El Mostrador Braga indagó en iniciativas ciudadanas lideradas por mujeres en respuesta a la situación de hambre que se ha presentado en el país. Conversamos sobre las formas de organización, las dinámicas de género presentes y sobre la no romantización de las ayudas que en busca de un bien mayor, desplazan las responsabilidades que corresponden al estado y sus instituciones.
Los efectos en la economía chilena producto del virus ha causado estragos en los hogares de Chile, en un clima de alta dificultad son mujeres quienes lideran alternativas en respuesta a las responsabilidades que el estado no ha logrado resolver y a pesar de las restrictivas cuarentenas que limitan las posibilidades de moverse, las clásicas ollas comunes y sistemas de reparto de alimentos desde casa, son algunos ejemplos locales para paliar la situación de hambre.
El Mostrador Braga indagó en dos modelos de ollas comunes levantadas por mujeres en la ciudad de Santiago, ambas encarnan las dos caras de la realidad asistencial, por un lado la proactividad de la fuerza comunitaria en ayuda a los más desprotegidos, y por otro, el rostro más crudo del abandono social. Con las mujeres al frente una pregunta queda por plantear, ¿son las ollas comunes una nueva arista de la feminización de la pobreza?
Cuarentena y ollas comunes, el encierro no es una excusa
Sonia Retamales vive en el Barrio San Borja y organizó con dos amigas más un sistema de reparto de comida, “en realidad esto no es una olla común porque territorialmente no tenemos espacio, no hay junta vecinal, acá hay muchos edificios, no tenemos un lugar que tenga las condiciones higiénicas para poder levantar una olla común, pero nosotras comenzamos a cocinar en nuestras casas los sábados y a comprar envases de plumavit y salíamos con los carros de la feria a repartir”, cuenta, para introducir cómo comenzó su iniciativa en el céntrico barrio de Santiago, el que además históricamente ha estado marcado por la indigencia.
“De hecho la remodelación San Borja antes era el hospital San Borja, acá siempre ha habido recintos de salud y afuera de los lugares de salud siempre ha habido gente en situación de calle. Cuando empezó la cuarentena, Santiago Centro entró de las primeras comunas y nunca ha salido, porque además está cerca de la plaza de la dignidad así que nunca va a salir de la cuarentena obligatoria”, explica.
En la comuna de la Cisterna se encuentra Pía Figueroa quien organiza una olla común en su barrio a partir de la iniciativa de un vecino que recolecta pan para los abuelitos de la villa, “mi vecino Jonathan se da cuenta que hay muchos abuelitos que viven solos, él conversa con el vecino de la panadería quien accede a donar todo el pan que queda a diario y él se encarga de repartirlo a la hora de once a los abuelitos de la villa. Cuando yo me entero que está haciendo esto, me acerco con la intención de ayudar, pero como veo que tiene resuelto el tema del pan de la once, le digo que deberíamos hacer una olla, a lo que respondió yo estoy de acuerdo, pero no tengo más manos y ahí comenzamos a conversar”, así describe el inicio de esta actividad comunitaria.
A lo que continúa “y bueno esta villa es muy antigua, entonces se empezó a sumar gente, principalmente las vecinas. Actualmente somos una organización muy pequeñita donde nos repartimos las tareas de abastecimiento, redes sociales para que la gente sepa lo que estamos haciendo y pueda aportar dentro de sus posibilidades, la gente de acá ayuda con mercadería y la gente de otros territorios aporta con dinero y nos estamos juntando tres veces a la semana a cocinar almuerzo. Nos conseguimos la sede social, la que funciona como centro de acopio, cocina y punto de despacho”, puntualiza.
Las formas de organización social responden a las posibilidades que el ambiente ofrece, en la comuna de Santiago las cuarentenas estrictas desde un inicio de la pandemia y la carencia de espacios vecinales no permiten levantar una olla común, pero la necesidad de ayudar no ha tardado en adaptarse, es por esto que Sonia explica, “hicimos el Instagram @alcanzaparatodxs y empezamos a buscar voluntarias, ya tenemos 30 voluntaries , yo le digo voluntaries pero hay sólo un hombre que es el pololo de una de las chicas que se ofreció” y es que las plataformas digitales han servido también para permitir organizar a las personas en torno a una causa común.
En ese sentido Sonia describe que se dio de una forma muy orgánica “se me ocurrió buscar voluntarias, porque muchas personas escribían a mi Instagram personal que querían ayudar, pero algunes tienen condiciones de salud que son complicadas, o están a cargo del cuidado de niños, o teletrabajan y no pueden y se me ocurrió armar esta red para hacer esta especie de olla común indoor, urbana, no sé cómo llamarlo, porque son muchas personas cocinando simultáneamente desde sus hogares”. Además la agrupación funciona como centro de acopio y reparten diversas ayudas como carpas, colchones, plásticos, mantas térmicas, ropa de invierno, ropa interior y calcetines, toallas higiénicas, preservativos, material desinfectante e incluso comida de perros.
Mujeres organizadas
Ha sido una constante en el tiempo que en gran parte de los casos las mujeres hayan liderado ollas comunes en respuesta a situaciones de apremio y hambre, sin embargo algunas voces desde el feminismo han alertado y se han mostrado críticas respecto del rol doméstico que la sociedad ha asignado a las mujeres, quienes han sido responsables de la reproducción, crianza, cuidados de niños y mayores y sostén emocional, mirada que no ha estado exenta en lo que va de esta pandemia, saliendo a la luz pública la precariedad en que muchas mujeres deben sortear el día a día en diversos aspectos de su vida, pero más allá de ello siguen siendo mujeres las que se hacen presentes en estas organizaciones.
