Vaginismo: en las sombras de la salud sexual femenina. Más que un problema físico, su complejidad psicológica requiere un enfoque integral. Expertos revelan soluciones multidisciplinarias para iluminar el camino hacia la comprensión y la superación.
En la intimidad muchas mujeres padecen vaginismo, y es por ello que es relevante y fundamental sumergirnos en este mundo silencioso y con dolencias físicas que, de pronto, las mujeres están dispuestas a callar sin buscar una explicación médica al respecto.
Es por ello que develar una panorámica completa desde las perspectivas de la psicología y la ginecología es trascendental. A través de tres expertas en el tema, descubrimos las complejidades psicológicas y físicas que rodean esta disfunción sexual femenina. Desde factores emocionales hasta estrategias terapéuticas que podrían ayudar a entender más profundamente esta patología y buscar arrojar luz sobre un tema a menudo malentendido, enfatizando la necesidad de un abordaje integral para mejorar la vida sexual y emocional de las mujeres afectadas.
La complejidad del vaginismo desde una perspectiva psicológica se devela a través de la visión de Marisa Guzmán Munita, docente universitaria y experta en sexualidad, quien destaca factores determinantes en la experiencia sexual de las mujeres.
Guzmán resalta la influencia de experiencias traumáticas como el abuso sexual y eventos dolorosos durante las primeras experiencias sexuales. Añade que la “inexperiencia de la pareja, la ignorancia o desconocimiento de cómo funciona el cuerpo frente al placer, el temor a un embarazo no deseado… frente a lo cual la ansiedad y el miedo al dolor desencadenan la respuesta aversiva de bloqueo tan propia del vaginismo”.
También subraya la presión cultural de “cumplir” sexualmente y la falta de comunicación afectiva en pareja como elementos cruciales.
En cuanto al estrés y la ansiedad, Marisa Guzmán destaca que “pueden exacerbar el espasmo muscular característico del vaginismo al aumentar la tensión muscular y la hipersensibilidad al dolor”, generan un ciclo de anticipación negativa, dificultando la relajación necesaria para el placer sexual.
Además, señala que “el estrés y la ansiedad también están a la base del trastorno orgásmico y del trastorno del interés y de la excitación sexual. No obstante, más que hablar de “disfunciones sexuales femeninas”, desde un diagnóstico comprensivo se habla de “secuelas sexuales femeninas”, ya que en las experiencias sexuales traumáticas, la influencia familiar y cultural y la historia personal de cómo se vivió el primer encuentro –y no la biología– son lo que más incide en cómo vivimos la sexualidad posteriormente y desde qué roles arraigados la practicamos”.
La conexión entre experiencias traumáticas pasadas y el desarrollo del vaginismo es un punto central. Guzmán enfatiza que “las experiencias traumáticas pasadas, como el abuso sexual o las relaciones sexuales dolorosas, pueden tener un impacto significativo en el desarrollo del vaginismo”; estas experiencias generan miedo a la intimidad, desconfianza en la pareja y una asociación negativa con el sexo. Guzmán añade que sería producto del “dolor génito-pélvico por penetración, afectando en distintos grados la salud mental de las mujeres al provocar ansiedad, depresión y trastorno de estrés postraumático”.
La experta en sexualidad identifica patrones psicológicos como el perfeccionismo, el control excesivo y la falta de confianza como predisponentes al vaginismo. Añade que “desde una perspectiva terapéutica, estos patrones psicológicos pueden abordarse con terapia cognitivo-conductual, la que cuenta con evidencia de éxito en ayudar a identificar y modificar creencias, patrones de pensamiento y comportamientos negativos relacionados con el sexo”.
“Los desafíos psicológicos más comunes incluyen sentimientos de vergüenza, miedo, culpa, incomodidad y baja autoestima. Esto puede afectar negativamente la calidad de vida de muchas parejas, al provocar evitación de la intimidad y dificultades en las relaciones del día a día, con la consecuente disminución del bienestar emocional y sexual”, añade.
La comunicación abierta y la educación sexual son fundamentales en el tratamiento del vaginismo. La profesional destaca que esto “ayuda a empoderar a las mujeres para abordar sus preocupaciones y síntomas al proporcionar información precisa sobre su anatomía y la función sexual. Asimismo, promover la autoexploración y la verbalización de las necesidades y deseos sexuales con la pareja fomenta una comunicación honesta y respetuosa que nos desmarca de la posición de sumisión y aceptación resignada de la experiencia sexual, sin disfrutarla realmente”.
