El reconocido abogado explicó como hasta hace unos años la ley le daba atribuciones al hombre, por ser el jefe de familia, que normalizaba la violencia hacia las mujeres y los niños.
El pasado viernes, la Municipalidad de Macul junto a la Fundación para la Confianza realizaron un seminario sobre la imprescriptibilidad del abuso sexual infantil, donde participó un panel de expertos. Entre ellos estaba el abogado Juan Pablo Hermosilla, parte del directorio de la fundación, quien explicó, entre otras cosas, como a sus 57 años, le ha tocado ver un giro radical en el Derecho y, de paso, expuso cómo las leyes de nuestro país pasaron de resguardar los derechos del hombre -la sociedad patriarcal- en el que había mecanismos de opresión y de disciplinamiento, a centrarse en las personas.
“A mí me enseñaron, esto lo decía el Código Civil, que el jefe de familia era el hombre, eso decía la ley. Cuando uno levantaba la mano y le decía al profesor: ‘¿Pero por qué?’, te miraban con cara de eres idiota, de cómo no entiende usted y te decían: ’Porque los hombres somos más racionales. Las mujeres son maravillosas, pero son tan emocionales’”, señaló el abogado.
Y continuó: “Esto se traducía en que el Derecho no solo establecía que los hombres éramos los jefes de familia, sino que nos autorizaba hasta el año 1994 a golpear a las mujeres y a los niños”.
El abogado que se autoproclamó “bien feminista” fue más allá en su explicación: “A mí me enseñaron en la Universidad Católica que el Código Civil decía que si el hombre era el jefe de familia, la mujer le debía obediencia al marido, el hijo le debía obediencia al padre y el padre tenía derecho a castigarlo y a disciplinarlo. Y la discusión entre el código civil y el código penal era hasta qué tipo de lesión podía causarle a la mujer y a los hijos”.
Hermosilla destacó también que hasta hace 50 o 60 años atrás, se podía encarcelar a los hijos según la voluntad del padre. “Si tenía un adolescente medio díscolo, el papá podía ir al tribunal a hacer que lo metieran preso. Ése es el derecho del que venimos, un derecho que busca perpetuar la autoridad masculina y de clase, porque era particularmente duro con la gente más pobre y bastante menos duro con la gente más acomodada. Ése era el derecho disciplinario y ha ido cambiando, desde hace poco, pero ha ido cambiando”, agregó.
Para el abogado, este resguardo histórico de los hombres ante la ley influye hasta hoy en nuestra sociedad. “Cuando vemos las estadísticas no solo de los homicidios, de las riñas, sino de los abusos sexuales somos mayoritariamente los hombres los que estamos reproduciendo esta cultura de agresión al interior de la familia”.
El además profesor ejemplificó drásticamente: “Piensen cómo leemos nosotros los hombres que hasta el año 1994 la ley me autorizaba a pegarle a mi señora y a mis hijos. Y se decía que era hasta lesiones menos graves, o sea mientras no le fracturara huesos yo podía patear a mi señora, dejarla llena de hematomas, porque eran lesiones menores”. La misma situación, a su juicio, aplica para la violencia sexual.
Afortunadamente, las cosas cambiaron. El abogado sostuvo que el derecho internacional empezó a evolucionar después de la Segunda Guerra Mundial y, aunque Chile llegó tarde a esos cambios, saltó a la discusión de nuestro país luego de firmar tratados internacionales en los que se puso hincapié no sólo en no vulnerar los derechos humanos sino en respetar a las personas, sobre todo a las más vulnerables, entre ellas las mujeres y los niños.
“Se establece un derecho que no está al servicio de los hombres, de los poderosos, de los ricos, sino que está al servicio de las personas”, sentenció.