Pero Leiva no siempre tuvo claro que quería dedicarse a esta profesión dominada por mujeres que ahora describe como su leitmotiv .
«Acá en Chile la gente sigue pensando que hay menos matrones de los que en realidad existen, aunque evidentemente siempre somos minoría», dice Leiva.
«Somos más que los que la gente piensa».
Una minoría
A Leiva le gustaba el área de la salud, pero dudó hasta el final entre estudiar obstetricia o tecnología médica. A última hora le hicieron una pregunta que se lo aclaró todo: ¿qué te interesa más, estar en contacto con las personas o trabajar en un laboratorio?
Y así es como entró con pie firme en un curso universitario en el que recuerda que eran «8 hombres entre 68 estudiantes».
Esa proporción aproximada, entre el 7 y el 10% del total de matrones, es la que representan los hombres en Chile, España y Perú, aunque en otros países es menor.
El primer matrón de la historia de Canadá, por ejemplo, no se graduó hasta 2012.
En este título universitario de 2002 del comadrón español Ramón Escuriet aparece el término «matronas». La palabra matrón no fue aceptada en el diccionario de la RAE hasta 2014. (Foto cortesía de Ramón Escuriet)
«Yo tengo la impresión de que acá en Chile la gente sigue pensando que hay menos matrones de los que en realidad existen, aunque evidentemente siempre somos minoría».
En su departamento del Hospital La Florida, en el sur de Santiago, son cinco varones en una plantilla de 30 personas.
Leiva comenta que si bien las mujeres están acostumbradas a ver médicos y especialistas varones en el campo de la ginecología y la obstetricia, muchas todavía se sorprenden de encontrarse con matrones.
Gran parte de esa sorpresa se debe a las asociaciones de género que siguen dominando nuestras sociedades.
Ginecólogos sí, matrones no
Gonzalo Leiva con colegas del Hospital de La Florida. En su departamento de 30 matronas hay cinco varones.
Según Leiva, «en general, los hombres no están asociados a las tareas de cuidado, ni dentro ni fuera de la casa».
Por eso en este sector su presencia se vincula a las áreas de diagnóstico y tratamiento, pero no a las del cuidado, sobre todo en enfermería y asistencia al embarazo y el parto.
«Es parecido a lo que pasa con los educadores de párvulos», comentó.
De hecho, Leiva es una de las caras visibles de la campaña «Postula sin prejuicios» del gobierno de Chile, que aspira precisamente a eliminar el sesgo de género asociado a ciertas carreras como la suya o las ingenierías.
Si acaso, «consentidos»
«En general, los hombres no están asociados a las tareas de cuidado, ni dentro ni fuera de la casa».
Sin embargo, Leiva dice que nunca se sintió discriminado por ser varón: ni por parte de los profesores, ni de las compañeras, ni de las mujeres a las que trató.
«Nunca sentí que me estaba metiendo en un mundo que no me pertenecía».
«Si acaso, al contrario», comenta. «Chile es un país muy machista».
El matrón admite que a veces sí percibió mientras estudiaba que les atribuían cierto «privilegio» o discriminación positiva solo por ser varones.
«Algunas matronas de los campos clínicos asumían que los estudiantes hombres eran mejores que las mujeres o que eran más hábiles para ciertas cosas. Siempre nos recibían a nosotros con los brazos súper abiertos».
«Y eso no solo me pasaba a mí, también a los otros hombres. Siempre éramos los «regalones» (consentidos) de las matronas clínicas».
«Más empáticos»
«Yo tengo algo de activista también por los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres durante el nacimiento», dice Leiva, que en la imagen acompañaba un parto en 2016.
Leiva cuenta que en sus más de 10 años de carrera profesional nunca se ha sentido rechazado por una mujer en trabajo de parto, y que más bien al contrario, en varias ocasiones sus pacientes destacaron que las había tratado «con más empatía» que otras matronas.
«Eso lo he escuchado yo y se lo he escuchado a varios compañeros hombres».
«Ahora, yo no creo que sea una cuestión de género. Hay matronas y matrones muy empáticos y hay matronas y matrones que no son empáticos».
«Quizás precisamente porque nos enfrentamos a esos estereotipos, ponemos un mayor esfuerzo en que sientan que estamos cuidándolas con delicadeza, con empatía, con compasión… «, comenta el chileno.
«Pero yo creo que esa percepción de que podemos ser más empáticos tiene que ver más con el estereotipo de género que con la realidad».
Activista del «parto respetado»
La empatía no es cuestión de género, dice Leiva.
Leiva trabaja ahora como jefe de las salas de parto en el Hospital de La Florida. Además, da clases de obstetricia en dos universidades y es investigador adjunto en la Escuela de Medicina de la Universidad Católica.
Últimamente, se dedica más a la gestión de equipos y no atiende tantos partos como le gustaría. En 2017 estima que asistió en unos 10, pero es algo a lo que siempre trata de volver si tiene ocasión.
«Soy muy consciente de que somos muy pocos y muy privilegiados los que podemos observar esa escena», comenta.
Además, «yo tengo algo de activista también por los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres durante el nacimiento», añade.
Leiva cree que dar a luz de manera natural está casi «en peligro de extinción» debido a la actual fiebre de cesáreas y partos medicalizados que aqueja particularmente a la región de América Latina, y a la que se refiere como «violencia obstétrica».
Según el matrón, la tasa de cesáreas en los hospitales privados de Chile es del 70%, algo que considera «una aberración».
«Fue un parto respetado. No podía no regalárselo a mi hija», dice Leiva sobre el momento en que se convirtió en padre.
Hace tres años, Leiva tuvo ocasión de poner en práctica toda su filosofía integral del parto con su propia familia.
«Fue un parto respetado», dice orgulloso. «No podía no regalárselo a mi hija».
«Ojalá todos los seres humanos tuvieran un nacimiento así: en un ambiente de respeto donde se entienda la importancia y la magnitud de lo que está ocurriendo y se entiendan las necesidades básicas del recién nacido, como es estar en contacto con la piel de su madre».
«Eso es algo que aquí en Chile todavía sigue siendo una pelea».