Es enfática señalando que “la educación sexual puede ayudar a superar –o al menos cuestionar– mitos y tabúes sobre la sexualidad femenina, reduciendo la vergüenza y la culpa asociadas al placer sexual, promoviendo una actitud positiva y abierta hacia la intimidad sexual, para no hacerlo desde la coerción o la violencia”.
Odette Freundlich, kinesióloga especialista en sexualidad, directora de Centro Miintimidad, y autora de “El secreto peor guardado”, comenta que el vaginismo se relaciona con la contracción involuntaria de los músculos de la vagina. Mencionando que, en cuanto a su enfoque multidisciplinario, el tratamiento para mejorar esta condición implica educación, trabajo con equipos especializados en sexualidad y terapia física.
La educación y el trabajo con un equipo multidisciplinario se muestran como una estrategia clave. Freundlich resalta la importancia de la participación de kinesiólogos/as especializados en sexualidad y sexólogos/as para abordar no solo los aspectos físicos sino también los psicológicos del vaginismo.
En cuanto a tratamientos médicos, Odette Freundlich comenta que “los tratamientos aislados no tienen la misma efectividad, pues no abordan a las personas en su totalidad”, enfatizando en que es importante el trabajo con equipos multidisciplinarios e integrales, en el que participe “un médico tratante, kinesióloga/o especialista en sexualidad y psicólogo/sexólogo/a”.
Comenta que existen “tratamientos aislados, como la aplicación de bótox en la musculatura vaginal, lo cual no trata la causa que origina el vaginismo”.
Isabel Tagle, ginecóloga y docente de la Facultad de Medicina Clínica Alemana Universidad del Desarrollo, identifica diversos factores que desencadenan el vaginismo, desde aspectos psicológicos hasta biológicos y concuerda con el apoyo del equipo multidisciplinario añadiendo que es importante también “abordar este tema como pareja y no como paciente único ya que los resultados del tratamiento van a ser más efectivos si ambos colaboran”.
Tagle describe cuatro categorías de tratamientos: “fisioterapia de piso pélvico, en el que se realiza el desarrollo de conciencia y control de la musculatura vaginal para restituir su función; terapias de respiración y relajación en el que se logra la desensibilización local del tejido (anestésicos locales/bótox) y se utilizan dilatadores vaginales. A la par se realiza terapia de biofeedback de piso pélvico; terapia farmacológica (anestésicos locales, relajante muscular, bótox, ansiolíticos); psicoterapia, terapia de pareja, experimental, hipnosis y terapia sexual cognitivo-conductual”.
La ginecóloga señala que “lo más importante al enfrentar a una paciente con vaginismo es indagar sobre su educación sexual e intentar informar ampliamente sobre la patología, la prevalencia, la importancia de la consulta y apoyo multidisciplinario es intentar alejar los miedos, incertidumbre, angustia y vergüenza que este tema les puede generar”, enfatiza en lo fundamental que es “realizar educación en pareja, escuchar a ambos y comprometer a la pareja en el tratamiento ya que los resultados serán mucho más favorables cuando se enfrenta juntos este problema”.
La invisibilidad del vaginismo y la demora en buscar ayuda son desafíos comunes. Tagle destaca la importancia de educar a las mujeres sobre cómo reconocer y buscar ayuda para superar el estigma asociado, sostiene que “el primer desafío es lograr que la paciente desee pedir ayuda, llegue a la consulta -ginecológica- y logre contar y visibilizar su problema. De esta manera se da el primer paso para lograr su mejoría. Luego viene vencer el miedo a enfrentar a la pareja y lograr involucrarlo en lo que le está pasando, muchas veces solo por vergüenza las pacientes tienden a normalizar lo que les está ocurriendo”.
El rol de los kinesiólogos/as de piso pélvico es crucial en el abordaje integral. Isabel Tagle indica que “tienen un rol fundamental en este trabajo en equipo ya la meta es lograr desarrollar conciencia y control de la musculatura de piso pélvico para que la pareja logre tener relaciones, que estas sean placenteras y mejore su calidad de vida en pareja”.
Así las cosas, apuntan a que el vaginismo va más allá de sus manifestaciones físicas, sumergiéndose en las complejidades psicológicas que la rodean. Desde las secuelas de experiencias traumáticas hasta la influencia de creencias culturales y sociales, el vaginismo se revela como un desafío multidimensional. La necesidad imperativa de una educación sexual integral y la colaboración entre profesionales de la salud mental y ginecólogos resuena como un llamado a la acción para poder abordar no solo los aspectos físicos, sino también los emocionales y psicológicos, abriendo la puerta a un enfoque más comprensivo y empático para empoderar a las mujeres en su búsqueda de una vida sexual plena y satisfactoria.