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¿Son realmente los mejores? Los cuestionamientos no paran al premio de Los 50 Best Restaurants Latin America Gastronomía

¿Son realmente los mejores? Los cuestionamientos no paran al premio de Los 50 Best Restaurants Latin America

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Desde distintos sectores se han elevado las voces que cuestionan la decisión del jurado. En el caso chileno, existe cierta visión de elegir más a los amigos que a los que realmente están haciendo algo trascendente en la cocina local.


Desde hace años que existe un manto de duda con respecto a la elección de los premios gastronómicos. En la carta de renuncia del chef argentino Francis Mallmann al jurado de los 50 Best Latam el 2013 asegura que ve a sus colegas «tan preocupados por los premios que se pasan el año haciendo lobby ante los electores, saltando de conferencia en conferencia y, en mi opinión, perdiendo un tiempo valioso y distanciándose de los valores reales que hacen a un restaurante».

Además, sostiene que «los premios crearon un ambiente ficticio y ultra competitivo para nuestra cultura gastronómica» y que «los jóvenes chefs intentan cruzar puentes mucho antes de lo que deberían simplemente para ser diferentes, famosos o novedosos».

En la misma línea, el destacado crítico gastronómico de El País de España, Ignacio Medina, manifestó a El Mostrador que prefiere «no hablar de 50 Best, porque es darle una importancia a estos premios que ya no la tiene. Tanto así, que ni siquiera los voy a mencionar en mi columna».

El cuestionamiento en cuanto a algunos de los ganadores de nuestro país era evidente. Varios asistentes a la premiación señalaron en off que en el caso de Chile no es sostenible que siempre se premien a los mismos cuando hay propuestas gastronómicas que para muchos deberían estar por su aporte a la alta cocina chilena como es el caso del restaurante De Patio de Benjamín Nast o La Salvación de Rolando Ortega.

La lista de los 50 mejores se elabora desde 2002 por la revista británica Restaurant para competir, de cierta manera, con las clásicas guías Michelin o Zagat.

Hasta que hace años ganó visibilidad internacional. En la actualidad son tres las listas que se dan cada año: los 50 mejores del mundo, los 50 de Latinoamérica y los 50 de Asia. Son un negocio en sí mismo que ya casi no tiene nada que ver con la revista.

En todas las versiones las críticas son las mismas: se premia ante todo la novedad y el marketing, más que la buena comida. Platos extravagantes, chef al nivel de estrellas de rock, muchas imágenes en redes sociales y platos extravagantes y caros.

Aparecer en la lista es, sin duda, un buen negocio que funciona. Cuando Noma (Dinamarca) fue elegido el mejor en 2010, 60 mil personas querían reservar una mesa cada mes, según datos de Bloomberg, pese a que el lugar tenía solo 40 asientos en el comedor principal. También hubo una lista de espera de 27 mil comensales cuando se abrió una versión en Sydney en 2016 y de 62 mil en Tokio el año anterior.

El ranking los elaboran cerca de mil personas que incluyen chefs, periodistas y gente del sector.

Cada votante elige siete restaurantes en los que haya comido en los pasados 18 meses: máximo cuatro de su región y al menos tres de cualquier otra parte.

Se supone que la votación es anónima y no hay que justificar la elección ni demostrar que efectivamente comieron allí.

Aunque la idea es que los votantes del listado sean secretos, hay muchos que están identificados o se identifican ellos mismo, como publicó The New Yorker en un artículo donde un votante se identificaba como tal hasta en su tarjeta de visita.

Otra de las críticas son cómo cada país influir en el ranking con sus oficinas de turismo que financian viajes de prensa y ferias gastronómicas. Uno de esos casos es Perú que ha financiado diversas galas de la revista, según El Confidencial.

La campaña del vecino país rindió sus frutos luego de que en 2015 apareciera Astrid y Gastón en la cuarta posición y Central en la decimocuarta. Además, debutó Maido en el lugar 44.

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