Siete son las mujeres, profesionales de alrededor de 40 años, que acusan de engaño y estafa a Juan Pablo Pino Zúñiga. El sujeto, que también se hacía llamar Juan Pablo Keifer y Juan Pablo Greipel para contactarlas a través de Tinder, luego de seducirlas, las embarcó en negocios y compras millonarias. El Mostrador Braga pudo conversar con tres de ellas, quienes aún mantienen deudas con bancos y casas comerciales.
Luego de una relación frustrada y de varios fracasos amorosos, en 2014, la abogada Silvana Salgueiro (42) recibió un mensaje por Facebook de su ex compañero de universidad, Juan Pablo Pino (43).
“Pensé: bueno, un café, él no está nada mal, ¿por qué no?”, dice ella, y así, después de algunos días de conversar por whatsapp, concretaron la cita, lo que dio paso a una relación que comenzó con la promesa de formar una familia y terminó con una querella en su contra por suplantación de identidad, estafa, falsificación de firma y uso malicioso de instrumento privado e instrumento público.
“Yo he sufrido mucho, no sólo porque toda mi familia estuvo sumida en esto, ya que el negocio por el que nos estafó fue el de instalar una panadería en Viña del Mar y en el que nos embarcamos todos. Entonces pienso: ‘¿Cómo pude ser tan tonta?’, pero por otro lado él me tenía convencida de su amor, de que mis celos eran infundados, que estaba paranoica, mientras me robaba cheques -uno por más de 5 millones-, me robaba dinero y falsificaba mi firma”, detalla la afectada.
“Incluso en el departamento que yo le arrendaba se juntaba con su amante, quien también era engañada”, explica Silvana. “¿Cómo puede uno ser tan ciega?, te preguntas, pero cuando estás en una situación como lo estaba yo, donde me sentía enamorada y él me tenía convencida que todas mis sospechas eran parte de mi paranoia, terminaba llorando para que no me abandonara. Quería dejarlo pero ya había tanto de por medio: se hizo mejor amigo de mi hermano, fue un apoyo fundamental cuando mi padre cayó gravemente enfermo, se metió en mi familia como cualquier pareja que busca algo serio”, dice arrepentida.
Con esta idea, y cuando llevaban menos de un año juntos, Silvana -motivada por Juan Pablo- decide arrendar un departamento en Viña del Mar, donde instalarán una panadería, ya que la familia de ella tiene experiencia en este tipo de negocios.
Sin embargo, debido a una repentina enfermedad de su padre, Silvana no pudo mudarse de inmediato al lugar por el que -según su relato- pagaba $600.000 de arriendo. Así que deciden que Juan Pablo vivirá ahí, mientras trabaja en la instalación del negocio.
“Me pedía ayuda económica con la excusa de que necesitaba pagar la pensión alimenticia de sus hijos”, relata Silvana. Ese era el mismo motivo que le daba a Pilar (41, nombre ficticio), arquitecta, quien durante la conversación cuenta que le pidió $650.000 para la pensión alimenticia, dinero que nunca devolvió.
Sorprendida, Anita Beltrán (40), publicista, nos dice que a ella también le pidió el mismo monto.
No fue lo único: además le hizo comprarle un auto y, usando de mala manera sus tarjetas para comprar en el extranjero, la dejó con una deuda de más de 11 millones de pesos.
Hoy debe pagar a los bancos más de $500.000 mensuales.
Fue Anita quien, a través de una denuncia pública en Facebook, unió a las tres mujeres para concretar esta reunión.
Juan Pablo sabía cómo enamorarlas. A Anita, en julio de 2016, luego de concretar una cita por Tinder -plataforma a través de la que se conocieron-, la comenzó a llenar de mails con poemas y flores que llegaban a su oficina.
A ella le gustan los niños, por lo que comenzaron a salir con los dos hijos de él y a andar en bicicleta y cosas afines a sus gustos.
También la llevó a la Iglesia, se arrodilló y le dio un anillo; “él sabe identificar tus debilidades”, interrumpe Pilar, “a mí jamás me dio flores, ni chocolates porque no me gustan, pero fue un gran apoyo para salir de mi relación anterior”.
