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A un año de la primera marcha Ni Una Menos: ¿Ha cambiado algo en Chile con respecto a la violencia hacia las mujeres? ANÁLISIS

A un año de la primera marcha Ni Una Menos: ¿Ha cambiado algo en Chile con respecto a la violencia hacia las mujeres?

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Loreto Santibáñez
Por : Loreto Santibáñez Editora de Agenda País y Revista Jengibre. Periodista UC
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Tres mujeres analizan cómo ha influido el movimiento Ni Una Menos en nuestra sociedad, donde los femicidios no disminuyen y los derechos aún no aumentan.


“Tenemos que hacer el llamado una vez más a terminar con la violencia machista contra las mujeres de nuestro país. Ni la violencia sexual, ni el acoso callejero, ni la violencia sicológica, ni la violencia física – que tiene su expresión más brutal en el femicidio- deben tener cabida en nuestra sociedad», decía este viernes la ministra de la Mujer y Equidad de Género, Claudia Pascual, luego de que esta semana una dirigenta social fuera encontrada muerta en una vivienda en Chonchi, Chiloé, con diversas  contusiones y heridas cortantes en su cuerpo.

Para la secretaria de Estada, esto «solo es producto de una cultura machista en que hombres se creen con derecho a tomar las vidas de mujeres, niñas y adolescentes. Hacemos el llamado a construir una nueva forma de relacionarnos entre hombres y mujeres, y a ser todas y todos agentes activos en la prevención y detección de toda forma de violencia”.

Lo cierto es que si se confirma que fue femicidio, se sumaría a más del medio centenar de mujeres que han muerto este año por violencia machista. Según cifras de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, hasta esta fecha en el 2017 ya van 54 femicidios -6 de los cuales no fueron informados por la prensa- y un suicidio femicida (Antonia Garros). Esto quiere decir que hubo un aumento con respecto al 2016, cuando la institución registró 52 casos.

Las cifras no lo esperado ni por el gobierno ni por las organizaciones que defienden y promueven los derechos de las mujeres y menos por las miles de personas que han salido a las calles de nuestro país para manifestarse y protestar contra esta violencia. Manifestaciones que se han dado masivamente desde hace un año.

Fue en octubre de 2016 cuando la adolescente argentina Lucía Pérez (16) fue brutalmente asesinada en Mar del Plata después de ser drogada y violada. Ese mismo mes, pero en Chile, el cuerpo de la pequeña Florencia (10) fue encontrado en Coyhaique luego de que su padrastro la ahogó, quemó y enterró en el patio de su casa. Un año marcado además por una de las agresiones más impactantes que se había registrado en nuestro país: el femicidio frustrado de Nabila Rifo, a quien no solo le sacaron los ojos en el brutal ataque sino que estuvo varias semanas al borde de la muerte.

La indignación de las mujeres ante los crímenes aumentaba en este lado del planeta. Miles de personas comenzaron a exigir no solo justicia sino medidas concretas a su gobierno contra la violencia hacia la mujer. Desde Argentina convocaban a una marcha el 19 de octubre, pero esta sería distinta: el movimiento que desde el 2015 había empezado a visibilizar la violencia machista en uno de los países más peligrosos para las mujeres en el mundo -cada 30 horas una muere- había trascendido más allá de las fronteras.

La consigna “Ni Una Menos» fue tomando fuerza, pues el problema ya no era nacional, sino mucho más profundo. Tanto, que hace un año se hizo eco no sólo en Argentina y Chile, sino también en Perú, Bolivia, Colombia, México, entre otros países.

En Santiago, más de 80 mil personas -muchas vestidas de negro en señal de luto- marcharon para protestar por la violencia contra las mujeres en Chile y en el mundo. Además, exigieron políticas públicas para resguardar a las víctimas y una educación de la sociedad para frenar los ataques y femicidios.

Manifestaciones similares se replicaron en las principales ciudades del país.

Marcha Ni Una Menos 2016. Foto: Agencia Uno.

