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El rubio de La Moneda Historia de Sábanas

El rubio de La Moneda

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Matea Briceño
Por : Matea Briceño Matea Briceño Ciudadana de pie, patines y bicicleta, trabajo en el servicio público al que llegué por mérito y vocación. Soy joven, profesional, amo la política y muchas veces creo que el poder me seduce después de mi jornada ;) #ChileCambióLasMujeresTambién #SoyDonante #UnaMujerUnCalzónRojo
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Verano de 2012. Acababa de entrar a la práctica, de hecho, me la había pasado todo el 1 de enero en una piscina escuchando al chiquillo de entonces tocar canciones en guitarra, pensé que por ahí iba mi historia del año, pero no. ¡Wait! Llegó mi pololo al depto.

-Hola amor ¿En qué estás?

-Avanzando en unas cosas para la pega ¿y tú?

-Vengo a ducharme y después debo  salir, tengo una reunión en el distrito

-Bueno, amor, no  hay nada que pueda hacer, así que filo.

-Sorry, no puedo escapar.

2 de enero de 2011, mi primer día de práctica en La Moneda, tomando apuntes de todo lo que tenía que hacer y a dónde tenía que ir, entonces  me mandaron a Cancillería a buscar unas cosas. Iba muy concentrada, pero me resultó imposible  no ver al rubio que venía bajando por la escalera derecha del Patio de los Naranjos. En ese tiempo, yo  tenía cero manejo y onda. Algo así como la Andy Sacks de El diablo se viste a la Moda. Así que me quedé pegada, mal. Él, muy buena onda, sonrió y me saludó. Yo, en mi fase más inteligentona, miré hacia otro lado.

Necesito hacer otra pausa, el celular de mi pololo está que se revienta con whatsapp. ¿Por qué será que una igual se pasa el rollo? ¿Y si lo veo? ¿Por qué no sé su clave del Iphone? Hasta dónde llega la confianza. Estoy entrando lentamente al lado oscuro de la fuerza, quizás es puro cargo de conciencia.

Filo, el asunto es que esa misma tarde, el rubio chasconcito de anteojos Jack me agregó a Facebook. Ahí me enteré que se llamaba Joaquín Urquieta, mino, pero el típico cuicón de universidad cota mil, y una, que es medio revolucionaria, que estudió en la casa de Bello, estaba medio complicado el idilio. Pero, como dice la Nathalie Nicloux, una igual es entusiasta del amor, ¿vio? Entonces lo acepté y me hice la mina un par de días hasta que (Santiago, 32 grados, la mitad de los ministros de vacaciones) me escribe: “Hola, creo que te he visto por estos lados, ¿en qué ministerio estás?”.

Y ahí comenzó mi camino a los infiernos, no era de mi misma cartera, era evidente que era medio facho y escribía 4 puntos suspensivos en vez de tres. Todo hacía parecer que no había qué temer. Pero no sé si era el calor, el aburrimiento de la pega, sus camisitas Lacoste, o su pelo rubio estilo El Principito, que algo me pasaba y  así todo empezó a pasar.

De qué hablan dos chiquillos mientras no están dándose besos o tirando, de lo segundo que más les gusta hacer en la vida, de pega, de maquineos políticos en este caso. Con el paso de los años, no sé si es una característica de ciertos hombres, pero después de tirar, hablan de pega, empiezan a  contar cosas ultra confidenciales, no sé si es una prueba de confianza. Algo ocurre entre la excitación, primero, y el ser unos vende madres, después. Con el Joaco, me empecé a dar cuenta de eso. Supe todo sobre conformación del Ministerio de Planificación. Yo no cachaba nada, pero todo me parecía no comentable, al menos no con alguien que podría haber filtrado entre patios “la copucha” o qué se yo.

