En Chile hemos construido una imagen inquebrantable del hombre minero, con poder, virilidad y siendo capaz de producir minerales para el país. Este hombre, para conservar esa entereza requiere reparar su cansancio en espacios afectivos, sexuales y de reconocimiento que le permita alimentar una autoimagen de hombría proveedora para sus hijos, hijas y su pareja. En esta dinámica de producción-sacrificio-provisión, existen emociones intensas de vacío identificadas como soledad y frustración. En ese plano, el trabajo sexual se sitúa en un lugar simbólico destacado y vinculado a los contextos mineros del mundo. Estos son los ejes estudiados en la investigación «Mercantilización de las emociones: el lugar simbólico de las trabajadoras sexuales en las emociones de los hombres de la gran minería del cobre chileno», del equipo Fondecyt 1180079 liderado por Jimena Silva de la Escuela de Psicología U.Católica del norte; Pablo Zuleta, U. Bernardo O´Higgins; Claudio Araya de Diabla Cine, María Constanza Castro de la Escuela de Periodismo U. Católica del Norte y Estefany Castillo, Escuela de Psicología U Católica.
Innumerables son los estudios que informan sobre la gran minería desde perspectivas económicas y tecnológicas, reconociendo el oficio minero como un trabajo de prestigio, de alta productividad por excelencia y socialmente simbolizado como «el sueldo de Chile». Sabemos que en la actualidad, el cobre representa el 54% de la canasta exportadora, su aporte al fisco subió desde casi US$ 1.000 millones a 12.000 millones, representando más del 20 de los ingresos fiscales. Sin embargo, poco se sabe sobre la vida íntima, la conflictiva vida relacional e interpersonal de quienes generan estas riquezas, y las repercusiones que generan los turnos y sueldos mineros en las parejas de la macro zona norte.
La invisibilización y la desatención del espectro sexo-emocional en el rubro minero, oculta tras el telón, altos niveles de tensiones en las que su protagonista es el hombre minero. En ese plano, emergen mujeres, cuyo lugar se extiende más allá de lo simbólico; las mujeres del comercio sexual.
La Dra. Silva, señala sobre este aspecto que “las tradiciones mineras conservan entre sus prácticas un poderoso vínculo entre compañeros de faenas, se cuidan las espaldas, y establecen un tipo de cofradía con sus rituales masculinos, el desahogo del sufrimiento, en el consumo de alcohol, los sentimientos de vacío afectivo con mujeres del trabajo sexual, y para ello marcan distinciones entre las mujeres madres de sus hijos y aquellas que serán sus confidentes, ‘novias’, o psicólogas para deshacerse de sus dolores mas profundos”.
«En esta región anclada entre el desierto más seco del mundo y la costa del mar pacífico, las prácticas laborales mineras continúan siendo un campo masculinizado”, afirma Silva, y añade que “aún con la inclusión de mujeres en algunos espacios, la estructura organizacional de la faena, las ideas que se reproducen sobre las características de las relaciones de poder, el lenguaje construido desde tiempos inmemorables están significados por y para hombres resistentes, duros, particularidades que no se le reconocen a las mujeres”. Estas son marcas culturales “del rigor y las jerarquías autoritarias heredadas de la tradición pampina, cuna del sindicalismo minero, muy distinta a las organización y reivindicaciones laborales del presente”, puntualiza la experta en estudios de género.
Mercantilización de las emociones
Esta investigación analiza algunos de sus hallazgos con el foco en el concepto «mercantilización de las emociones», como un fenómeno presente en la dinámica sexo afectiva de la triada: minero, pareja y trabajadora sexual. Una dinámica con un nexo conflictivo con el dinero.
Desde la perspectiva de las transformaciones socioculturales que involucran a hombres y mujeres, resulta relevante generar conocimientos sobre las relaciones de poder asociadas al dinero. En esta triada, un nudo ciego se vincula con el dinero: quien provee; quien administra; quien controla; quien gasta y en qué gasta el dinero.
El dinero circula amasado con las emociones. En este contexto, quien controla es el hombre en una forma a veces real, en otras ficticia. Jimena Silva, expresa que “esta posición de jefe de familia puede ser ambigua, en el sentido que el minero se empodera en su figura de proveedor, y en la práctica cotidiana quien define y decide es la pareja en función de las necesidades del grupo familiar. Luego estas decisiones pueden ser otro campo de batalla”.
En otro polo de las tensiones, se ubica la negociación entre la trabajadora sexual y el trabajador minero. Su relación se encuentra definida por una transacción económica. Y ambos involucran sus cuerpos en el despliegue o restricción de sus emociones. “El hombre autoexplota su cuerpo en los turnos, y las mujeres trabajadoras sexuales, explotan sus cuerpos en el comercio sexual”, precisa la doctora.