Con respecto a esto en la olla común de la Cisterna “los roles de género están súper establecidos, o sea las mujeres cocinan, los hombres traen la comida y no nos gusta nada eso, entonces ahora los chiquillos están empezando a sacarse las manos de los bolsillos. Funciona igual como una casa antigua donde las mujeres toman las decisiones, pero parece que no y donde los hombres supervisan y hay mucho mansplaining”, explica Pía y continúa “Entonces eso ha dado espacio para discusiones súper potentes y ha sido complejo y divertido porque los hombres saben que si nosotras paramos la producción no hay comida y también ellos se sienten necesarios en el sentido de quetambién pueden participar. Se han dado cuenta que pueden pelar un par de papas y no se les va a caer ninguna piocha”, dijo.
La diversidad también ha estado presente según relata la organizadora, “ha sido espacio para la apertura de otros temas también, como por ejemplo hay dos vecinos que son pareja y ellos aportan y están en la organización y no es tema, hay mucha naturalidad en torno a esto”. Hablar sobre perspectiva de género en algunos estratos socioeconómicos resulta complejo, ya que estos roles se encuentran muy asentados y estas reuniones en torno a una causa común están desarrollando un aprendizaje social que ayuda a cristalizar otras luchas.
Por otro lado, Sonia y sus voluntarias también practican la perspectiva de género en su iniciativa“lo que yo creo que sucede con estas iniciativas que son levantadas por mujeres, es que la sociedad patriarcal le ha dado el rol y le ha designado la tarea del cuidado y de la crianza y creo que se está resignificando este rol y se está viviendo más como liderazgo”, expone.
Respecto de la participación mayormente femenina en su organización opina “yo siento que la mitad está consciente de que están compartiendo un espacio feminista o con perspectiva de género, a muchas les pasa que dentro de sus propias casas son las que cocinan, las que hacen todo”, punto relevante y llamado a la reflexión “ha sucedido que el día de repartir me dicen -pucha… es que hoy tengo que cocinar, tengo que cuidar a mis hijos y déjame preguntarle a mi pareja si es que puedo ir a buscar los envases- ¿por qué no son parte de la iniciativa? O sea ella es la que trabaja, cuida a los hijos, cocina, baja los envases y sus compañeros en la casa o no cachan lo que están haciendo o ven que cocina veinte porciones por día y no le pregunta para qué, ni para quién. Yo siento que muchas de mis voluntarias están haciendo esta iniciativa porque es inherente a la mujer este rol de cuidar y de ayudar, pero muchas de ellas no están ejerciendo el feminismo en sus espacios íntimos”.
Paralelamente Pía expone una realidad muy similar en su barrio “hay chiquilas que trabajan en la olla y se llevan comida a su casa, no porque no tengan para comer, si no porque si ellas no están no hay comida en sus casas, entonces eso es fuerte. O sea el tiempo que ellas están invirtiendo es tiempo que deberían destinar a sus familias, no hay una familia comprometida detrás que diga anda a tú a cocinar a la olla y nosotras resolvemos acá y te esperamos con almuerzo y con el aseo hecho mientras tu llegas, entonces el tiempo que invierten acá no les sale gratis”.
Aunque el feminismo ha logrado instalar sus ideas en el debate público, donde incluso puede verse que las ollas se proclaman feministas, sigan haciéndose presente en ellas formas de relación patriarcales o machistas que ponen como condición que antes de participar socialmente deban cumplir con las labores que históricamente se las ha asignado.
No romantizar la ayuda social
Finalmente, aunque las organizaciones sociales han logrado mostrar una vez más la solidaridad de la que son capaces las clases populares cuando se ven afljidas, peligroso sería romantizar estas acciones puesto que asumen una responsabilidad que en rigor corresponde al estado y sus instituciones.
Al respecto, Sonia ve posible organizar al pueblo a través del desarrollo modelos de autogestión, autoformación y auto-organización que inviten a la construcción de nuevas políticas públicas “yo creo que hace justicia esta forma de organización, porque no queremos que la gente se muera de hambre y es súper cliché, pero solamente el pueblo ayuda al pueblo, porque no hay educación cívica, ni conciencia cívica para usar la institucionalidad, por eso nosotros paralelamente estamos trabajando en armar una ONG que apunte a dar solución a las líneas que no se están tocando”, explica y propone“hay que empoderar a través de la participación ciudadana y las políticas públicas, por ejemplo a través de la iniciativa popular de ley que incentiva a que todas las cosas que nos preocupan o que el gobierno está al debe, las podemos transformar en una demanda social en forma de iniciativa popular de ley, desde el pueblo y para ayudar al pueblo, pero a través de las políticas públicas que en el fondo son la gran deuda que tiene le estado”.
Desde otra mirada Pía en su experiencia de olla común reflexiona “ahí hay un tema que nosotros conversamos mucho y pasa lo siguiente, nos sentimos bien porque hoy día comieron 150 personas gracias a que hay una olla, pero estamos enfurecidos de tener que cocinar para que hayan 150 personas que coman, hoy hay una necesidad que está cubierta, pero se entiende que no deberíamos estar haciendo eso, entonces es una sensación de impotencia constante”.
“Nosotros nos sumamos un poco a esa romantización cuando decimos el pueblo ayuda al pueblo y es la única forma, pero entendemos que no está bien que no estén las condiciones de dignidad suficientes a nivel nacional y que se tengan que suplir con estas cosas que son asistencialismo. Entonces romantizar la olla diciendo que esto es lo único que nos va a salvar, no, la olla nos va a hacer sobrevivir, para que después podamos ver cómo entre todos arreglamos esta situación que es muy preocupante, o sea acá está el 85% de la gente sin trabajo, esto aberrante”, finaliza.