A 152 años de su nacimiento, revisamos la historia de una chilena muy importante para nuestro país y nuestro continente. Defensora de la educación femenina, no solo fue la primera mujer médica latinoamericana, sino que defendió incansablemente la instauración del desayuno escolar, uno de sus mayores legados, así como la lucha contra el raquitismo, el acoholismo y la tubercolosis.
«Eloísa nació un 25 de junio de 1866, diez años antes de la aprobación del Decreto Amunátegui, el cual permitió el ingreso de las mujeres a la universidad», relata María José Cumplido en su libro, Chilenas.
«Sus estudios básicos los realizó en el Liceo Isabel Le Brun de Pinochet, creado por la educadora homónima, precisamente para educar a la mujeres y cimentar su llegada a la universidad. Por todo esto, desde temprana edad Eloísa Díaz Insunza vio como una posibilidad estudiar una carrera profesional», agrega. Claro, Eloísa enfrentó con valentía el machismo de su época.
Y así fue, con tan solo 15 años, ingresó a la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile, a la que tenía que asistir en compañía de su madre, pero que le permitió quedar para siempre en la historia de nuestro país. Hoy, a 152 años de su nacimiento, la propia universidad y Google decidieron dedicarle su Doodle.
Realizado por la artista Alyssa Winans, la portada de de Google muestra dos importantes facetas en la vida de Eloísa: por un lado, su llegada a la Escuela de Medicina, y por otro, su compromiso social, reflejado en la instauración de la obligatoriedad del desayuno escolar en Chile, una se sus mayores banderas de lucha y, sin duda, uno de sus mayores legados.
Su vocación por la medicina y su brillantez la convirtieron en pionera de la profesión en Sudamérica, ya que por aquel entonces solo había mujeres licenciadas en esa disciplina en Inglaterra y en Estados Unidos. A partir de ese momento, se convirtió en un modelo profesional por su creatividad e iniciativa, siendo considerada Mujer Ilustre de América y destacando, además de en el campo de la Medicina, en el de las políticas sociales.
Eloísa logró graduarse en Medicina, con la especialidad de Cirugía, el día 27 de diciembre de 1886. Su tesis se titulaba Breves Observaciones sobre la Aparición de la Pubertad en la Mujer Chilena y las Predisposiciones Patológicas del Sexo. Allí expone su análisis sobre la llegada de la menstruación y las principales afecciones uterinas de la mujer. En el libro Chilenas, aparece lo que ella anotó en la introducción del estudio, en el que agradece la aparición del Decreto Amunátegui e insiste en la importancia de la educación femenina.
«Cursé Humanidades; fui la primera en mi país en graduarme de bachiller en Filosofía y Humanidades. ¿Murmuraron algunos, desaprobaron otros, aplaudieron pocos o muchos? No lo sé; solo sí siento profunda gratitud por la determinación que en mi favor tomaron mis padres. Por otra parte, siento al reconcentrarme íntimamente que no he perdido instruyéndome y que no he rebajado mi dignidad de mujer, ni torcido el carácter de mi sexo. ¡N0! La instrucción, como muchos pretenden, no es la perdición de la mujer: es su salvación».
Los primeros pasos profesionales de Eloísa, entre 1888 y 1890, fueron como ayudante de la clínica ginecológica del profesor Roberto Moericke, en la Universidad, y tras adquirir experiencia, en enero de 1891 se integró en la plantilla médica del hospital San Borja.
En 1888 se realizó el Primer Congreso Médico Chileno y en él se inscribieron 128 profesionales de la capital, Santiago, y 118 de provincia. En la lista de los asistentes estaban todas las grandes figuras chilenas de la Medicina y de la Biología de la época, pero la única mujer fue la doctora Díaz Insunza.
A la vez que trabajaba, Eloísa también ejercía como profesora y médico de la Escuela Normal de Preceptores del Sur, donde permaneció hasta el año 1897. Allí analizó las condiciones higiénicas de los colegios del país, convirtiéndose en una experta en la materia (el higienismo era la corriente médica que predominaba en la época). Estos conocimientos le permitieron en 1898 llegar a ser inspectora médica escolar de Santiago y, más tarde asumir el cargo en la nación, ejerciéndolo durante treinta años. En este puesto Eloísa logró que las escuelas tuvieran servicios dentales y organizaran colonias escolares, tutelando la salud de todos los estudiantes chilenos.
Ese mismo año, en 1910, el Congreso Científico Internacional, celebrado en Buenos Aires, nombró a Eloísa Díaz Mujer Ilustre de América.
Su interés por la salud de los menores y las medidas sociales que logró para ellos llevó a Eloísa a que, de su propio bolsillo, aportara dinero como filántropa para instaurar el desayuno escolar obligatorio. También fundó campamentos escolares e hizo oír su comprometida voz en campañas contra el alcoholismo, el raquitismo y la tuberculosis.
En 1911, Eloísa fue designada primera directora del Servicio Médico Escolar de Chile, consiguiendo también la vacunación masiva de escolares, lo que le valió el reconocimiento en Chile y en toda América. Además de toda su labor profesional, siempre se caracterizó por ser una mujer muy participativa en el ámbito social, ya que formó parte, como directora, de la Asociación de Señoras contra la Tuberculosis, de la Liga Chilena de Higiene Social y de la Liga contra el Alcoholismo. Asimismo, formó parte del Consejo de Instrucción Primaria, de la Sociedad Científica de Chile, del Consejo Nacional de Mujeres, del Consejo de Nutrición Primaria y colaboró con Cruz Roja.
Siempre solitaria, pero a la vez modesta e infatigable, la admiración por su labor fue en aumento sin que ella pareciera darse cuenta del impacto que producía. Sin apenas vida privada, vivió entregada a su causa de los demás.
Díaz se retiró de la actividad profesional en 1925 y pagó caro su altruismo. Pobre y olvidada, tuvo que vivir 25 años más con una modestísima pensión, hasta que murió en 1950 a los 84 años tras una larga enfermedad, en el Hospital San Vicente de Paul de su ciudad natal, Santiago de Chile.
Alguien que tanto había luchado con su trabajo, y no con palabras, por la igualdad, se perdió los años en los que el feminismo social empezaba a hacerse notar. Sin embargo, años después de su fallecimiento, fue redescubierta su figura como adalid del feminismo chileno, adelantada sudamericana en las universidades y en la medicina y gran impulsora de la salud escolar. El reconocimiento a su trabajo llevó a la Universidad de Chile a crear la Beca de Excelencia doctora Eloísa Díaz, que libera del pago de aranceles del primer año de carrera al alumno que ingrese cada año con la mejor puntuación en el proceso de selección.