Entre tanto, qué pasa con las parejas de mineros. “La soledad y la frustración se experimenta en el espacio privado, acentuada por la sistemática ausencia de la pareja, en un estilo de maternidad exhaustiva como refugio frente a la frustración e insatisfacción del deseo sexual”, puntualiza. Otras, señala, “se organizan y destinan los recursos disponibles en consumos suntuosos, como casino, peluquería, malls entre otros”.
Mapa de emociones que circulan en la triada trabajador minero; pareja de minero y trabajadora sexual.
Hogar y night club
La investigación plantea dos tipos de contratos en esta triada. El matrimonio por una parte, como parte del contrato socio sexual, donde una mujer se hace cargo del trabajo doméstico y reproductivo, a cambio de tener cubiertas las necesidades de ella y sus hijas e hijos.
Por otra, el contrato con la prostitución constituye una variante del contrato sexual, «que sitúa a otra mujer en un espacio no doméstico estableciendo otras formas de relaciones de poder, que están destinadas a consumos sexuales, para satisfacción de necesidades sexo-emocionales que permiten resguardar la identidad viril del trabajador». Estos hallazgos, constituyen conocimiento, en tanto se analizan en un circuito de triada, donde se comprende que los tres ejes permiten la circulación del poder.
Silva, afirma que «estos espacios vinculares operan como una rueda sujeta con un eje en pos del bienestar de quien se ha construido bajo el ideal del sacrificio por la familia y por la economía del país», y añade que «el recurso al comercio sexual interpretado desde los testimonios de los trabajadores mineros resultaría una clave considerada por ellos, necesaria para conservar un nivel de equilibrio para seguir en la escalada, capaces de sostener su rendimiento y cuidar su trabajo».
De esta manera, la madre-esposa y la trabajadora sexual resultan claves en la operación trabajo-producción en las condiciones de la (auto) explotación laboral del hombre trabajador. «Hogar y night club constituyen en esa rueda dos instituciones sociales que cooperan para que los trabajadores se adapten a un sistema de trabajo por turnos que es muy difícil de sostener», afirma la doctora.
Posición subjetiva desde las narraciones de trabajadores mineros, sus parejas y las trabajadoras sexuales.
Entre los hallazgos, existen testimonios de trabajadores que reconocen la pérdida en la vinculación padre-hijos e hijas en pos de la productividad para la empresa minera. Como padre y pareja, «identificamos en los hallazgos un padre periférico, simbolizado como padre de domingos, un hombre con sentimiento de tristeza respecto de su paternidad con los que tiene conciencia de haber perdido grandes momentos constituyentes de los lazos: primeros pasos, cumpleaños, graduaciones, entre otros dolores que atraviesan a ambos, padres e hijos», comenta la académica.
Estos hombres también se distancian de estos dolores en virtud de no arriesgar en la faena, por lo que la distancia se convierte en un hábitus. «Los vacíos y ese sentimiento de no-lugar emocional en la vida de sus familias que emerge en algunos testimonios, intentan rellenarlos en el nigth club, la shopería, con otros colegas con los que comparten esta vida de sacrificio en pos del rendimiento», detalla Jimena.
Lanzamiento del libro y documental
El equipo de investigación anunció que el libro con artículos de hallazgos de esta interesante investigación, será publicado durante el mes de mayo junto al documental Angelina Duval y el cabaret del Cobre, elaborado por el Director Claudio Araya, de Diabla Cine.
«Es importante reconocer el aporte del sindicato minero de la Escondida y sus trabajadores, a las mujeres protagonistas del estudios, a las agrupaciones de trabajadoras sexuales Arco Iris y Arpevih de Antofagasta, a la Agrupación Amanda Jofré, de Santiago, y a sus dirigentas que han sido fundamentales en estas investigaciones», expresa Jimena.
-¿Qué impactos crees que tendrá la publicación del libro? ¿Tienes expectativas sobre cómo será la recepción de esta investigación?
-Es un desafío, que esperamos tenga una acogida reflexivo-positiva, como equipo buscamos aportar a comprender la estructura de las relaciones afectivo/sexuales en esta región minera. También contribuir a avanzar en las transformaciones de género, principalmente en este siglo que nos ha puesto frente a la muerte con tanta crudeza, por una parte la pandemia COVID-19 y su entramado en el confinamiento de las familias y por otro, el recrudecimiento de la violencia de género, contra las mujeres y la niñez. En ese contexto las ciencias sociales deben asumir el compromiso de ofrecer nuevos conocimientos sobre problemas poco estudiados como la vida íntima en este rubro.