La imagen del Presidente Piñera en la Plaza de la Dignidad, y a la arrogancia de ese gesto, vuelve como un fantasma que recorre la pandemia cuando escuchamos las noticias del nuevo nombramiento de la ministra de la Mujer y Equidad de Género. ¿Es un error, un lapsus freudiano o una abierta provocación, con mensaje incluido, al movimiento feminista? Si La ministra Pla demostró una nula capacidad de sintonizarse con una agenda transversal para las mujeres en un Chile en transformación, ¿cuál es el escenario que ha querido proyectar el gobierno con el nombramiento de Santelices? El presidente Piñera vuelve a crear escenarios de inestabilidad, al traer semánticas del pasado y afiliaciones dolorosas, al presente, aunque el problema no está sólo en los parentescos de la nueva Ministra.
Una breve revisión de sus antecedentes nos muestra que la nueva Ministra se sitúa en el ala más conservadora de la derecha. Por más que buscamos no encontramos ningún tipo de trayectoria que la vincule con una agenda de las mujeres. Si bien que represente a la provincia como ex alcaldesa de Olmué pudiera haber sido interesante como una señal de descentralización y de visibilización de vidas que no son las del centro, tenemos razones para dudar de su idoneidad para asumir los desafíos de un ministerio que debe ser transversal y que tiene en su mandato el de la promoción de vidas que son estructuralmente expuestas a situaciones de violencia y desigualdad.
[cita tipo=»destaque»] Un ministerio para la mujer requiere estar en sintonía con la vida de las mujeres, con sus experiencias cotidianas y con sus demandas de emancipación, pero también con los movimientos sociales que han impulsado esa demanda. [/cita]
Sus declaraciones de corte nacionalista muestra un romanticismo propio del siglo XIX, mezclado con una buena dosis de guerra Fría: ¿admiración al patriotismo de Estados Unidos? ¿nostalgia por la mano dura del gobierno? ¿qué imaginario para la mujer puede surgir de ahí? En otras declaraciones la ministra dice que los derechos humanos son una moda. Sabemos que existe la libertad de opinión, ¿pero cuáles son los límites para una Ministra de la Mujer que no tiene en su lenguaje conceptos que han sido clave para la forma en que se ha construido hoy el lugar de la mujer en las democracias occidentales? ¿Una ministra que entiende que una de las definiciones más importantes de la modernidad, que es aquella que se articula en torno a la demanda de derechos fundamentales, y su lenguaje en el siglo XX y XXI, que lo ha traducido como derechos humanos, sean entendidos como algo tan efímero como una moda? ¿Qué tan solas nos deja a las mujeres una ministra así? ¿cómo nos deshumaniza pensar que las demandas de justicia y dignidad son efímeras y manipulables?
Un ministerio para la mujer requiere estar en sintonía con la vida de las mujeres, con sus experiencias cotidianas y con sus demandas de emancipación, pero también con los movimientos sociales que han impulsado esa demanda. Con un par de días de nombramiento, han sido decenas de declaraciones de movimientos, colectivos, cátedras las que han repudiado el nombramiento , articulandose bajo el lema “no tenemos ministra”. El movimiento feminista ha sido uno de los más relevantes en los últimos años en Chile, y ha logrado una transversalidad por el carácter de sus demandas. ¿En qué pensaba Piñera cuando pensó que Santelices podría ser una ministra para la ciudadanía post transicional?