¿Qué cambió en un año? Las muertes no han disminuido, pero sí ha decaído en algo la convocatoria a estas manifestaciones. Sin embargo, el concepto está masificado y no hay duda de a qué se refiere, tanto para quienes están a favor como para sus detractores.

Nadia Martínez, vocera de la Coordinadora Ni Una Menos Chile cree que sin duda hay una mayor conciencia, pero no es suficiente. «Las mujeres han despertado, están nombrando violencias que antes no se consideraban como tal y eso es un aspecto súper positivo. Sentimos que lo que está faltando es darles una construcción a lo mejor más feminista de la realidad del acoso, de la violencia en el pololeo, por ejemplo, que es un período muy largo dentro de la vida emocional de las mujeres, que corren también peligro porque todavía no hay una normativa o no hay construcciones culturales que nos ayuden a estar protegidas dentro de ese tipo de relaciones», señala.

En ese sentido, sostiene que hay un estancamiento en las medidas que sancionan. «Somos un país que tenemos un marco legal bien amplio en términos de violencia intrafamiliar y como apuntando al espacio íntimo, que es un error según nosotras, porque la violencia se da en todos los espacios y claro, el hogar se ha vuelto un factor de riesgo también porque muchas mujeres mueren en sus casas asesinadas por sus propias parejas, pero creemos también que ahí hay que darle una vuelta más allá», señala.

Esa opinión coincide con la de María José Castillo, abogada de Corporación Humanas. «Consideramos que este movimiento ha logrado visibilizar la violencia hacia las mujeres no solamente en el espacio doméstico sino que llevarla también al espacio público y al institucional», indica la especialista. Y si bien cree que el movimiento ha sido un gran aporte al visibilizar un problema que afecta a más de la mitad de la población por el riesgo, también sostiene que «falta todavía mucho por avanzar para que las mujeres y las niñas podamos tener una vida libre de violencia. Esto es responsabilidad del Estado y vemos que no se ha avanzado mucho al respecto».

Martínez por su parte, profundiza en el problema. «Tenemos indicadores de parte del Estado que entregan muy poca información, que no sirven o no han servido hasta acá para hacer cruces respecto de la violencia en otras direcciones, entonces las niñas van a la educación básica o a la enseñanza media y se encuentran con violencias respectos de sus propios cuerpos, de sus prácticas, de su forma de vestir, etc. y no saben cómo abordarlas. Por suerte se están organizando las niñas tanto en los liceos como en las universidades, pero hay acoso, hay prácticas que son muy misóginas, que tienen que ver con estos roles privilegiados que tienen los varones con un rango académico importante y por lo mismo cuentan con mayor credibilidad que las propias alumnas», explica.

Para la vocera de Ni Una Menos es fundamental un cambio más profundo en la educación, pues las leyes sancionan luego de que el hecho violento ya ocurrió y, a veces, es irreversible.  «Queremos apuntar a la prevención y queremos tratar de ir a la raíz, a las causas porque este no es un problema monocausal, hay muchas razones por las que suceden estos crímenes de poder. Entonces nos interesa mucho llegar por ejemplo a las mujeres antes de que empiecen sus relaciones de pololeo, que tengan estos niveles de conciencia de que son sujetos de derecho, ideas que apunten a su dignidad como personas y abordándolo desde educación inicial», sostiene.

Y agrega: «Nos interesa entrar al curriculum en ese ámbito educativo, nos interesa en el fondo atravesar estos contenidos de forma permanente porque lo que observamos es que el ministerio lo que está haciendo es muchas capacitaciones breves, jornadas cortas, cursos en línea y nosotras queremos un trabajo de proceso, los eventos así no sirven».

La dirigente es enfática en señalar que no puede haber una incidencia real en los estudiantes con tan pocas intervenciones. «Creemos que a través de una asignatura esto sí se podría lograr y también a través del plan de convivencia de cada colegio. Hay normativa muy reciente que indica a los colegios que deben generar estos planes de convivencia pero no tienen perspectiva de género hasta acá, entonces ese elemento habría que incorporarlo. Si tú trabajas con niñas desde la salacuna, jardines infantiles hasta la universidad generando esta conciencia, probablemente esa niña va a pensar de otra manera de aquí a 10, 15 o 20 años más y va a estar ‘vacunada’ en cierto sentido contra toda esta cultura patriarcal que, como sujetas subalternas, las somete a relaciones riesgosas», manifiesta Martínez.

