“Las contracciones fueron devastadoras. Temblaba y gritaba de dolor, pero más allá de eso, el miedo se apoderó de mí cuando vi que no podía controlar el temblor de mi cuerpo, pensaba que si necesitaba ir a urgencias, con todos los casos de Covid-19 que existían en ese momento, fácil me contagiaba o arriesgaba a estarlo”, esas son las palabras que describen una de las situaciones más difíciles que le tocó vivir a una joven que abortó en medio de la pandemia, entregando su relato a El Mostrador Braga, donde refleja cómo es abortar en medio del avance del coronavirus.
El aborto legal es una de las principales demandas del movimiento feminista, por años las mujeres han salido a las calles para luchar por sus derechos reproductivos, derechos que de momento no tienen, ya que el aborto es legal solo en tres causales, excluyendo absolutamente a cualquier otra razón que tengan las mujeres para abortar.
Si abortar de manera ilegal en el país ya era complejo, imaginen cómo es en medio de la pandemia que azota al mundo en estos momentos, no hay acompañamiento ni contención, las pastillas han subido su valor y además hay una escasez de ellas, así lo relata una joven que vivió esta experiencia y quiso contar el relato de su experiencia a El Mostrador Braga.
Su historia comenzó por Tinder, allí conoció a un chico con quien salió por tres meses. “Es la primera vez que establezco un vínculo tan cercano con alguien de esa red social, tan cercano que quedé embarazada. Lamentablemente nos descuidamos un día y el método anticonceptivo falló, y por no querer ir a la farmacia a comprar una pastilla del día después para no exponerme al incipiente coronavirus, me confié y no creí que me pasaría tan pronto”.
Su relación con la maternidad siempre ha sido lejana, tiene 10 sobrinos de todas las edades, por lo que ha visto a sus hermanas sufrir por ellos desde su concepción hasta ahora que están grandes. Comenta que vio a sus hermanos repetir errores una y otra vez con sus hijos, situación que sumada a otras experiencias la llevaron a sentirse distante de la idea de ser mamá.
“Tenía 3 días de atraso, sin síntomas, no me sentía embarazada, pero con muchas dudas. Llevábamos 2 semanas confinados por el Covid-19 y decidí comprar 2 test para que volver a la normalidad de sentirme segura lo antes posible. Ambos salieron positivos. Yo no lo podía creer”, relata.
“Estábamos viviendo la pandemia más grande del siglo y me embaracé. El miedo inundó mi cuerpo y mente, y por sobre todo por primera vez dudé sobre mi decisión de ser mamá, no por un deseo interno sino que grandes preguntas invadieron mi cabeza: “¿Qué pasa si me hago el aborto y al mismo tiempo tengo coronavirus? Moriría al instante”. O “¿Qué pasa si sigo embarazada en pandemia y me da coronavirus?”, ambas opciones se veían muy peligrosas en este contexto. Ese día no quise pensar nada más, me dormí con mucha angustia y dolor, preguntándome ¿por qué a mí, por qué ahora?”, expresó.
Estas dudas inundan la cabeza de muchas mujeres en estos momentos, para quienes ya era difícil abortar, hoy lo es 10 veces más. “En general, siempre manejo mis problemas de forma lógica y taxativa, pero esto era diferente. Enfrentaba un problema mayor dentro de un problema mundial, donde existe una crisis sanitaria extrema”.
“Además conocía tan poco a este chico que vincularme toda a vida con él me parecía una condena innecesaria, pero por sobre todo la decisión sobre mi cuerpo, sobre mi autonomía, romper las dominaciones del Estado sobre administrar mi cuerpo como ellos querían, más aún sobre la actual irrupción del orden en los cuerpos con la cuarentena, pero en mi caso sería un intento de desnaturalizar la naturalidad con que se invoca la vida como moral en sí misma, hacerme cargo de eso y transformarlo en medio de una situación catastrófica. Si en general en este país no es fácil abortar, con el Coronavirus sería aún peor”, añadió.
La joven recuerda que en 1989, uno de los últimos legados de la dictadura de Pinochet penalizaron aborto en Chile, tipificando cualquier tipo de irrupción como delito (exceptuando la natural, pero siempre con un dejo de duda ante esa posibilidad). Esta situación llegaría a cambiar recién en el 2015, cuando Michelle Bachelet presentó el proyecto de aborto 3 causales, aprobándose el 2017. “Sin embargo, aún existe la penalización por aborto voluntario, ese que deja a la mujer decidir por sí sola. La preservación de la soberanía de mi cuerpo está en entredicho con un Estado que no me reconoce como tal, extirpando mi autonomía. Sentí en ese momento que no tenía ningún valor salvo el ser una máquina reproductora”, argumentó.
