Se cumplen 20 años de la publicación de ‘Harry Potter y la piedra filosofal’. La vida de la mujer que creó ese mundo magia no comenzó como sus relatos, pero podríamos decir que si terminó como ellos. Separada, sin dinero, vivía la peor época de su vida. En medio de esos días negros, sufrió de depresión clínica. Quería suicidarse. Cuidaba a su hija sola, pero logró salir adelante escribiendo en cafeterias lo que sería la saga de mayor éxito de los últimos tiempos.
Stephenie Meyer, Suzanne Collins, Veronica Roth y Gillian Flynn tienen varias cosas en común. Todas son autoras de libros que han sido devorados por millones de lectores alrededor del mundo: Crepúsculo, Los juegos del hambre, Divergente y Perdida, respectivamente. Todas son mujeres. Todas han conquistado al público adolescente, tradicionalmente reacio a la lectura. Estas cuatro escritoras utilizan su nombre completo, que hoy es sinónimo de triunfo, en las portadas de sus novelas. En esto último se diferencian de J.K. Rowling, quien tuvo que firmar su primera obra, Harry Potter y la piedra filosofal, con iniciales: su editorial temía que nadie quisiese comprar el libro si estaba firmado por una mujer.
Ni siquiera son sus iniciales reales. Joanne Rowling (Jo para los amigos) no tiene segundo nombre, así que decidió inventarse una K en honor a su abuela Kathleen. Joanne estaba acostumbrada a improvisar sobre la marcha, así que no le costó sacarse de la manga un nombre artístico. Ese mismo instinto de supervivencia fue lo que la llevó a huir de Oporto en 1993, tras un matrimonio de un año con un portugués en el que sufrió violencia doméstica, sin nada más que su hija recién nacida en un brazo y una maleta en el otro. Pero esa maleta contenía los tres primeros capítulos de un libro que cambiaría su vida, y la de millones de niños.
Joanne se instaló en Edimburgo, y se vio obligada a solicitar la ayuda de la Seguridad Social para mantener a su hija. «Los que dicen que el dinero no importa es porque siempre lo han tenido –asegura Rowling–. Cuando alguien entra a robar en tu casa y no tienes ni para pagar el cerrajero, el dinero importa. Cuando te faltan dos peniques para comprar alubias en lata y tu hija tiene hambre, el dinero importa. Cuando te planteas robar pañales en la tienda, el dinero importa».
Como tantas personas sin empleo, decidió aprovechar su tiempo libre para hacer algo productivo. Cada día se sentaba en una cafetería, el único lugar donde su hija se dormía gracias al murmullo de los clientes, y alargaba un café con leche durante horas. Escribía sin parar. Durante esta etapa llegó a ser diagnosticada con depresión clínica, e incluso contempló el suicidio, pero tenía que seguir adelante. Joanne canalizó su angustia mediante la creación de los Dementores, criaturas que absorbían el dolor de los demás. Cuando terminó el primer borrador de Harry Potter y la piedra filosofal, tuvo que transcribirlo entero porque no tenía dinero para fotocopias. Envió la segunda copia a un agente literario y, en lugar de sentarse a esperar una respuesta, escribió el capítulo final de la séptima entrega. Aún no tenía editorial, pero ella creía profundamente en el universo que había construído, y tenía claro que debían ser siete libros.
Doce editoriales rechazaron el manuscrito, hasta que un día el presidente de Bloomsbury le dio el primer capítulo a su hija pequeña para ponerlo a prueba. Pocos minutos más tarde, la niña bajó al salón a suplicarle que le dejase leer el resto del libro. El presidente de la editorial le ofreció inmediatamente a Rowling un cheque de 3.000 euros, un dineral comparado con los 325 euros mensuales que en aquel momento recibía de la Seguridad Social. Era 1997 y la primera tirada de la novela fue de 1.000 ejemplares. Hoy esas copias están valoradas entre 20.000 y 30.000 euros. La denominada «Potter-manía» se desató con semejante fervor que tres años más tarde la cuarta entrega vendió 370.000 copias en un día (lo mismo que la tercera había vendido en un año). A partir de entonces, cada nuevo título de la saga batía records históricos y el séptimo y último, Harry Potter y las reliquias de la muerte, despachó 11 millones de ejemplares en 24 horas.
