Recuperar nuestro cuerpo y la concepción de la sexualidad no necesariamente debe partir por nuestros cuerpos, muchas veces lo mejor es ir atravesando poco a poco la barrera psicológica, y reconectarse con el erotismo. Es una buena manera para lograrlo, por ejemplo, asistiendo a talleres sobre sexualidad o en un ámbito más privado, refugiarse en las lecturas eróticas.
Javiera* siente que perdió su sexualidad para siempre, el abuso sexual que vivió caló tan profundo en su cuerpo y mente que cada interacción física de connotación romántica revive en ella los recuerdos de la traumática situación.
“Creo que no es algo con lo que te reencuentras, definitivamente no vuelves jamás al punto en el que te encontrabas y eso causa mucha frustración. Lo mío no llegó a penetración, pero me bastó para que me cambiara completamente. Incluso un beso ‘apasionado’ me causa miedo y tengo que recordarme que todo va a estar bien, no dejo a la gente tocarme el cuerpo, siento que adormecí mi sexualidad”, cuenta a El Mostrador, sobre lo que significó para ella su vida sexual tras vivir un abuso.
Cada víctima de abuso o violación reacciona diferente después de una agresión sexual, algunos como si nada hubiese ocurrido y sus síntomas aparecen semanas después. Otros entran de inmediato en estado de shock: sienten pánico, lloran, se sienten culpables, tienen ansiedad, terror, dificultad de controlar sus emociones, están hipervigilantes, etc. Algunos no desean hablar, otros no paran de hablar… todo esto es parte del proceso, cada persona es un mundo y tiene su manera de reaccionar.
Sin embargo, al adentrarnos en el terreno de la sexualidad, el techo de cristal se vuelve aún más frágil, en el caso de los abusos, mientras que algunas personas pueden hipersexualizarse y de forma poco saludable tratar de llenar un vacío a través de múltiples encuentros sexuales, otras personas pueden verse intimidadas incluso ante pequeñas muestras de cariño. Cuando una persona, sea mujer u hombre, es víctima de algún tipo de abuso sexual o vulneración emocional, se genera en ella un fenómeno conocido como “el quiebre del yo”, en donde la persona se cuestiona “quién soy, cuánto valgo”.
Para Javiera*, el abuso la llevó a mantener un profundo rechazo hacia las demostraciones físicas de afecto, a pesar de haberse sometido a tratamiento con una psicóloga y sexóloga. “En mi caso, descubrí que era asexual y fue algo que batallé para aceptar. Lo comparaba con los niños que son abusados y de grandes se descubren homosexuales, me siento como aquellos que tienen esa duda de si lo son por ese episodio o ya anteriormente eran así”.
Las principales trabas, consecuencias o secuelas que tiene una persona que ha sufrido abuso sexual y tiene pareja, es que la sexualidad se hace compleja, según la psicóloga especialista, Nicole Agurto Fuentealba, la persona afectada constantemente siente miedo de que su pareja pueda hacerle algo, aun así, teniendo mucha confianza, la persona recuerda aquel o aquellos momentos en los cuales fue abusada, el simple hecho de una palabra, un gesto, una caricia o el olor hace que recuerde y rechace tener relaciones sexuales, “se vuelve algo asqueroso, se sienten culpables, todo se vuelve temeroso, incluso hay un miedo a que llegue la noche o miedo a quedarse sola con alguien, el miedo es la mayor emoción al haber sido abusado”, explica.
Además, la especialista agregó que “a la vez, la mente y el cuerpo se protegen, es como si crearan un escudo, es preferible rechazar la actividad sexual a volver a pasar por lo mismo, no lo soportarían nuevamente, el escudo es su forma segura de mantenerse a salvos”.
Para la experta, para volver a retomar la vida sexual es preferible y recomendable asistir a terapia psicológica, de esta forma es posible verbalizar lo ocurrido, tratar con los recuerdos, volver a equilibrar la emocionalidad, la sexualidad y la vida en sí. Una de las cosas más importantes en terapia, es quitar la culpa que sienta aquella persona.
En la actualidad, muchas de las personas abusadas se cuestionan el “cómo no pudieron hacer algo para que el abuso no ocurriera”, “cómo no fueron capaces de denunciar antes”, mucha de esta culpa proviene de las personas que tienen a su alrededor, quienes los hacen dudar y ponen un gran rango de “soluciones” para que no hubiese ocurrido el abuso, pero “el miedo es tan grande que el cuerpo se paraliza y la mente se bloquea, por lo tanto es primordial quitar esa culpa y que entiendan que no han sido culpables de nada, solo han sido víctimas”.
Desde el área ginecológica, Marisol Pavez, conocida en redes como Matrona Lunar, cuenta su experiencia como profesional. “Cuando ocurre un abuso sexual o una violación las matronas estamos en primera línea, muchas veces acogemos los casos en urgencias, en el hospital y debemos saber contener y evitar la revictimización”.
