Las organizaciones de mujeres no sólo han empujado cambios vitales en el país y el mundo, también son un espacio de encuentro para las mujeres de zonas remotas del país. Te invitamos a conocer los proyectos de una organización indígena del Biobío y de unas artesanas de Chiloé, ganadores del Fondo concursable “Juntas enfrentamos la crisis del Covid-19”, de la plataforma Juntas en Acción.
En todo Chile hay mujeres organizadas trabajando en sus comunidades, empujando cambios por una vida mejor. Organizaciones barriales, territoriales, de emprendedoras, de artesanas, mujeres indígenas o mujeres de disidencias sexuales, mujeres que se reúnen para aportar en diversos ámbitos.
Estas agrupaciones no sólo son importantes para visibilizar problemáticas de sectores específicos, sino que también proveen una red de apoyo y sororidad. Se trata de un tejido social que ha sido muy fundamental en este período de pandemia, donde las mujeres han estado más vulnerables a retroceder en su autonomía económica o a sufrir violencia de género.
El Mostrador Braga conversó con la Agrupación de Artesanas La Ballena Dormida de Isla Llingua y con Asociación Rayen Leufü de Chiguayante, dos de los proyectos ganadores del Fondo concursable “Juntas enfrentamos la crisis del Covid-19” de la plataforma Juntas en Acción, impulsada por ComunidadMujer y Corporación Humanas, y cofinanciada por la Unión Europea.
Unión y sororidad entre lideresas indígenas
Rayen Leufü es una organización indígena de Chiguayante, región del Biobío, fundada en 2013. La mayoría de quienes la integran son mujeres mapuche que han sido “primera generación en vivir el despojo territorial”, como explica María Olmos Loncopan, fundadora de la organización.
María cuenta que partieron mujeres mayores y que poco a poco se han integrado más jóvenes, interesadas en el proyecto de rescate cultural y la solidaridad. “Dentro de la organización se ha armado algo muy lindo, hemos ido juntándonos más con jóvenes. Es importante esta inyección de juventud porque los cambios los producen los jóvenes, pero los jóvenes que producen esos cambios tienen gente grande atrás de ellos que ha hecho que sus mentes piensen, sientan y actúen así”, dice María.
Para la organización también es fundamental la participación política de las mujeres y el respeto de sus derechos. “Creo que los cambios parten desde nosotras y creo que también la fuerza, el empuje y la educación que tenemos que tener como dirigentas, como lideresas, también depende de nosotras”, cuenta Olmos.
Un camino que no ha sido fácil: “Hoy día en Chile es sumamente difícil para nosotras mujeres lideresas de pueblos originarios. Es difícil para las chilenas, imagínate para nosotras. Decidimos educarnos porque hoy día, si bien es cierto tenemos hermanas que se están posesionando dentro de la política y varias mujeres postulando para estar en los escaños reservados, ha sido un trabajo que nosotras las mujeres lideresas nos propusimos un día: salir de este sistema gubernamental que siempre nos invitaba a hablar sólo de los temas específicos que ellos querían”, explica María.
Es justamente esta necesidad de unirse para ser más fuertes la que las llevó a mantener relaciones muy cercanas con lideresas de otros pueblos originarios. Llevaban sólo unos meses desde su fundación, cuando a María se le encomendó la misión de organizar un encuentro de mujeres.
María lo hizo: a sólo meses de la fundación de la organización, logró reunir a 74 mujeres en Chiguayante para el Primer Encuentro de Mujeres. “Llegaron desde Viña del Mar hasta Puerto Williams. Invitamos a mujeres de todos lados, sacamos alimentación de no sé dónde, cocinamos nosotras mismas, atendimos a nuestras mujeres” cuenta Olmos.
Así, desde el principio, Rayen Leufü ha sido una organización orientada a tender redes con mujeres de todo Chile, misma vocación que las llevó a presentar el proyecto Kellu Zomo Wen (solidaridad entre mujeres) al fondo concursable de Juntas en Acción.
La iniciativa está dirigida a lideresas de diversos pueblos originarios y tribales de Chile: afrodescendiente, aymara, quechua, diaguita, chango, mapuche, lafkenche, williche y kawéskar. El objetivo es entregar herramientas para la comprensión integral de la violencia de género y la forma en que las mujeres pueden incidir para prevenirla y erradicarla desde sus territorios.