Con solo el primer libro publicado, Hollywood luchó por los derechos de adaptación al cine. Aquella negociación supuso la primera oportunidad para Rowling de tomar las riendas de su propia obra, tal y como había hecho con el resto de su vida: luchando por proteger lo que era suyo. Trabajó con el guionista y los actores para explicarles hacia dónde iba la historia, y exigió que todos los intérpretes de la saga fuesen británicos y que las cintas fuesen íntegramente rodadas en el Reino Unido, con todos los beneficios económicos para el país que eso representa. «Estoy en deuda con el sistema de Seguridad Social británico. Cuando mi vida tocó fondo ahí estuvo esa red para amortiguar la caída. Eso es, en cierto modo, lo que yo considero patriotismo», escribió Rowling en un artículo para explicar por qué mantenía su domicilio fiscal en Gran Bretaña.
Y los impuestos que paga J.K. Rowling no son pocos. En 2008 se convirtió en la primera persona de la historia en amasar 1.000 millones de dólares exclusivamente mediante la literatura, pero cuatro años más tarde desapareció de la lista de Forbes de las mayores fortunas del planeta: había donado la mayoría de su dinero a causas benéficas. «Tengo dinero de sobra, no tanto como la gente cree, pero sí más que suficiente», aclaró Rowling.
Hoy, Joanne Rowling sigue expandiendo su legado y el universo de Harry Potter con Animales fantásticos y dónde encontrarlos, la primera entrega de las cinco películas que contarán las aventuras de Newt Scamander. Y no lo hace por el dinero, sino porque le da la gana. Su actitud rebelde es la de una mujer que se ha ganado todo lo que tiene, así que no va a bajar la cabeza ante lo que ella considera injusto. Se ha mostrado en contra de la independencia de Escocia, comparando a los nacionalistas escoceses con los mortífagos, porque desprecian a aquellos cuya sangre no es pura. También se manifestó a favor de la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea: «Fui criada por una madre francófila, mi familia está orgullosa de su herencia francesa. Me encanta tener múltiples alianzas y asociaciones culturales. Me hacen más fuerte, no más débil. Mis valores no están constreñidos por fronteras. Cruzar el Canal [de La Mancha] sin necesidad de visado tiene un valor simbólico para mí. Aunque no esté en mi casa, me sigo sintiendo en mi tierra natal».
La espontaneidad, franqueza e integridad con la que Rowling aborda las redes sociales la ha convertido en una de las personas favoritas del mundo. Cuando alguien le escribe para decirle «no entiendo por qué dijiste que Dumbledore es gay, yo nunca lo he visto así», ella responde que eso es porque las personas gays tienen aspecto de personas. Ante las quejas de que la Hermione adulta fuese interpretada por una actriz negra en la obra de teatro Harry Potter y el niño maldito, Rowling aclaró en Twitter: «El canon es que [Hermione] tiene los ojos marrones, el pelo rizado y es muy lista. Nunca especifiqué piel blanca». Rowling no va a dejar que nadie le diga lo que tiene que hacer, y las estupendas críticas de las últimas expansiones del universo Potter le dan la razón. «Tras publicar el segundo libro recibí la carta de una madre muy indignada –recuerda la escritora–. Se quejaba de que el final era muy inquietante y que debería haber encontrado alguna forma mejor de terminar la historia. Me prometió que si continuaba por ese camino seguiría escribiéndome cartas para criticarme. Así que le respondí que no leyese el resto de los libros».
J.K. Rowling ha vivido demasiado como para aguantar tonterías. Sigue creyendo en sí misma con el mismo ímpetu que tenía cuando nadie más lo hacía. Es una mujer hecha a sí misma en el sentido pleno de la expresión: «Me sentí liberada, porque mi mayor miedo (vivir ante el umbral de la pobreza) se había hecho realidad, y aun así tenía una hija a la que adoraba, una máquina de escribir y una gran idea. Así que tocar fondo fue el cimiento sobre el cual reconstruí mi vida». Sus reflexiones acerca de la vida no son la típica filosofía barata de las famosas, sino confesiones sinceras de una mujer que, más allá de la fama y el dinero, ha sido asombrosamente capaz de mantener coherencia consigo misma. Y en los tiempos que corren, en los que la incertidumbre, el miedo y la pérdida de la fe en nosotros mismos parecen formar parte de nuestro estilo de vida, quiza sean lo único que pueda ayudarnos a salir adelante y vencer a mortífagos, dementores y señores sin nariz.
Fuente:VanityFair.es