“También dentro de la atención primaria muchas veces pesquisamos disfunciones sexuales, las mujeres suelen consultar con sus matronas estos temas a veces pensando que está bien no tener orgasmos o que es normal que duela tener relaciones sexuales, en estos casos es importante que podamos descartar temas orgánicos, patologías que pudieran derivar en una disfunción, hablar con naturalidad sobre los problemas que tengan las mujeres en su salud sexual y saber cuándo derivar a una terapeuta para que entregue más herramientas en el tratamiento de los casos de abuso o violación que pudieran producir trastornos en la vida sexual futura”.
Recuperar nuestro cuerpo y la concepción de la sexualidad no necesariamente debe partir por nuestros cuerpos, muchas veces lo mejor es ir atravesando poco a poco la barrera psicológica, reconectarse con el erotismo en una buena manera para lograrlo, por ejemplo, asistiendo a talleres sobre sexualidad o en un ámbito más privado, refugiarse en las lecturas eróticas.
La psicoterapia es ampliamente recomendada para cualquier persona que haya sufrido violencia sexual. En Chile, existe una serie de instituciones públicas que brindan este servicio: los Centros de Atención Integral a Víctimas (CAVI), del ministerio de Justicia; los Centros de Apoyo a Víctimas de Delitos (CAVD), de la Subsecretaría de prevención del delito; los Centros de atención y reparación para mujeres víctimas/sobrevivientes de violencia sexual (CVS), del Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género; y el Centro de Atención a Víctimas de Atentados Sexuales (Cavas), de la PDI.
En el ámbito más corporal la kinesiología puede presentarse como una buena opción también, ya que, en el caso de las mujeres, al tener miedo aprietan involuntariamente los músculos del periné, abdomen, glúteos, aductores y no saben cómo relajarlos, para eso no basta solamente hacer una reparación psicológica, sino que buscar cómo identificar sus zonas más tensas para hacer una serie de ejercicios en la zona genital que permite relajarlas. Para una terapia de este tipo se puede asistir al centro de Kinesiología Mi Intimidad.
Hay muchas probabilidades de salir con una víctima de violación, porque el índice es muy elevado. La Organización Mundial de la Salud (OMS), afirma que a nivel mundial por lo menos una de cada cinco mujeres son objeto de violación o intento de violación en el transcurso de su vida.
Este fue el caso de Vicente*, quien descubrió que la chica con la que salía había sido violada constantemente por un primo durante su infancia. “Yo vengo de una familia súper religiosa y ellos me habían enseñado que debía ser virgen hasta el matrimonio. Recién tuve a mi primera polola a los 24 años, yo era virgen y ella comenzó a pedirme que tuviéramos relaciones, pero cuando al fin lo hicimos las cosas se complicaron entre nosotros”.
Cuando sales o mantienes relaciones sexuales con alguien, estás interactuando con esa persona en el mismo nivel en el que fue violada. Eso es lo que provoca que la situación sea tan compleja. La mayoría sufre trastornos físicos, pesadillas, falta de deseo, algunas personas sienten dolor durante las relaciones o no tienen orgasmos, otras rechazan cualquier situación sexual, o reaccionan de manera agresiva porque no pueden manifestar su malestar.
“Pasado un tiempo comencé a notar en ella cambios extraños de humor, es decir se enojaba o irritaba con mucha frecuencia y por cosas insignificantes, gritaba o incluso me golpeaba a mí, aunque sea hombre y 20 cm más alto que ella, cuando se molestaba conmigo. otro aspecto importante es que inconscientemente me golpeó dos veces en el pene, hasta tal grado de tener que recurrir a atención médica, esto se supone que fue de manera «accidental», cuenta Vicente*.
La vida sexual si es posible volver a retomarla, para eso es necesario conversar con la pareja sobre lo ocurrido y comenzar a intentar de a poco, “ver qué me hace sentir bien o cómodo y qué me hace sentir mal, la comunicación es muy importante”, explica la psicóloga Agurto.
La pareja de una persona abusada debe ser respetuosa, respetar los espacios, respetar un «no» si no quiere tener relaciones sexuales o no quiere ser tocado o abrazado, respetar el tiempo necesario para que la víctima se sienta preparada para tener relaciones sexuales, hablar de lo ocurrido sin presionar, ser empático al momento de saber lo ocurrido y no juzgar por lo que pudo haber hecho o por lo que hizo. “En caso de ser hombre no juzgar, ni culpar por como tu pareja andaba vestida o porque caminaba sola o porque bebió demás, actualmente sabemos que no son sinónimos para poder abusar”. La pareja debe querer ayudar de cierta forma en la relación, tener paciencia, dar apoyo y estar ahí si tu pareja lo necesita, debe tener claro que si este ha verbalizado que es o fue víctima de abuso, “es porque quiere sanar, quiere sacar todos esos malos recuerdos y sensaciones del o los momentos, necesitará apoyo, tiempo, contención y amor” puntualiza la psicóloga.
*Los nombres de los entrevistados fueron cambiados para proteger su privacidad.