Si bien se supone que las mujeres tenemos una mayor habilidad para estar en varias tareas «a la vez», esta virtual capacidad está, en gran medida, sobrevalorada y la mayoría de las veces hay algo que queda en el camino.
Un bebé en un brazo, el celular en la otra mano y el reporte laboral que deberá presentar mañana en la cabeza. En la mesa, la computadora resiste la inminente caída de la papilla que se menea arriba de sus teclas. La vida multitarea no se resume a las horas de trabajo, sino que llega a casa, va a una cena afuera y -a veces- hasta entrena en el gimnasio. Si bien se supone que las mujeres tienen una mayor habilidad para estar en varias tareas «a la vez», esta virtual capacidad está, en gran medida, sobrevalorada y la mayoría de las veces hay algo que queda en el camino, como el documento que nos olvidamos de adjuntar en el mail.
El multitasking no sólo quema nuestro cerebro: quema la cena en el horno que nos olvidamos de apagar mientras buscábamos pasajes para las vacaciones, es decir, aumenta la probabilidad de error. «No existe la persona multitasking: si está haciendo varias cosas a la vez, algo va a hacer mal», opina la ingeniera Tania Cosentino, vicepresidenta de Schneider Electric para la región. «Somos capaces de cambiar de temas más rápido que los hombres, pero debemos quebrar el prejuicio de que las mujeres tenemos que trabajar más para lograr un espacio».
El biólogo Estanislao Bachrach lo explica en su libro Ágilmente (Sudamericana): «No es posible prestar atención a dos o más actividades de manera eficiente sin que alguna de ellas sufra un impacto negativo en comprensión, eficiencia, realización, etcétera. Los estudios muestran que cuando alguien quiere hacer varias cosas al mismo tiempo, prestando atención focalizada a cada una de ellas, muchas veces se autointerrumpen esas tareas». Y agrega: «Se estima que estas personas tardan el doble de tiempo en hacer esas tareas y cometen el doble de errores en cada una de ellas. Lo mejor que podemos decir sobre estas personas multitasking es que tienen buena memoria y por ello son capaces de prestar atención a muchos estímulos, pero uno por vez».
El juego de multitasquear es peligroso cuando se expande en el calendario y en la agenda, cargada de actividades y temas pendientes. Cuando los objetivos están claros y no queremos «renegociarlos», Agostina recomienda «bajar» todo lo que está en nuestra cabeza. Puede ser en un papel o en aplicaciones para el celular, como WunderList, que permite gestionar las tareas pendientes de una manera sencilla, se puede compartir con otros y se sincroniza con el calendario. El orden -tan de moda con Marie Kondo y otras gurúes de la organización doméstica- es fundamental para liberar la cabeza de preocupaciones y, claro, prevenir olvidos.
«Hacer las cosas al 100%» -uno de los mantras de los instructores de la fundación El Arte de Vivir- se aplica en este caso, ya que tiene que ver con la calidad de vida que queremos y qué hacemos para lograrla. Establecer prioridades que evalúen la urgencia y la importancia de los pendientes (los cuatro cuadrantes de Stephen Covey: importante y urgente, importante pero no urgente, no importante y urgente, no importante y no urgente) puede ayudar a sacar un peso de encima y estimular la creatividad en toda situación ya que, como sabemos, ésta se «apaga» en épocas de estrés.
Fuente: El Clarín