Su primer paso fue contactarse con un colectivo feminista al que pertenece, “ellas me dieron el contacto de otras chicas que se dedican a ayudar a otras mujeres en la misma situación que yo”. No obstante, el coronavirus hacía que su situación se complicara aún más. “De los 4 colectivos disponibles en general, solo están operando 2, y con restricciones específicas. Debía esperar. Tenía 4 semanas y el tiempo corría, la curva del Covid-19 en Chile subía como espuma, era cosa de tiempo que todo colapsara”.
El colectivo le sugirió que esperara hasta la semana ocho por seguridad y para no colapsarlas a ellas, ya que muchas chicas estaban en la misma situación. La joven comenta que generalmente estos colectivos te acompañan en casa, pero esta vez por seguridad sanitaria, no se iban a arriesgar a asistir el aborto en tu hogar. A pesar de ello, “a través de una plataforma virtual ellas realizaron un taller en donde se encontraban otras 6 chicas en la misma situación que yo, todas muy asustadas, por cierto. Nos enseñaron a realizarlo según las instrucciones de la OMS, también dijeron que nos escribirían un mail para darnos el contacto del proveedor de la píldora, pero que éste estaba un poco complicado, con pocos insumos debido a la situación sanitaria”.
La joven esperó hasta la semana ocho, sin salir de su casa, sin ver a nadie para no exponerse al virus, sin contarle a nadie por teléfono por miedo a ser delatada, y con las náuseas características del embarazo estuvo a la espera de que desde el colectivo pudieran encontrar Misopostrol y Mifepristona para ella.
Comenta que a fines de la séptima semana de su embarazo se contactaron con ella para realizar la entrega. Le enviaron un mail detallado sobre las instrucciones a seguir, indicando incluso un dress code acorde a una misión supersecreta, cambiando números de teléfono y mails con servidores extraños.
“Me sentía que además de hacer algo ilegal, estaba en algo absolutamente oculto en esta sociedad moralista, más aun abortando en una pandemia mundial, arriesgando el sistema sanitario a mil por mi “irresponsabilidad”. No había contención emocional que sirviera en ese momento. Pero soy fuerte y quería hacerlo, era mi cuerpo, mi propia soberanía de decidir qué hacer la que estaba en juego”, relató.
Siguió las instrucciones al pie de la letra y se tomó las pastillas, después “las contracciones fueron devastadoras. Temblaba y gritaba de dolor, pero más allá de eso, el miedo se apoderó de mí cuando vi que no podía controlar el temblor de mi cuerpo, pensaba que si necesitaba ir a urgencias, con todos los casos de Covid-19 que existían en ese momento, fácil me contagiaba o arriesgaba a estarlo”.
Tuvo miedo, ya que vive en la comuna con más contagios de Coronavirus en Chile, pensaba en ese momento en los relatos anteriores que había escuchado, donde las chicas que llegan a urgencias por abortos y las trataban muy mal, “te enseñan lecciones de moral con dolor, ignoran tu capacidad de soberanía”.
“Siempre he pensado que el pensamiento pro-vida es sádico desde su inicio, prefieren ver morir a las mujeres que abortan y no salvar al recién nacido. Recuerdo, cuando viví en EEUU, vi un par de protestas frente a Planned Parenhood, una ONG que ayuda a millones con educación sexual y abortos, veía entrar a los médicos que eran humillados por fanáticos religiosos y de la moral, aludiendo a la divinidad y la única visión reproductiva de la mujer. Más aún, me preocupaba el cómo sería tratada en un país como Chile, donde no tenía amparo legal y además estaría “saturando” los sistemas públicos de salud en medio de una pandemia”, comentó.
Tomó un par de analgésicos y se calmó, también habló con una matrona feminista que siempre está dispuesta a ayudarla, ella le ayudó y le comentó que sus dolores estaban dentro de lo normal, pero debía estar atenta a su sangrado. Después de todo, el aborto casero con pastillas tiene una alta efectividad, pero en el contexto pandémico todo se veía más complicado. Estuvo toda la tarde con dolor, pero al otro día se sentía mucho mejor.
“Pienso que con la ayuda de los colectivos feministas no hubiese podido salir adelante. Mis amigas, mis compañeras, ellas no me dejaron sola. Pienso que soy una afortunada al tenerlas y poder acceder a esas redes de conocimientos y ayudarnos entre nosotras. Sin embargo, pienso en todas esas mujeres que están en estos momentos con la angustia del coronavirus, confinadas en sus casas, deseando realizarse un aborto y no tienen cómo ni dónde”.
La joven además contó que por estos días los colectivos comenzaron a divulgar que, debido al coronavirus, no están teniendo acceso a las pastillas como debería ser. Ella alcanzó a realizarse el aborto casero con pastillas justo antes de que éstas se agotaran. Además vio que los especuladores de precios, según su relato generalmente se trataría de hombres que se mueven en el mercado negro, quienes están vendiendo las pastillas al doble de su valor, sin si quiera asegurar que sean estas píldoras realmente.
La joven señala que es imperativo en este momento asistir a las mujeres que deseen dar término de su embarazo como si fuera una emergencia sanitaria más.