Aunque todavía no se han determinado la misma cantidad de sustancias que en el cigarrillo, especialista explica que el aerosol que emanan los vaporizadores podría causar las mismas complicaciones que el humo de tabaco
Según el último “Informe sobre el Control del Tabaco en la Región de las Américas 2018”, de la Organización Panamericana de Salud (OPS), Chile es el país con la mayor prevalencia al consumo de tabaco con un 38,7%, entre los países de América.
Ante este desalentador panorama, el uso de vaporizadores ha ganado popularidad en los últimos años como una alternativa aparentemente menos perjudicial al consumo de cigarrillos tradicionales. Al parecer, la idea de inhalar vapor en lugar de humo ha dado una ambigua sensación de inocuidad en comparación con el cigarrillo, pero ¿qué tanto sabemos de esta práctica?
Jorge Flores, académico de la Escuela de Odontología de la Universidad Andrés Bello, señala que a lo largo del tiempo, los estudios longitudinales han establecido una conexión entre el tabaquismo convencional y el aumento del riesgo de enfermedad periodontal.
En el caso de los vaporizadores, que se introdujeron en Estados Unidos en 2007, la evidencia aún no es concluyente sobre su efecto en la salud bucal.
Se han descrito más de 4000 sustancias presentes en el cigarrillo, en paralelo, se han determinado hasta el momento 31 sustancias presentes en los vaporizadores, de las cuales, las 3 principales corresponden a la nicotina, propileglicol y glicerina.
Flores explica que estos líquidos son calentados a través de una batería, pero que no genera vapor, por el contrario, lo que finalmente se genera es un aerosol, muy similar al producido por la combustión del cigarrillo.
“El principal problema en nuestro país, es que si bien es cierto la ley de tabaco prohíbe el consumo de cigarros en menores de 18 años, aún no existe una regulación en cuanto a la venta y distribución de vaporizadores para menores de edad, por lo que muchos jóvenes, comienzan a utilizarlos de forma recreacional, pensando que es menos nocivo para la salud en general” añade.
En cuanto a los vaporizadores que contienen nicotina -indica -tienen un efecto similar al de los cigarrillos de tabaco, por cuanto genera adicción y otros efectos en la cicatrización e inflamación.
A pesar de que los vaporizadores fueron introducidos como una forma de reemplazo para el cese del hábito tabáquico, en la práctica sus efectos en la salud no distan demasiado del cigarrillo tradicional.
“En la cavidad oral las áreas más afectadas son estructuras como la lengua, los labios, el paladar duro y los tejidos blandos; además, se encontró que la exposición directa al líquido produce resequedad bucal, quemazón, mal sabor, mal aliento y malestar” explica el especialista, quien afirma que son complicaciones similares a las asociadas al tabaco convencional.
Incluso, menciona que se ha observado una cierta probabilidad de aparición de hongos oportunistas como la Candida albicans, e incluso, mayores índices de placa dental, concentraciones más altas de marcadores inflamatorios y un alto volumen de fluido crevicular.
Otro punto no menor es que, a diferencia de los métodos convencionales, al tener una cantidad de puff limitada, es difícil hacer un conteo diario en términos de equivalencia con respecto a un cigarrillo. “Por ejemplo, un paciente que fuma cigarrillo puede fumar uno diario y tener control sobre eso, pero en el caso de un paciente que vapea, puede que inhale más aerosoles al día, vapeando en reiteradas ocasiones, siendo su dosis equivalente mayor”, concluye.