Viví el cambio que se produjo con la entrada en vigor de la Ley de Reforma Universitaria, que me abrió la puerta de lo que podía ser la investigación como una vía de desarrollo personal de mis inquietudes. Lo que más me gusta de mi actividad profesional es estar rodeada de estudiantes, con su motivación e ilusión, que siempre tienen la misma edad. Me gusta seguirles en su actividad profesional y ver cómo llegan a desempeñar trabajos relevantes en empresas nacionales e internacionales, centros de investigación y universidades. No concibo que la actividad docente esté separada de la investigadora, pues la visión que te da la investigación permite dar una formación actualizada.
Recuerdo el día en que estrenamos el laboratorio de química del nuevo colegio. Yo tendría 12 años y allí estaban las probetas, las pipetas, los tubos de ensayo y el matraz de Erlenmeyer. Aquel día solo dibujamos, pero creo que fue cuando decidí que iba a ser química. Siempre me gustó aprender y preguntarme cómo funcionaba todo lo que me rodeaba. Por eso cuando terminé la carrera y vi un anuncio para hacer el doctorado en un centro del CSIC no lo dudé. Allí me hablaron de la investigación, del estudio y de la experimentación, de viajar a otros laboratorios y, sobre todo, de aprender. Es cuando decidí que quería ser científica.
Ser científica es el mejor trabajo del mundo. En él cada día es diferente; evolucionas, aprendes, interaccionas con muchas personas de diferente procedencia y edad, trabajas en equipo, viajas, te emocionas con tus resultados y resuelves enigmas de la vida. También es un gozo que me hace sentir fenomenal. Mi ego se hincha cuando voy desgranando los porqués y cómos de la neurociencia. Cuando me acuesto y pienso en lo que he hecho a lo largo del día me siento bien. Esto no quiere decir que sea siempre maravilloso pero, ¿es que existe la perfección? Me gusta pensar que con la ciencia cada día estamos más cerca de ella.
En mi familia casi nadie tenía estudios universitarios, tal vez por eso mi madre fomentó que yo estudiara. Elegí ciencias porque me parecía (y todo el mundo me lo decía así) que tenía más salidas laborales. Me decanté por biología porque fue la asignatura que se me dio mejor en COU. La neurociencia me eligió a mí: me presenté al examen cinco horas tarde y, al subir al despacho del profesor –que luego sería mi director de tesis– para comprobar que ya no había nada que hacer, me dijo que se había fijado en que lo hacía muy bien y que estaría encantado de que pidiese una beca. Yo tenía 21 años, y aunque no tenía muy claro qué posibilidades tendría, tanto la asignatura como la lectura de Un antropólogo en Marte me habían convencido. La neuro era lo mío. Hoy en día, a mis casi 40 años, sigo disfrutando, como profesora universitaria, no solo de trabajar en ciencia, sino también de contarla.
Ser investigadora no es algo que tuviese planificado. Ha ido surgiendo en mi vida como una forma de trabajar, de hacer las cosas y de mirar el mundo. Para investigar ha sido necesario aprender de la experiencia, de los referentes que me rodean en el día a día y de los que he buscado y encontrado en mi camino. He aprendido que la actitud fundamental de la investigación es la humildad y la curiosidad. Humildad para aceptar todas las cosas que no sabemos y poner en duda aquellas que creemos saber. Curiosidad por querer saber, entender y aprender. La ciencia supone un reto constante que me estimula. También es importante trabajar con las emociones: la frustración porque el proceso es muy lento y el orgullo cuando las cosas avanzan. Soy científica porque me gusta despertarme para ir a trabajar y no saber lo que me espera.
Porque no hay mejor carrera para aplicar la creatividad. Soy curiosa por naturaleza y siempre me ha gustado afrontar los problemas e intentar solucionarlos. De eso trata la labor de investigación. Me encanta trabajar en equipo y tengo muy arraigados determinados valores necesarios para esta tarea, como la disciplina y el esfuerzo. Encuentro fascinante indagar para contribuir a que habitemos un mundo mejor. Creo firmemente que la ciudadanía será más libre y culta a medida que asimile y participe de los retos a los que la ciencia puede dar respuesta en la actualidad. Mi mayor vocación y satisfacción es incentivar a los demás, sobre todo cuando se trata de los más jóvenes. Me gusta motivarlos para que afronten desafíos de manera innovadora, así como dotarlos de herramientas para combatir la mediocridad, la demagogia, los estereotipos y las falsas creencias.
La imagen de la investigación como generadora de una verdad única, irrefutable, incomprensible, lejana y sacrificada la aleja de los jóvenes y, sobre todo, de las jóvenes. Esta idea es la antítesis de la realidad. La investigación intenta generar modelos que expliquen el conocimiento que construyen grupos de personas, que dudan, pero que están unidas por la pasión por hacerse preguntas refutables. En la actualidad mi preocupación es dar a mis estudiantes una visión adecuada de la ciencia, porque cuando yo descubrí la naturaleza de la investigación científica fue cuando me apasionó. En ese momento nada me detuvo, ni siquiera escuchar que “estudiar biología no tiene salidas” o que “para qué vas a hacer la Tesis si después irás al paro”. Entender la ciencia como una actividad humana y abarcable fue mi gran motivación. No hay motivación mayor que apasionarte por intentar comprender lo que te rodea.
Investigar en matemáticas es un reto constante, un estímulo para seguir aprendiendo, una oportunidad para relacionar conceptos, una ocasión para avanzar en el conocimiento. Preguntarse sobre las posibles generalizaciones de un problema o intentar comprender un resultado desde otro punto de vista ayudan a descifrar los muchos matices que esconde cualquier enunciado matemático. No concibo la investigación sin colaboración. Investigar es compartir, aprender de las personas con las que trabajas, actuar siempre con la mente abierta y, por supuesto, con humildad. Como docente, entiendo que la investigación me ayuda a mejorar mi práctica en el aula, a razonar con mayor soltura, a completar mi cultura matemática y transmitir de esta manera las asignaturas que imparto con mayor perspectiva y rigor.