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Niñas, niños y cuidados en pandemia: carta a dos ministros Yo opino Créditos: Paul Plaza/Aton Chile.

Niñas, niños y cuidados en pandemia: carta a dos ministros

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Aïcha Liviana Messina
Por : Aïcha Liviana Messina Profesora titular y directora del Instituto de Filosofía de la Universidad Diego Portales
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Estimada Ministra del Desarrollo Social y Familia,
Estimado Ministro del Trabajo y Previsión Social

Como ustedes saben, desde hace una semana por razones entendibles, los colegios están impartiendo sus clases a través de plataformas virtuales.

En este contexto, gran parte de los apoderados, en particular los apoderados de niños y niñas más pequeños, están al borde del colapso. Están en la situación de deber elegir entre sus deberes profesionales o la escolarización de sus hijos e hijas que, para poder asistir a sus clases online, requieren de su acompañamiento durante media jornada diaria. A esto se agrega que las salas cuna están cerradas, que no existen permisos para las y los cuidadores de niños y niñas, que en muchas instituciones la exigencia de trabajo aumenta y que se sigue midiendo la productividad de los trabajadores y de las trabajadoras como si no estuviéramos, desde un año, en una situación de emergencia sanitaria, la cual tiene obvias consecuencias sociales, económicas y políticas (entre otras).

Este no es un paréntesis difícil que promete un mundo mejor y que por esto justifica y exige el sacrificio de las personas (mujeres en su mayoría, pero no solamente). La pandemia ya ha configurado un mundo, y en este mundo los derechos de los niños y de las niñas, así como el de muchas familias y trabajadores están siendo ignorados. Las restricciones implicadas por la cuarentena ponen a muchas personas en la obligación de optar entre desarrollar su autonomía y la de sus hijas e hijos. Ellos, nuestros niños, requieren de cuidado a lo largo de todo el día, y tienen derecho a ser escolarizados. Dedicarse al teletrabajo (cuando se tiene esta posibilidad) y al cuidado de los niños no implica un trabajo de doble jornada en una, implica el trabajo de varias personas en una, con un nivel de cansancio que está siendo destructor. Quizás se puede tolerar muchas horas de trabajo, pero no muchos niveles de cansancio. Esta situación pone a los niños en peligro y hace que quienes los cuidan se sientan permanentemente amenazados. Los empleadores desconocen el nivel de cansancio físico y moral de las personas que cumplen con las labores de cuidados, las labores de escolarización y sus deberes profesionales.

Después de un año de pandemia, después de una cuarentena que en algunas comunas ha durado hasta seis meses, todavía no hay ninguna planificación política que permita proteger a los niños, a sus familias y los y las trabajadoras. Después de un año de pandemia, múltiples cuarentenas, un plan paso a paso muy detallado, todavía no existen permisos para los y las cuidadoras de niños (las cuales deberían haber sido prioritarios en el plan de vacunación) y/o ningún tipo de dispositivo que permita que los niños no queden todo el día a cargo de sus padres que trabajan. Ahora nos damos cuenta que se podrían haber establecido permisos colectivos para esta finalidad pero el cuidado de los niños todavía no es considerado un “bien esencial”, tal como lo es alimentarse.  ¿Esto se deberá a que se presume que siempre habrá mujeres que podrán renunciar a su trabajo o empleadas que permanecerán en los hogares de sus jefes en desmedro de sus derechos a estar con sus familias (como ocurrió en la larga cuarentena del año pasado)? Si bien el año pasado la pandemia fue sorpresiva y exigió una reacción inmediata, hoy día es posible establecer medidas para evitar la propagación del contagio y no poner a las personas en situación de abuso.

En otros países, las primeras medidas que se toman cuando se declara “cuarentena total” es asegurar el cuidado de los niños y de las niñas, es pensar en lugares de acogidas para los niños y las niñas en situación de vulnerabilidad social y familiar; es pensar en las necesidades de las familias que tienen hijos con hándicap. Estas medidas no pueden ser dejadas a las iniciativas individuales de las diversas comunas. Deben ser parte de un proyecto político común porque lo que la pandemia configura es la sociedad de mañana.

En un contexto como este, que no es un paréntesis sino una realidad política, es crucial y urgente visibilizar todas las nuevas situaciones de vulnerabilidad, crear derechos y mundos posibles. Actualmente los colegios siguen funcionando como si no estuviera pasando nada, con los mismos programas, las mismas cantidades de tareas, incluso para los alumnos de kínder y la enseñanza básica. Se considera que un niño de cinco o seis años tiene la misma autonomía para conectarse a un computador que un niño de diez años; y que todas las familias disponen de computadores y cuidadores en sus hogares. Algunos colegios se permiten incluso solicitar justificar la ausencia de los y las alumnas, como si no supieran que su presencia depende de apoderados que enfrentan problemas materiales, profesionales, niveles de cansancios que los superan y que muchas veces se sienten amenazados en el desarrollo de su profesión. Las exigencias de trabajo no disminuyen, sino que aumentan. Se requiere competitividad de manera indiscriminada, como si todos estuvieran en las mismas condiciones de productividad. No existen encuestas que permitan tener conocimiento de las dificultades de los trabajadores ni tampoco observatorios destinados a impedir abusos.

Si no se hace algo ahora la realidad de mañana será catastrófica. Nos habremos acostumbrado a vivir sin un mundo político; con instituciones (de trabajo y escolares) deliberadamente ciegas, ocupadas solamente a llenar sus cupos y asegurar su permanencia económica.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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