A ella le dijo que era ingeniero comercial, mientras que para Anita y Silvana se presentaba como abogado, un hombre romántico y siempre atento.
A todas les presentó a su familia e incluso les contó de la querella de Silvana, con el pretexto de que era una ex pareja obsesionada que quería hacerle la vida imposible y no se resignaba a perderlo. Ambas le creyeron.
En tanto, Pilar relata que en agosto del año recién pasado, Juan Pablo la llamó.
Estaba detenido en la PDI, tenía que quedarse y le pidió que fuera a buscar sus cosas, entre ellas su celular.
“Para mí él ya tenía conductas medio extrañas. Por ejemplo, recién nos conocíamos desde mayo y ya me decía ‘te amo’ o nunca quiso conocer a mi madre. Entonces le vi el celular y ahí fue cuando me enteré de todo. No podía creerlo: vi los whatsapp con sus amigos a los que les decía que aún estaba enamorado de Anita y con otras mujeres”.
“A ti te amaba de verdad, no sé cómo pudo estafarte también”, le dice Pilar a Anita de un lado al otro de la mesa donde conversamos, provocando una risotada, que rápidamente se apaga con el peso de los relatos.
Anita ya se asesoró por un abogado, sin embargo éste le dijo que no puede demostrar el fraude de su tarjeta.
Según cuenta, él quedó de pagarle $200.000 mil mensuales asumiendo su deuda, situación que nunca se concretó.
El Mostrador Braga se comunicó con Juan Pablo Pino, quien negó las acusaciones, aunque sí reconoció conocer a las mujeres.
“El negocio de la panadería es de ella (Silvana). Nunca ha habido una estafa. Ella se querelló por otras cosas y eso está en juicio”, asegura al teléfono.
Además de eso niega haber cometido otros delitos: “Yo no tengo nada que ver con ellos (la familia de Silvana), ese es un negocio que ellos hicieron, no tengo nada que ver ahí, no le he robado cheques a nadie”, dice en su defensa.
A pesar de que reconoce haber trabajado en la panadería, reclama no haber “recibido un peso” por ese trabajo.
-Sin embargo son siete las mujeres que te acusan de que fueron estafadas.
-Yo no he robado ningún cheque a nadie, ni he estafado a nadie. Eso está en un juicio, y yo a ella no le debo un peso. La Anita tiene una deuda de un auto que compró cuando estaba conmigo. Esas cosas que compramos en el extranjero nunca llegaron y yo se las pagué igual.
(Anita niega que haya pagado esas deudas.)
Existe una clase de abuso emocional que puede explicar cómo estas mujeres se mantuvieron engañadas. Se llama «Gaslighting», término que no tiene traducción al español y viene de una película clásica de Hollywood en la que un hombre manipula a su mujer para que crea que está loca y así robar su fortuna escondida.
Es un patrón de abuso emocional en la que la víctima es manipulada para que llegue a dudar de su propia percepción, juicio o memoria. Esto hace que la persona se sienta ansiosa, confundida o incluso depresiva.
Esta situación es muy similar a la vivida por Silvana, quien incluso comenzó un tratamiento psiquiátrico para tratar la supuesta “paranoia” que Juan Pablo le hacía creer que sufría.
“Cuando encontré pruebas irrefutables que me mentía, entendí que no era yo la que estaba mal, ni enferma y lo eché del departamento”, explica la abogada.
Hoy, al mirar atrás, estas mujeres tienen consejos que entregar para que no les suceda a otras.
Anita es clara: “Yo con esto aprendí que hay que seguir el instinto, y perder el miedo a que te traten de loca, además que buscar a alguien para ser feliz no es la opción. Lo importante es ser feliz con una misma, no idealizar a una persona como si fuera lo mejor. No hay que necesitar a otro, ahora entiendo que -en mi proyecto de vida- el tronco soy yo ”.
Pilar intenta explicar lo que le pasó: “Las mujeres mantenemos el disfraz del príncipe azul, porque nos acomoda, entonces te das cuenta que tienes puesto unos anteojos que te hacen ver fantasía, en vez de ver la realidad”.