Las denuncias por violencia doméstica en Brasil durante el período de aislamiento adoptado para contener el avance del coronavirus, que registra 240 muertes y 6.836 contagios en el país suramericano, aumentó un 18 %, según reveló el Gobierno.
La Defensoría del Pueblo del Ministerio de la Familia, la Mujer y los Derechos Humanos indicó que hasta el 25 de marzo el número de llamadas diarias del «Ligue 180», la línea de atención a la violencia doméstica, subió a 3.303, frente al promedio de 3.045 registrado entre el 1 y 16 de marzo, para un incremento del 8,47 %.
En el mismo comparativo, pero incluyendo también los datos del «Disque 100», la línea de atención a violaciones de los derechos humanos, se presentó un aumento del 2,97 %, al pasar de un promedio diario de 10.161 llamadas hasta el 16 de marzo a las 10.463 del día 25, cuando ya varios Estados habían decretado cuarentena.
Totalizando las llamadas recibidas por las dos líneas, las denuncias aceptadas por las autoridades entre el 17 y el 25 de marzo registraron un promedio diario de 978, un 17,97 % más que el de 829 presentado en los primeros 16 días del mes.
«Por nuestra experiencia, sabemos que el agresor es, en la mayoría de las veces, una persona de la familia o alguien muy próxima. Por eso, durante la cuarentena, estamos reforzando los mecanismos que ayudan a esas mujeres a denunciar», señaló en la página web del Ministerio la titular de la cartera, Damares Alves.
La situación ya había sido mencionada por el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, en su desenfrenada retórica para defender un aislamiento vertical y no horizontal como fue adoptado por varios Estados, principalmente el de Sao Paulo, que con 46 millones de habitantes concentra la mayoría de casos y muertes por el COVID-19.
Bolsonaro, contrariando a la Organización Mundial de la Salud (OMS), gobernadores, alcaldes, Congreso, poder Judicial y hasta propios correligionarios que rompieron con él, mantenía sus críticas a la cuarentena y al cierre del comercio y de varias actividades decretadas en diferentes estados para contener la pandemia.
Según el mandatario, un aislamiento extremo, además de «colapsar» la economía y de provocar la pérdida de empleos, puede aumentar el número de suicidios y de casos de violencia doméstica, incentivar el desespero por la búsqueda de comida -con riesgo de saqueos-, y aumentar los niveles de estrés y de depresión de las personas.
El líder de ultraderecha, con el argumento de la defensa de la manutención de empleos, llegó a tildar el coronavirus como un «gripecita» y un «resfriadito» que solo atacaba a los más ancianos y a las personas con enfermedades preexistentes, y cuestionó las cifras de infectados y muertes entregadas por los Gobiernos regionales.