Desde marzo, debido al coronavirus, las cárceles de Chile decidieron suspender las visitas presenciales a personas privadas de libertad. Este derecho esencial fue cancelado por casi 9 meses y recién este mes está siendo reactivado. Sin embargo, nuevamente son las mujeres encarceladas las más afectadas: las y los menores de 14 años no podrán ver a sus madres por un plazo, hasta el momento, indefinido.
Papas duquesas, pavo, pan de pascua y estar rodeadas de sus familiares directos era parte de la escena que podían vivir en navidad las mujeres que cumplen condena en centros penitenciarios. Ahora, habiendo estado privadas de ver a sus familiares hace nueve meses, la realidad será muy distinta.
Mientras que los malls superan el aforo permitido, se estima que 67% de las mujeres privadas de libertad seguirán siendo impedidas de ver y tener un vínculo con sus hijos e hijas, ya que las y los niños menores de 14 años no están considerados dentro del plan de reactivación de visitas presenciales.
“Es fundamental que se promueva el vínculo familiar y materno, pero esto no está sucediendo en la práctica. Lamentablemente, las graves consecuencias que implica esto, como la pérdida del vínculo estrecho de un niñe menor de edad con su madre, es algo que puede resultar incluso irreparable”, advierte la directora técnica de la ONG Leasur, organización que trabaja por los derechos de las personas privadas de libertad, María José Peña.
Alrededor del 90% de las mujeres que están en las cárceles son madres y un 67% de ellas tienen hijos o hijas menores de edad, según detalla la Red de Acción Carcelaria, organización que busca visibilizar y tomar acciones por las mujeres que cumplen condena. Sin embargo, esta situación no fue un impedimento para que las autoridades prohibieran las visitas presenciales a niñas y niños menores de 14 años.
En el protocolo de Gendarmería de Chile se detalla que se prohibirá “transitoriamente” el ingreso a estos niños y niñas. Pero, no se menciona en qué etapa de transición o en cuánto tiempo más podría permitirse que hijos e hijas vean a sus madres y tampoco se señala el motivo de la restricción.
“No lo podemos entender. Si decimos que la medida es para cuidar a les niñes, entonces, ¿por qué a los niños o niñas no les prohiben entrar al mall?. Les abren el mall y está llenísimo de gente, en cambio, en las cárceles no hay visitas”, critica la coordinadora de la Colectiva Pájarx entre Púas, agrupación que trabaja con mujeres privadas de libertad en Valparaíso, Myr Chávez.
La reactivación de visitas presenciales estaría dejando de lado el derecho superior del niño a poder tener un adecuado vínculo con sus padres. “El Estado no sólo no le toma el peso a la delicada situación que significa un largo periodo sin visitas, sino que además se han implementado políticas que evidentemente no contemplan la perspectiva de género que se requiere para entender la real necesidad de mantener un adecuado vínculo entre une niñe y una madre”, señala la abogada de la Red de Acción Carcelaria, Antonella Oberti.
Esta semana comenzaban las visitas presenciales en el Centro Penitenciario de Valparaíso. 150 mujeres privadas de libertad esperaban ansiosas poder reencontrarse, aunque sea con un familiar, en la semana que da inicio a las fiestas de fin de año. Sin embargo, justo antes de que pudieran romper los nueve meses sin ver a sus seres queridos, se detectó un posible brote por coronavirus al interior del recinto penitenciario. Todas las mujeres perdieron la posibilidad de estar cerca de un familiar, nuevamente.
“Hay que entender que las visitas y la comunicación de las y los internos con sus familiares, no es un privilegio, sino que un derecho humano básico que el Estado debe garantizar”, advierte Oberti. Sin embargo, las medidas tomadas en pandemia para mantener la comunicación a distancia y el nuevo plan de reactivación, parecen no ser suficiente.
Según un estudio de ONG Leasur, a agosto de este año, habían 249 computadoras a nivel nacional que permitían hacer video llamadas; 2.120 celulares autorizados para usarse durante el horario de visitas y 470 teléfonos públicos. Todo esto, para una población penal que supera las 46 mil personas.
En algunas cárceles, por más de 100 mujeres hay solo dos computadoras y los celulares, facilitados por las familias, solo pueden ser utilizados -al igual que todas las medidas- durante el horario correspondiente a las visitas presenciales. En el mejor de los casos, esto equivale a seis horas repartidas en dos días a la semana. Por tanto, en el “panorama ideal”, durante estos nueve meses de aislamiento, las mujeres privadas de libertad han tenido una comunicación con su familia equivalente a solo nueve días.
El plan de reactivación de visitas presenciales es una necesidad para las personas privadas de libertad que llevan meses sin ver a sus cercanos, especialmente en estas fechas de encuentro familiar. Sin embargo, este nuevo protocolo solo asegura una visita mensual por un máximo de dos horas. El resto, es a total criterio de las jefaturas de cada unidad penal.
«Estar aquí en la cana culia, ver si nos tomamos unas pastillas. Nada po, estamos aisladas….», es la respuesta de una mujer privada de libertad sobre qué espera de esta festividad familiar.
La difícil realidad que han vivido y están viviendo las mujeres por no ver a sus seres queridos y no tener la comunicación adecuada hace más de ocho meses, ha incentivado que distintas iniciativas de organizaciones privadas busquen generar algo de alegría en esta navidad que marca aún más la ausencia del vínculo afectivo.
A pesar de que las mujeres del CP de Valparaíso están entrando en una posible cuarentena por contagios de covid-19, la agrupación Pájarx entre Púas está intentando entregar los kits sanitarios que han llevado durante todo el año a la cárcel, pero esta vez, con un especial navideño. “La idea es que las compas tengan su presente y que sepan que hay gente afuera que igual las está pensando. Más allá de la familia, hay gente que las considera y que sepan que no están fuera de todo”, señala Myr Chávez.
Sumado a esto, el día martes, Red de Acción Carcelaria entregó más de 200 kits navideños entre dos centros donde mujeres cumplen condena: el CPF de Talca y el CP de Rancagua. Además, llevó 400 regalos a hijos e hijas de madres privadas de libertad. “Es difícil imaginarse un contexto más duro que pasar esta pandemia privada de libertad y, es aún peor, en fechas como navidad. Es otro recuerdo más de que no puedes ver a tu familia, sobre todo ahora que ni siquiera están con visitas”, detalla Antonella Oberti.
“Nosotres podemos reunirnos con nuestras familias libremente durante la semana ahora que nos encontramos en fase 2, sin embargo, no se da este trato equitativo con las mujeres privadas de libertad”, advierte María José Peña. En plena navidad, cientos de mujeres siguen sin ver a sus familias y miles de madres encarceladas ni siquiera saben cuándo podrán ver a sus hijos e hijas, una vulneración al vínculo que toma más peso que nunca ad portas de que comiencen las festividades de fin de año.