Los sicólogos Alexandra Vidal y Sergio Schilling entran en las relaciones sentimentales, analizando las distintas etapas del amor. ¿Es siempre igual el amor? ¿Cuándo un pololeo es tóxico? ¿Se puede superar la barrera de los cuatro años que duran las hormonas placenteras? Los expertos responden.
En todas partes del mundo y a lo largo de la historia, se han escrito canciones y poemas, se han librado batallas e incluso se han cometido horrorosos crímenes en nombre del amor.
Pero… ¿qué es el amor?
Hay múltiples definiciones según sea el área de estudio que lo abarque.
Para la sicóloga y sexóloga Alexandra Vidal, “el amor es un sentimiento que se tiene hacia otra persona, que va cambiando con el tiempo, va madurando, y se van modificando los intereses y la intensidad”.
“Al principio se está en un estado de idealización donde solamente son dos y nadie más, pero con el tiempo viene una separación natural para que cada uno siga en su día a día, porque no se podría vivir así, pegado todo el tiempo», explica Alexandra.
Para el sicólogo Sergio Schilling, en cambio, “el amor es un impulso que, después de varios procesos, busca superar el miedo de contactarse con el otro”.
“Este impulso tiene características ajenas a la parte racional del ser humano. Es el estimulo más importante, que nos mueve a hacer cosas, que muchas veces pueden parecer irracionales, pero tienen que ver con la búsqueda del placer y la satisfacción», agrega.
La definición de Schilling está basada en los estudios de la antropóloga Helen Fisher, quien revolucionó hace unos años el mundo al decir que el amor sólo dura cuatro años.
La especialista centró sus estudios en intentar averiguar los mecanismos cerebrales que están implicados en el proceso del enamoramiento y el amor y logró identificar tres etapas: el deseo, el amor romántico y el cariño o apego tras una larga relación.
Durante el deseo, se siente una gran estimulación sexual y la atracción está basada en atributos como la apariencia, gracias a la influencia de las hormonas sexuales (testosteronas y estrógenos).
En la etapa del amor romántico, se siente una adicción hacia el otro efecto de la dopamina, también llamada hormona de la felicidad -muy presente en los adictos- y hay una satisfacción que produce el otro, por lo que se quiere estar todo el tiempo con él. Es cuando estamos bajo la acción de la serotonina, que influye en los estados de ánimo y el impulso.
Es durante el apego donde nacería realmente el amor verdadero, que vendría aproximadamente después de 18 meses. En esta etapa se puede estar sin el otro todo el tiempo, pero hay amor y respeto y consideramos al otro como parte de nuestra familia. En esta etapa intervienen hormonas, como la oxitocina u hormona del amor, responsable de la confianza, la empatía y la compasión.
Por lo tanto, el amor, según los estudios de la antropóloga, tendría que ver con la perpetuidad de la especie. “Luego de la atracción para reproducirse, el apego es la sensación de calma que se da con los años y que permite mantener una relación en el tiempo como para criar a un hijo”, explica Schilling.
Por eso, el sicólogo afirma que estadísticamente los matrimonios tienden a separarse cuando los hijos tienen entre 4 y 5 años, que es cuando “biológicamente ya están preparados para sobrevivir”.
“Queremos el amor eterno, pero nuestra biología no está hecha para eso”, manifiesta Schilling. “Para trascender en el amor hay que ir en contra de la biología lo que implica esfuerzo y constancia. Pero los seres humanos siempre estamos desafiando las leyes naturales, como cuando construimos los aviones, así que se puede lograr”, agrega.
¿Se puede lograr un amor para toda la vida?
Pese a que es difícil, Schilling cree que el impulso debe transformarse y lograr cosas en común que los vinculen y mantengan satisfechos y unidos.
“La sexualidad dura poco, no es una experiencia que trascienda. El amor implica sacrificios y renuncias. El sacrificio es, quizás, la parte más sublime del amor”, determina.
Para Alexandra Vidal, “el amor se vive de manera distinta para cada persona, dependiendo de la salud mental que se tenga y de la seguridad en sí misma”.
“Hay amores que son dependientes, de apego enfermizo, donde se acepta y se hace todo por el otro por miedo a una pérdida. Pero hay también amores más sanos, donde se respetan los espacios de cada uno y están juntos sin esperar nada a cambio, porque se es feliz solamente entregando. Es un amor desapegado e incondicional”, explica.
A su vez, Schilling cree que “sólo se puede experimentar amor cuando se dedica devoción a algo, pues para sentir amor hay que dar amor».
Ese sería el principal error de nuestra sociedad de consumo actual, en la que “pensamos que tenemos derechos sobre los otros y que el amor fluye naturalmente como en las películas y que las personas que nos aman deben hacer cosas para y por nosotros”, sostiene Schilling.
Estos principios son los que enunciaba el sociólogo Zygmunt Bauman en su concepto de “amor líquido”, que se basaba en la idea la fragilidad del vínculo que existe en la actualidad, con pocos valores, pensando principalmente en las recompensa y donde el amor es desechable.
“En esta sociedad de consumo, no sólo el amor de pareja es desechable, si no el de los padres hacia sus hijos, a los abuelos y a todo lo que te rodea”, detalla Schilling.
Pero no sólo influye la sociedad en que vivimos para que se acabe el amor. “Generalmente el amor es mal llevado, causa más sufrimiento que satisfacción por las vivencias de nuestra infancia, por las carencias que traemos, los maltratos, por tener un niño o niña interna herida”, establece Vidal.
“Detrás de las penas de amor, hay una mala infancia y una baja autoestima, que hace que te unas a personas disfuncionales. Quienes se aman a sí mismos no permitirían jamás estar en una relación tóxica o disfuncional”, asegura.
“En el amor sano se siente satisfacción dando amor, por lo que no hay recriminaciones, ni celos, ni miedo a las pérdidas. Simplemente se disfruta”, agrega.