función cerebral, en la regulación del peso corporal y en el metabolismo. Expertos revelan cómo la composición de la microbiota puede mejorar el bienestar físico, mental y emocional de las personas.
En los recovecos de nuestro sistema digestivo habita un mundo sorprendente y complejo, cuya importancia en nuestra salud se ha convertido en un enigma fascinante para la ciencia moderna: la microbiota intestinal.
Esta comunidad diversa de microorganismos, que incluye bacterias, virus y hongos, ha pasado de ser considerada un simple participante en la digestión a convertirse en un influyente regulador de múltiples aspectos de la salud humana.
A medida que los científicos profundizan en la investigación de la microbiota intestinal, se descubre un rol vital que va mucho más allá de la mera digestión de alimentos. Esta comunidad microbiana, única para cada individuo, desempeña un papel crucial en la regulación del sistema inmunológico, la síntesis de vitaminas y la absorción de nutrientes esenciales.
Además, investigaciones recientes han revelado conexiones entre la composición de la microbiota y la función cerebral, lo que sugiere un puente entre el intestino y el cerebro que podría influir en el bienestar mental y emocional.
Paola Navarrete, académica del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (INTA) de la Universidad de Chile, dice que lo que comemos es determinante en la salud de este universo de bacterias que viven por y para nosotros.
“Nuestra dieta es uno de los factores muy importantes que determina la composición de la microbiota. La dieta es un factor principal y lo que recomiendan las guías alimentarias chilenas son un excelente ejemplo de una buena alimentación para nuestra microbiota y para nuestra salud, como las fibras y todos los nutrientes que no son digeridos ni absorbidos en el intestino delgado y llegan intactos al colon”, dice.
“Esta fibra se adquiere a través de las plantas. Así que se aconseja el consumo de frutas, verduras y legumbres, con atención a la diversidad de colores y de sabores”, agrega la académica.
Por otra parte, las formas de vida también influyen en estos microorganismos. “Se ve que las personas que tienen vidas más urbanas, con menos consumo de alimentos ricos en fibra, más expuestos a antibióticos y a partos por cesárea, entre otros asuntos relacionados a la vida más moderna, están asociados a una menor diversidad de la microbiota”, detalla.
“En cambio, quienes viven en lugares más bien rurales, que cultivan su propio alimento o que están en contacto con más animales, es decir, con mayor tipo de microbiota, tienen una microbiota más diversa y resiliente”, agrega.
En esta línea, el profesor Martin Gotteland, académico del INTA, aconseja preferir alimentos frescos y muchos vegetales. “Lo ideal es consumir menos alimentos procesados, ir más a la feria y menos al supermercado, cocinar más en casa, consumir una mayor cantidad de fruta y vegetales, cereales integrales, leguminosas. Estos alimentos aportan substratos beneficiosos para la microbiota”, indica.
La actividad física también es relevante en la salud de estas bacterias, pues el sedentarismo altera este equilibrio. El experto afirma que cuando no se realiza ejercicio, el tiempo de intestinal se altera.
Las señales que genera la microbiota ingresan a través de las células intestinales hasta la sangre y desde allí a los distintos órganos. Estas señales, que son metabolitos o componentes bacterianos, estimulan las terminaciones nerviosas y las células productoras de hormonas que viven en el intestino, permitiendo la transmisión de la información al cerebro a través del nervio vago, explica el profesor.
Estos estudios han acuñado el concepto de “eje microbiota/intestino/cerebro”, detalla.
“Este efecto se debe a una modulación del cerebro a través de la estimulación del nervio vago. Se ha mostrado que la microbiota intestinal tiene un efecto sobre la ansiedad, el estrés, y la depresión. En algunos estudios, se ha reportado que cepas probióticas de lactobacilos mejoran los síntomas depresivos en ratones”, añade el académico.
A medida que la ciencia desentraña los misterios de la microbiota intestinal, asegura, se presenta un nuevo paradigma en la salud humana. La comprensión de esta comunidad microbiana lleva a reevaluar nuestras prácticas alimenticias, hábitos de vida y enfoques terapéuticos, en busca de un equilibrio óptimo entre nuestro cuerpo y estos pequeños compañeros invisibles.
En última instancia, la microbiota intestinal se erige como un recordatorio poderoso de que nuestro cuerpo es un sistema interconectado, donde la salud holística depende tanto de las decisiones que tomamos como de los microscópicos seres que habitan en nuestro interior, dicen los especialistas.