A las 10.30 de la mañana de hace hoy 70 años, en un local de la muy selecta y parisina avenida Montaigne, un desconocido diseñador mostró al mundo una colección que acabó con la austeridad imperante y devolvió la alegría al vestuario femenino. El autor de esa revolución se llamaba Christian Dior.
La editora de la revista «Harper’s Bazaar» Carmel Snow, presente en aquel desfile, decidió que lo visto auguraba una nueva era.
Presa del entusiasmo, Snow felicitó al modisto: «¡Christian, querido, esto es absolutamente un nuevo ‘look’!». La colección quedó así bautizada para la posteridad como «New Look», aunque su autor la había titulado «Corola».
En solo dos meses tras abandonar la casa Lelong e instalarse en solitario con la ayuda del empresario Marcel Boussac, Dior, entonces de 42 años, había dejado su impronta para siempre en la moda.
«Lo que fue saludado como un nuevo estilo no era más que la expresión natural y sincera de la moda que yo quería. Pero sucedió que mi sentimiento muy personal sintonizó con la sensibilidad general», escribió el diseñador en sus memorias («Christian Dior y yo»).
Con su primera colección certificó el final de la sobriedad y la contención que marcaron el vestuario de la mujer durante los trágicos años de la II Guerra Mundial (1939-45).
Curiosamente, la onda expansiva del desfile de Dior se propagó antes por Estados Unidos que por la misma Francia.
Los compradores estadounidenses, que acababan de abandonar Francia porque las grandes casas como Balenciaga, Piguet o Balmain ya habían presentado sus colecciones, volvieron a Europa a la carrera sin deshacer sus maletas para interesarse por la gran sensación que acababa de dejar a toda la moda pasada de moda.
¿Cómo logró el joven Dior semejante impacto? Dándole la vuelta a todo: donde había faldas cortas y rectas, el las alargó y ciñó las cinturas; donde las chaquetas escondían los pechos, él realzó y redondeó los bustos; donde los hombros se ensanchaban, él los estrechó.
Icono de esas nuevas creaciones fue el traje Bar, con chaqueta blanca de cintura ceñidísima y falda negra plisada.
«Cuando, como responsable de un movimiento, quise analizarlo, comprendí que (la colección) encarnaba la vuelta al arte de gustar», reflexionó Dior en su autobiografía.
No todo el mundo entendió que, con una Europa en ruinas, Dior apostase por una visión que catalogaron de frívola.
La Ocupación nazi de Francia había masculinizado la ropa de mujer hasta convertirla en ocasiones en un vulgar trasunto de los uniformes.
Los volúmenes que el modisto empleó para su colección, que en ocasiones requerían hasta 25 metros de tela para elaborar una de sus largas faldas plisadas, eran la antítesis del espíritu de racionamiento y austeridad que presidía entonces el Viejo Continente.
Poco le importó al diseñador, cuya «maison» en apenas unos años exportaba ya la mitad de la Alta Costura francesa
El genio de Granville, en el Canal de La Mancha, apenas vivió una década más para observar cómo sus planteamientos impregnaban al resto de la Alta Costura.
Para celebrar este 70 aniversario, la casa Dior ha preparado una exposición prevista para julio en el Museo de Artes Decorativos de París, donde se exhibirán más de 400 vestidos en 3000 metros cuadrados, así como objetos y obras de arte que han influido en el proceso creativo de la casa.
Pero los fastos comenzaron ya en diciembre pasado, cuando apareció el primero de los siete libros que repasarán el paso por la «maison» de los siete creativos que ha tenido a lo largo de este tiempo: Christian Dior, Yves Saint Laurent, Marc Bohan, Gianfranco Ferré, John Galliano, Raf Simons y Maria Grazia Chiuri, actual responsable y primera mujer de la lista.