Otro corte. Mi pololo figura en toalla mirando muy concentrado su celular (a mí con suerte me pesca los whatsapp). Trato de mirar de reojo. “Me llamó mi mamá”, agrega. Por qué una se pasará tanta película, si quiere hacerlo, lo hará con o sin mi versión psycho de la reportera del crimen que quiere saber con quién habla en verdad.

Vuelvo con el Joaco, todo iba bien hasta “te tinca que el finde hagamos un carretito con mis amigos del cole”. Qué, por qué querría juntarme con ellos, de seguro eran unos pijes insoportables… y así fue. “Tu polola es más morenita Joaco”, fue lo primero que dijeron. No estaba entre políticos progresistas que habían estudiado en las mejores universidades del mundo (como él Joaco anunció), sino con los hijos de dueños de fundaciones que se vinculaban con política,  básicamente eran veranentes de Cachagua  que creían que las marchas estudiantiles eran eso que pasaba allá abajo y “pobre Joaco que tenía que llegar en metro al trabajo”. Esto – otra vez- era un asunto de lucha de clases.

-Chao, amore, voy a llegar tarde – y me da un beso, mientras bajo la pantalla del computador

-Bueno Joaco, que te vaya súper.

-¿Qué?- ¡cresta! Le dije Joaco, cómo salgo de esto, ¡¡¡ay!!!

-¿Quién es Joaco?- se ríe.

-Nada, estaba leyendo algo en Facebook de un tal Jaime que se gorrea a la polola y no sé, me pasé el rollo, por eso cerré el compu, filo- actúo aproblemada.

-Ya, Tea. Tranquila, no andes pensando tanto en otros dramas o en otros hombres, más  para mí, menos para el rubio de La Moneda. Chao.

Cierra la puerta y quedo en shock, quizás sabe, quizás leyó la parte hot de la historia y ahora hay que abrir el expediente ex, pero si Joaquín no dio ni para ex. De hecho, una vez descartado como pololo por su, cómo decirlo, ideología incompatible, no lo pesqué más, pero no sé, algo tenían sus besos o quizás me prendía mucho el hecho de que fuera tan facho, me daban ganas de querer chasconearlo, hablarle de la revolución, no sé, fetiche anti marxista, algo, ¡ay! Esos brazos de deportista de laguna, ¡ay! Me acuerdo y me da algo en el cuello, los recuerdos y bueno, estuvimos así dos meses.  Después de la pega, en su jeep (empezó a ir en él cuando descubrimos todo lo que podíamos hacer camino a su depto), una vez en su escritorio, pero no sé, de repente el verlo tan clase alta, tan de derecha, ya no me hacía despegar.

Un día que nos quedamos viendo películas en su departamento en Vitacura (en el mismo barrio, al que acabo de llegar) apenas se durmió, me fui de vuelta a mi pequeño lugar en el centro. Al día siguiente y asumiendo mi no manejo comunicacional, el rubio de La Moneda llegó con un ramo de rosas a mi escritorio y así fue como todo el mundo se enteró que estábamos juntos.

-¡Uy! el montón de pretes que se acaban de espantar con este ramo de flores- me dijo una de mis jefas. La otra se acercó y me secretió: “Ahora que no te vean con nadie más, porque este ambiente es muy re chico y facilito las niñitas lindas como tú quedan de putitas. Es mi consejo, he visto pasar a muchas y yo sé que usted es inteligente”.  Y esa fue la primera vez que continué una relación por el qué dirán, hasta que terminó mi práctica y volví a terminar mi último año, misma temporada en que Joaquín se comprometió y casó con una compañera de colegio. Después el Presidente Piñera terminó su gobierno, él se fue y yo volví, con mucho cuidado y tratando de pasar muy piola.

Justo cuando termino la historia, mi celular acaba de sonar, es un whatsapp del pololo: Tea, no tengo idea quién es Joaquín, ni el rubio de La Moneda, ya estamos grandes pera las mentiras, hablemos cuando vuelva.

Colorín colorado, este cuento, no ha terminado.

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