No ha sido fácil realizar este proyecto en medio de la pandemia por Coronavirus, pero han seguido trabajando para llegar a todas las localidades contempladas: durante febrero, estarán en Arica, con las mujeres afrodescendientes; en Cañete con lafkenches; en caleta Chañaral con el pueblo chango; en Ancud con huilliches; y en Puerto Natales con kawésqar.
“Estábamos preocupadas porque el Coronavirus no nos dejaba salir, pero ya nos organizamos y las pu lamngen (hermanas) nos están esperando, porque este no es un proyecto solo de Rayen Leufü, sino que también es de ellas en sus territorios”, explica Olmos.
En cada uno de los territorios se realizarán talleres y jornadas que contemplan apoyo jurídico, psicológico y material, a través de cajas de alimentos. “Nosotras vamos, nos quedamos y conversamos con las mujeres, con las lideresas. Son muchas horas de diálogo en donde vamos viendo en qué podemos ayudarnos en los diferentes territorios. Es importante, verlo ahí, in situ”, expone Olmos.
“Nosotras las mujeres, día a día nos retroalimentemos con nosotras mismas y este proyecto a nos está retroalimentando, a las chiquillas que van conmigo las está retroalimentando”, finaliza María.
Cesteras de Isla Llingua: “cuando el grupo no es unido, no se avanza”
Gladis Rivera nació y se crió en Llingua, una isla de Chiloé ubicada frente a Achao, en la comuna de Quinchao. La isla tiene alrededor de cuatrocientos habitantes y es conocida por su cestería.
Gladis tiene 63 años y hace veintidós formó la Agrupación de Artesanas La Ballena Dormida de Isla Llingua, una organización que hoy reúne a dieciséis mujeres entre los 36 y los 87 años.
La Agrupación se creó gracias a gestiones de profesionales de Servicio País, pero las cesteras datan de “tiempos inmemoriales”, como dicen ellas mismas. Se trata de un conocimiento que se ha transmitido de generación en generación y que hoy es fundamental para apoyar la autonomía económica de las mujeres de la isla.
Gladis explica que para ellas el ingreso que les proporciona su trabajo es fundamental. En isla Llingua la mayoría de sus habitantes viven de la pesca y también de la agricultura, actividades estacionales, por lo que el ingreso de las cesteras es muy importante para la economía familiar y para la propia autonomía de las mujeres. “Hacemos nuestros trabajos y tenemos nuestra propia plata. Igual uno se siente contenta de ganar su plata”, dice Gladis.
La mayoría de las artesanas tiene una doble jornada. De esta manera, no sólo dedican esfuerzos a producir cestas (lo que significa buscar el material, secarlo y tejerlo), sino que también al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado.
Con mucho esfuerzo, las artesanas de La Ballena Dormida postularon su proyecto al Fondo concursable de Juntas en Acción, con el apoyo de la Municipalidad de Quinchao.
El proyecto, llamado “Empoderando el corazón de las Chilhueñas”, busca fortalecer la autonomía económica de las mujeres artesanas de la agrupación a través de talleres y capacitaciones para paliar las bajas ventas a causa de la pandemia. Para eso, ellas aprenderán la técnica de la serigrafía, que les permitirá estampar sus propias bolsas para darle un valor agregado a su labor. “El proyecto va bien gracias a dios. Vamos avanzando bien y nos va a servir mucho porque tenemos bastante material ahora para vender”, cuenta Gladis.
La iniciativa también contempla capacitaciones para la prevención y erradicación de la violencia de género, a cargo de la Municipalidad de Quinchao. Para Gladis, si bien ha habido avances en esta materia, todavía falta para alcanzar la igualdad y cree que la educación tiene un papel central: “creo que falta que nosotros, la gente que tenemos hijos los eduque para que esta desigualdad se termine, porque todos tenemos los mismos derechos no más”, explica.
Finalmente, Gladis Rivera cree que es importante que las mujeres se empoderen y, estén donde estén se unan por un objetivo común: “yo les diría que le pongan toda la fuerza no más porque sí se puede, aunque parezca difícil. El esfuerzo y la unión del grupo son fundamentales, porque cuando el grupo no es unido, no se avanza”.