Kirsty Wark, presentadora de la BBC, fue a Sausalito (California, Estados Unidos), donde vive la exitosa autora chilena nacida en Perú, para entrevistarla con motivo de la temporada 100 Mujeres.
Isabel Allende es una de las escritoras más importantes de América Latina.
Sus 22 novelas -entre ellas «La casa de los espíritus», «Paula» y «Eva Luna»- han vendido más de 70 millones de copias en 42 idiomas en todo el mundo.
Kirsty Wark, presentadora de la BBC, fue a Sausalito (California, Estados Unidos), donde vive la exitosa autora chilena nacida en Perú, para entrevistarla con motivo de la temporada 100 Mujeres.
Allende habló sobre su vida, llena de giros y sucesos inesperados, sobre la muerte temprana de su hija Paula y sobre el feminismo.
También contó qué responsabilidad cree que tiene ante sus lectores, al ser una de las autoras más aclamadas de las letras en español.
En tus memorias «Mi país inventado» dices: «Chile era un país hipócrita, lleno de escrúpulos con respecto al sexo y la sensualidad». Para una persona tan apasionada como tú, ¿no lo sentías como algo anquilosado?
Totalmente. Era terrible en Chile. Además, pertenezco a una familia bastante conservadora y católica, así que eso estaba también en mi contexto.
Desde muy temprano pude ver la desventaja que era haber nacido mujer, y todavía lo es.
Pese a todo lo que han alcanzado las mujeres, siento que los hombres tienen mejores condiciones.
Tú trabajaste en la revista Paula, que golpeó Chile como un huracán. Escribían sobre temas tabú, sexualidad femenina, ¿qué fue lo que resultó tan extraordinario para los chilenos?
Había muchas cosas sobre las que la gente no hablaba ni publicaba nada. Luego apareció esta revista.
Éramos periodistas jóvenes que habíamos leído libros feministas de Reino Unido, Estados Unidos,… estábamos llenas de ideas.
No nos importaba nada. Éramos desafiantes y rebeldes, y era divertido.
Empezamos a publicar artículos y entrevistas sobre temas de los que nadie había hablado públicamente en Chile, como el aborto, la infidelidad, adulterio, prostitución, drogas, cosas que eran tabú.
Mi abuelo estaba totalmente horrorizado. No podía creer que alguien de su propia sangre estuviera escribiendo este tipo de cosas.
Pero luego el golpe militar dividió a tu familia.
Dividió todo. En todos lados. No solo a mi familia. Creo que todas las familias en Chile tuvieron a alguien que sufrió la represión.
Se separaron familias, parejas. Cuando el círculo de represión se cerró más, me asusté.
¿Cómo saliste del país?
Fui a Venezuela porque era uno de los pocos países democráticos que quedaban en América Latina.
Estuve en Caracas 13 años y acabé amando a ese país y a su gente.
Me fui porque me enamoré de un estadounidense y vine aquí antes de que tuviéramos democracia en Chile.
¿Te arrepientes de no haber vuelto a Chile?
No me arrepiento de nada porque los eventos importantes en mi vida han pasado a pesar de mí. No han estado bajo mi control: el hecho de que mi padre se fuera, que yo viviera con mi abuelo, que haya sido extranjera, una refugiada política, que me haya convertido en inmigrante… todas estas cosas pasaron, decididas por el destino, el karma, o quién sabe qué, simplemente he vivido lo que fuera que la vida me ofreciera.
Dices que la literatura te ayudó a romper una cadena de odio en tu alma.
Cuando te ves forzada a dejar un lugar, cuando dejas todo atrás, cuando sientes que todo lo que era querido y familiar para ti está perdido, tienes rencores, sientes que se te debe algo, que te han robado algo.
Pero superé completamente esos sentimientos gracias a la escritura.
Tus libros han sido traducidos a 42 idiomas, pero sigues escribiendo en español.
Sí, la ficción la escribo en español. La ficción pasa aquí (señalándose el estómago), no pasa en el cerebro.
Así que no podría procesar la ficción en inglés, con diccionarios. No.
¿Todavía piensas en español?
Sí. Sueño en español, rezo en español, hago el amor en español… me sentiría ridícula jadeando en inglés (risas).
Cuéntame sobre «La casa de los espíritus», que comenzó como una carta a tu abuelo. ¿Qué querías decirle?
Que recuerdo todo lo que me dijo. Me contó muchas historias y no quería que pensara que se habían perdido. Las tenía todas conmigo.
Él murió casi a los 100 años, lo cual es el orden natural de las cosas. Pero la pérdida de tu hija Paula, que fue tan inesperada…
Cuando mi hija murió, atravesé el invierno más largo y más oscuro de mi vida.
Mi mamá me dijo «nunca más te pasará nada comparable, ya has atravesado el infierno, así que el resto de tu vida será fácil». Tuvo toda la razón.
Ahora que ella no está aquí, le sigo escribiendo cartas, con la idea de que haya internet inalámbrico en el otro mundo (risas), y leo sus cartas, una al día, porque no me quiero volver loca.
No hay ninguna mujer más aclamada en la literatura en español que tú. ¿Sientes que eso te genera alguna responsabilidad?
No más que con el primer libro. Tengo la responsabilidad de escribir de la mejor manera que pueda y no escribir nada que le pudiera dar ideas a algún psicópata.
Sé mucho sobre tortura, violación. Tengo una fundación. Veo los casos. Cuento los casos, pero no doy detalles, porque no quiero darle ideas a nadie.
Pero cuando hablo sobre el amor, sexo, cosas que creo que la gente debería saber y disfrutar, soy más explícita.
Tengo la responsabilidad con mis lectores de no crear más perturbaciones, más mal psicológico.
¿Eres una persona espiritual?
No soy una persona religiosa. Pero sí creo que hay mucho más de lo que podemos ver. Cierta forma de trascendencia, y que todo tiene espíritu.
No me siento desconectada de mi madre y de Paula, me siento conectada a cualquier forma que tengan ahora.