«Sin prevención es muy difícil que tengamos avances y esta intervención debe ser de proceso y durante muchos años por lo menos hasta que los indicadores de violencia bajen», enfatiza.

En el caso de la abogada de Corporación Humanas, existe también cierto temor con respecto a la legislación que se ha venido trabajando. «Si bien se envió un proyecto de ley de violencia integral, las organizaciones de la sociedad civil y los movimientos feministas consideramos que es bastante deficiente», dijo.

También cuestiona que el hecho de haberse enviado recientemente hace que esté en su primer trámite de discusión y que puede demorarses más tiempo del presupuestado. «Ya tenemos la experiencia de lo que pasó con la ley de la despenalización del aborto en 3 causales, que tratamos prácticamente tres años que saliera a la luz y bastante distinta y deficiente a como fue planteado el proyecto inicial, así que en esa situación nos preocupa bastante cómo vemos el escenario a futuro en la integración del Congreso», explica.

Por eso Castillo emplaza además también a los candidatos presidenciales y sus propuestas en materia de derechos de las mujeres. «Hasta el momento en lo que hemos visto han sido bastante deficientes sin perjuicio de algunas u otras que sean más completas, pero consideramos que todavía falta mucho por avanzar, Chile es un país bastante machista, pero creemos que el movimiento Ni Una Menos sí ha ayudado bastante a visibilizar este problema que venimos ya trabajando organizaciones feministas hace varios años», sostiene.

Marcha Ni Una Menos 2016. Foto: Agencia Uno.

¿Y qué pasa con los medios de comunicación?

Durante este año fue el caso de Nabila Rifo el que más se comentó pero también marco ciertas pautas. El matinal de Canal 13 fue multado por el Consejo Nacional de Televisión porque “no solo fueron expuestos antecedentes relativos a la intimidad de una mujer, sino que además, le fue propinado un trato violento y denigrante, que no se condice con su condición de víctima de un delito particularmente grave, respondiendo dicho trato a lógicas de violencia de género, importando todo lo anterior un desconocimiento de su derecho a la intimidad e integridad psíquica, y con ello, de su dignidad personal; incurriendo en consecuencia la concesionaria, en una infracción al principio del correcto funcionamiento de los servicios de televisión“.

También referente a Rifo fue el cuestionado capítulo de Informe Especial que usó solo ese caso para dar a conocer los errores que existen en las investigaciones judiciales en todo nuestro país.

Pero también existe la cobertura diaria de casos menos expuestos. La presidenta de la Comisión de Género del Colegio de Periodistas, Fabiola Gutiérrez, explica que «si bien los medios de comunicación han intentado en los últimos años ser más conscientes en el abordaje de los casos de violencia machista y femicidios persisten prácticas editoriales que perpetúan otras formas de violencia, y una de ellas es la simbólica. Aún nos encontramos con titulares y argumentos ‘la mató por celos’, ‘crimen pasional’ o excusando al agresor al decir que era un buen hombre, un buen padre o un buen vecino».

«Parte del trabajo de la Comisión de Género del Colegio de Periodistas ha sido evidenciar esas prácticas que reproducen discriminación y violencia. Por ello, hemos generado alianzas con otras comunicadoras y periodistas para trabajar la violencia de género desde un enfoque de derechos. Por otra parte, hubiese sido esperable que en el marco del nuevo proyecto que se discute sobre violencia -por el derecho a una vida libre de violencia- se hubiese puesto un mayor énfasis o más incorporación de los medios de comunicación, como actores claves, para avanzar en el cambio cultural que se requiere y porque creemos que desde el Estado se deben dar señales clara, ya que los femicidios no han disminuido», sostiene.

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