Doscientas páginas acompañan a Campbell a través de su relación con la identidad mestiza, un amor-odio que va desde la resistencia a acabar convertida en una mujer méti “con hijos, ojos morados y precariedad” hasta darse cuenta de que ser mestiza no es indigno, es abrazar sus raíces y convertirse en un referente en su comunidad.
La dramaturga, profesora y activista Maria Campbell no sabía nada sobre escritura cuando empezó “Mestiza”, un desgarrador testimonio sobre qué supone ser una mujer métis en Canadá y estar atrapada en un círculo de pobreza, alcoholismo y violencia colonial, pero también de saberes tradicionales, comunidad y sueños de futuro.
Con unos 20 años Campbell (Saskatchewan, Canadá, 1940) conoció a una mujer mayor que la animó a escribir, le regaló una bolsa de bolis y un cuaderno y le dijo “tienes que hablar, no puedes guardarte todo dentro porque te dañará”. Años más tarde, empujada por la rabia y la frustración, Maria empezó a escribir sus memorias, que se convertirían en una crónica de la devastación del pueblo mestizo bajo la colonización y que fueron publicadas por primera vez en 1973.
Ese año el texto se publicó con un episodio censurado: la violación de una joven María de apenas 15 años a manos de dos miembros de la Policía Montada. Un fragmento que ha sido recuperado por la edición que publica ahora la editorial Tránsito en castellano y Club Editor en catalán.
Doscientas páginas acompañan a Campbell a través de su relación con la identidad mestiza, un amor-odio que va desde la resistencia a acabar convertida en una mujer méti “con hijos, ojos morados y precariedad” hasta darse cuenta de que ser mestiza no es indigno, es abrazar sus raíces y convertirse en un referente en su comunidad.
Pregunta.- ¿Qué significa para usted que este libro siga tan vivo y se publique ahora en España?
Respuesta.- Estoy muy feliz por ello, realmente nunca pensé que se publicaría en España cuando trabajaba en él. Es extraño que después de 47 años tenga un libro reimpreso y publicado en otros países, pero creo que el libro sigue siendo bastante significativo hoy. En nuestro país ha estado en todos los currículos de universidades e institutos durante los últimos 47 años, así que será interesante ver qué pasa ahora durante los próximos 47.
P.- Comenta que aún hoy es un libro muy significativo, ¿Qué se puede aprender del libro aquí en España?
R.- Creo que, especialmente, la gente joven es bastante consciente del colonialismo y de lo que pasa cuando la gente es colonizada. Todavía hay colonización a día de hoy y este libro hará que en otros países sean más conscientes.
Pero, más que cualquier otra cosa, lo que espero es que ayude a la gente en España a mirar dentro de su propio país y ver lo que está pasando con las personas que marginadas, pobres o que vienen de diferentes culturas o nacionalidades. Si no puedes tratar bien a la gente en tu propio país, ni entender lo que está pasando en tu propio país, de qué sirve entender lo que pasa en otro lugar. La pobreza, la discriminación y el racismo son lo mismo en todo el mundo para todas las personas. El dolor es dolor.
P.- ¿Este libro fue una forma de romper el silencio y el ciclo de violencia contra tu comunidad o un testimonio que nació de la frustración?
R.- Al principio fue por una sensación de impotencia, fue una manera de tratar de curarme a mi misma. Nunca pensé que nadie lo leería, iba a quemarlo cuando estuviera terminado. Pero cuando ya lo tenía me di cuenta de que si había sido capaz de escribir tantas paginas -2.200-, igual podría cambiar algo, porque los libros han cambiado mi vida. Cuando era niña era capaz de escapar con los libros y aprendí del mundo a través de ellos. Así que pensé que igual este libro hacía eso también y a lo mejor era capaz de decirle a la gente lo que estaba pasando y podría cambiar algo.
P.- Hay un sentimiento de odio y de amor hacia su comunidad, ¿Cómo se combinan estos sentimientos?
R.- Creo que se puede amar y odiar al mismo tiempo, al menos era posible para mi, yo era capaz. A través de mi escritura, y con los años de experiencia, pude entender por qué eso estaba pasándome. Y una vez que entendí el colonialismo, la historia y lo que nos pasó, entonces, pude comprenderlo mejor.
P.- ¿En qué momento se dio cuenta de que toda esta violencia era producto del colonialismo y cuándo comenzó a hacer una especie de revisión de la historia de tu pueblo?
R.- Creo que tendría como 25 años cuando me di cuenta. Hasta entonces yo pensaba que era nuestra culpa, que había algo mal en nosotros. Pero cuando miré dentro de mi propio trabajo, de mi escritura, empecé a comprenderlo todo. Y también empecé a hacer investigación, algo que no había hecho hasta entones, y a hacer análisis crítico, y entonces vi las cosas muy claras.
