Identificar alérgenos, mantener limpieza, y planificar tratamiento bajo supervisión médica son algunas claves para mitigar los efectos y mejorar la calidad de vida.
Con la llegada del peak de alergias, muchas personas se enfrentan a síntomas incómodos y debilitantes. Es más, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 400 millones de personas padecen rinitis alérgica, y alrededor de 300 millones de personas sufren de asma, una condición que puede estar relacionada con las alergias.
En este contexto cabe preguntarse ¿es posible prepararse para el periodo peak de las alergias?
Según Mario Navarro, académico de la Escuela de Química y Farmacia UNAB y doctor en Farmacología, es posible, pero lo primero es corroborar el diagnóstico y clasificar el tipo de rinitis alérgica para cada paciente.
“Es muy importante identificar cuáles son los agentes ambientales que gatillan los síntomas, como, por ejemplo, polen, ácaros, caspa de animales, etc. Esto permitirá disminuir la exposición a los alérgenos en el hogar, manteniendo una limpieza adecuada y evitando los lugares con mayor presencia de gatillantes” complementa Navarro.
Además, explica, que esto permitiría elegir el tratamiento ideal para cada persona. Bajo supervisión médica se puede iniciar el tratamiento con antialérgicos antes de la temporada de mayor sintomatología o antes de la exposición a alérgenos en situaciones específicas.
Uno de los fármacos más utilizados para el tratamiento de las alergias son los antihistamínicos, pero ¿pueden tener consecuencias en la salud de quienes las toman?
Según el académico va a depender del medicamento. “Los antihistamínicos de primera generación, como la clorfenamina, tienden a producir más reacciones adversas, en especial sedación y somnolencia, lo cual es significativamente riesgoso para quienes conducen vehículos o maquinaria pesada” advierte.
Navarro también explica que los adultos mayores son especialmente sensibles a estos efectos, ya que pueden generar caídas o alteraciones cognitivas.
Por otro lado, señala que los antihistamínicos de segunda generación, como la loratadina, desloratadina, cetirizina, entre otros, son más seguros en este sentido, aunque tampoco están exentos de reacciones adversas.
El académico es enfático en tomar precauciones ante el consumo de alcohol, ya que el efecto depresor del sistema nervioso central que pueden producir los antihistamínicos se potencia con el alcohol u otros fármacos con el mismo efecto, como los ansiolíticos.
“Quienes estén bajo algún tratamiento farmacológico por otra patología no deberían consumir antihistamínicos sin consultarlo antes con su médico tratante” subraya Navarro.