¿Aumentan las agresiones sexuales en los festivales de música? ¿Se denuncian todas las agresiones? ¿Cómo proteger a las potenciales víctimas? En Alemania, se ha introducido un mecanismo que parece estar dando resultado.
El Festival alemán Wacken Open Air, dedicado al heavy metal, en el año 2010. El numeroso público se concentra ante el escenario. Una mujer es llevada en volandas por numerosas manos. Lleva puesta una camiseta ajustada y una falda muy corta. Bajo ella, las manos de cientos de hombres bebidos y con ganas de fiesta. Tal vez también algo excitados por la atractiva carga que transportan. Alguna que otra mano, queriéndolo o sin querer, acaba posándose en lugares íntimos de la mujer, quien finalmente es depositada de nuevo en el suelo. Pero sus braguitas han desaparecido. Después, en un foro de internet del Festival Wacken, se discute acaloradamente sobre lo ocurrido. Frases como «por el aspecto que tenía, es lo que andaba buscando» tropiezan con el argumento de que «no hay razón alguna para tratar a las mujeres como un pedazo de carne solo porque uno ha bebido más de la cuenta y está caliente». Una mujer escribe debajo: «Si una mujer quiere ser transportada por la multitud, sería conveniente que se vistiera de forma más adecuada».
Escenas como esta podrían tener lugar en cualquier otro festival. El tema tampoco es nuevo, pero durante mucho tiempo no se ha hablado de ello, hasta que en 2017, en el Festival Bråvalla, en Suecia, llegó la gota que colmó el vaso. Allí se denunciaron numerosas agresiones sexuales. Entre ellas, tres violaciones. Incluso una muchacha de 15 años sufrió abusos entre la multitud de espectadores. Un año antes, se habían denunciado cinco violaciones. Los organizadores se negaron a seguir dando cifras sobre los incidentes del festival sueco. No hay forma de estar seguro de que en 2017 hubo «solo» tres violaciones, ya que muchas mujeres, por vergüenza, no se atreven a denunciar las agresiones. Otras víctimas, sencillamente, se defienden: en 2017 una mujer en Wacken golpeó de tal manera a su bebido agresor, que este hubo de ser hospitalizado. Las agresiones como estas estropean la convivencia que debería reinar en encuentros musicales. Wacken ha adoptado por ello la consigna: «Eso no es heavy metal».
«No es un problema específico de los festivales»
Tras el debate provocado por el movimiento #MeToo, la sociedad se ha sensibilizado ante el problema. Así pues, antes de que se iniciara la época de festivales, los medios lanzaron una pregunta: ¿han aumentado las agresiones sexuales en este tipo de encuentros? El gerente del promotor de conciertos FKP Scorpio Stephan Thanscheidt fue de la opinión de que el problema no reside en los festivales sino en algunos agresores que, conscientemente, trasgreden los límites. Según él, harían lo mismo en otros contextos. «La violencia sexual no es algo específico de los festivales, sino un problema de toda la sociedad», afirma Thanscheidt. Pero ¿está simplificando el problema? Es posible. Lo cierto es que solo cuentan las cifras de las denuncias. Pero hay estudios que analizan cuántos posibles casos reales puede haber. El británico Instituto de Estadística YouGov llevó a cabo una encuesta entre los visitantes de festivales musicales. Según los resultados de su estudio, un quinto de los asistentes, tanto hombres como mujeres, sufrieron acoso sexual al menos una vez. Entre las mujeres menores de 40 años, la proporción subió hasta el 40 por ciento. El festival de Glastonbury incluso ofrece desde 2016 una zona solo para mujeres.
En Alemania se está utilizando un truco eficaz contra el acoso. Las afectadas se dirigen con una especie de contraseña al personal de seguridad del local o festival donde se encuentren. Eso es más sencillo que denunciar un delito con el riesgo de que a la víctima no se la tome en serio. Así pues, la empresa de conciertos que dirige Stephan Thanscheidt puso en marcha en 2017 el proyecto «Panamá». «Si alguien se acerca a uno de nuestros trabajadores y pronuncia la frase ‘por dónde se va a Panamá’, se le aleja inmediatamente y sin preguntar de la situación y se le traslada a un lugar seguro. Entonces se decide de forma conjunta qué es lo mejor que podemos hacer para ayudar a la víctima», relata Thanscheidt. El mecanismo funciona, aunque a veces los asistentes lo utilizan porque necesitan alejarse del tumulto y buscar un lugar tranquilo.
Autora: Silke Wünsch (MS/LGC)