P.- También escribe en el libro que la desigualdad y la violencia contra las mujeres es una consecuencia del colonialismo. ¿Qué significa esto?
R.- Una de las cosas del colonialismo es que explota, quiere recursos, quiere tierra y quiere algo de ti. En nuestro caso era nuestra tierra y nuestros recursos. Pero para tomar esos recursos tienes que eliminar a las mujeres de ahí, porque las mujeres son el núcleo de eso, son líderes en las comunidades. No puedes entrar y simplemente cogerlo, primero tienes que mover a esas mujeres. En el colonialismo, la brutalidad y violencia contra las mujeres viene de la mano con la colonización.
Se trata de lo que tomas de la tierra. Si violas la tierra, violas a las mujeres.
No hay ningún país que haya colonizado, que no ha tratado brutalmente a las mujeres en ese proceso. Y eso continúa a día de hoy.
P.- En este sentido, ¿se tiene que hacer una revisión decolonial de la historia con perspectiva de género?
R.- Por supuesto. Cuando miramos al colonialismo y a la violencia contra las mujeres tenemos que analizar el papel que el patriarcado y la religión cristiana jugaron en ello. Porque el patriarcado y el cristianismo son brutales contra las mujeres y los niños, y esto vino de la mano del colonizador. Si miras la historia de Europa, las mujeres fueron tratadas de manera brutal. Entonces, ¿por qué iba a ser diferente en el país al que los hombres estaban viniendo a colonizar?
En el proceso de colonización la barrera más grande que tuvieron que atravesar fueron las mujeres, porque las mujeres no los querían ahí, no querían convertirse, querían que dejasen en paz a sus comunidades.
Cuando vinieron a nuestro país, no éramos un patriarcado, las mujeres tenían un papel equitativo y no pertenecían a los hombres, así que tuvieron que cambiarlo. Y lo pero es que no vieron nada malo en eso porque para ellos era normal, era su manera de vivir. Además, una vez que introduces el alcoholismo, la pobreza y la dependencia, ya no es difícil de hacer. Los estudios sobre el colonialismo es entender que tienes que matar a las mujeres para poder colonizar.
P.- ¿A día de hoy sigue esta discriminación contra su pueblo, los métis?
R.- La discriminación continúa no solo con las mujeres, sino con todas las personas indígenas. Pero, de nuevo, tenemos un dicho indígena que dice “una nación no es conquistada hasta que los corazones de sus mujeres están en el suelo” y es verdad, mientras haya mujeres, madres y abuelas no has conquistado nada.
Hay grandes corporaciones y grandes compañías que vienen y cortan árboles, hacen minería, hacen cosas que destruyen la tierra y el agua, pero las mujeres resisten eso. Es su comunidad, así que luchan por ello. Siempre es una lucha.
P.- En cuanto esta destrucción de la tierra y del agua, ¿Qué papel juegan las comunidades indígenas en la crisis climática?
R.- Creo que los indígenas jugarán un papel importante porque alguien tiene que hacerlo. De algún modo tenemos que aprender otra manera de tratar a la tierra y las únicas personas que realmente saben cómo hacerlo son los pueblos indígenas que viven en países colonizados. Pero no sé si están preparados para escuchar.
Y ese siempre ha sido el papel de las mujeres, y especialmente, de las abuelas. Hay gente en todos los países que son mujeres mayores como mi abuela que cuidan la tierra y cuidan a los niños. Pero el cambio no ocurrirá sin todas esas mujeres y sin las personas indígenas.
Y creo que la COVID-19 y el aislamiento nos está tratando de decir eso, está tratando de darnos un tiempo para estar a solas y que podamos meditar y reflexionar sobre lo que pasa en el mundo. Y tenemos que pensar globalmente, porque esas corporaciones que destruyen todo son globales.
P.- Cuando se publicó el libro por primera se censuró un episodio que hablaba de una violación por parte de dos policías, tras su publicación ¿ha notado que más mujeres han compartido esa experiencia?
R.- Es un lugar duro en el que estar porque realmente no puedes ayudar a todo el mundo, pero creo que lo que ha hecho ese episodio ha sido ayudar a dar voz y eso abre el camino para que las mujeres sean capaces de hablar claramente.
P.- Termina el libro hablando de métis e indígenas que se han convertido en artistas, escritores, líderes… ¿Es importante tener estos referentes y ejemplos? ¿Visibilizan la realidad indígena?
R.- Creo que los artistas, escritores, poetas y periodistas que tienen corazón, empatía y entendimiento sobre el mundo son los líderes más importantes que tenemos. Si hay cambio, sin duda esas serán las personas que lo lideren porque pueden hablarnos en modos que nadie más puede. El liderazgo político no puede hacer eso, no puede llegar al corazón de la gente.
Espero que los artistas, y las comunidades indígenas, sean las personas que lideren el camino hacia el cambio. Son cruciales.