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Consentimiento y violencia sexual: “Aún la sociedad nos dice que la responsabilidad es nuestra” BRAGA

Consentimiento y violencia sexual: “Aún la sociedad nos dice que la responsabilidad es nuestra”

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María José Quesada Arancibia
Por : María José Quesada Arancibia Licenciada en Filosofía. Coordinadora general en El Mostrador
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La especialista en estudios de género, Maritza Sore, conversó con El Mostrador Braga sobre las múltiples complejidades en torno al consentimiento y la violencia sexual, apuntando a las principales barreras jurídicas, sociales y culturales que debe enfrentar la víctima. “Creo que lo más urgente de transformar es el cuestionamiento a las mujeres y personas disidentes que se atreven a denunciar y hacer públicos aquellos casos de violencias sexuales. Esto me parece que debe ir en la base. Estos cuestionamientos normalmente se hacen con mucha liviandad, como si estuviéramos hablando de cualquier cosa banal, sin entender el impacto que tienen”, opina.


Para la periodista, especialista en estudios de género, Maritza Sore, quien actualmente trabaja en Catalunya (España) desarrollando protocolos de prevención de agresiones sexuales para espacios de ocio público e impartiendo cursos de feminismos, “las barreras con las que se topa una mujer o una persona disidente que ha sobrevivido a violencias sexuales son múltiples».

La primera barrera, y la más fuerte –sostiene–, es el cuestionamiento que aún existe a los relatos de las mujeres/disidencias. «En nuestra sociedad machista y cisheteropatrialcal, aún hay cientos de casos en los que se pone en duda cuando se decide compartir un caso de violencia sexual –y de violencia de género, en general–. Esto es muy preocupante, ya que, por un lado, lleva a que las mujeres y personas disidentes que deciden hablar tengan que cargar con un peso extra: esforzarse el doble para validar sus relatos, exponerse a comentarios y situaciones de nuevas violencias donde se les cuestiona, donde se les responsabiliza por la situación que vivieron y donde se buscan siempre factores para ‘atenuar’ la agresión: si estaba borracha, si había consumido alguna droga, la ropa que usaba, si caminaba sola de noche, etc. Aún la sociedad nos dice que la responsabilidad es nuestra y esto es algo que hay que cambiar de manera urgente», señala.

En esta entrevista con El Mostrador Braga, Sore sostiene que «estos cuestionamientos silencian e invisibilizan muchos otros casos de violencias sexuales donde muchas mujeres y disidencias ni siquiera se atreven a hablar o compartir su experiencia por el miedo a ser juzgadas y cuestionadas, lo que puede traer problemas de salud mental, sensaciones de miedo y de culpa, además de sentirte sola en el proceso y no contar con tu red de apoyo, familia y amigues”, explica Maritza.

Continúa el análisis comentando que “todo lo anterior es algo que me parece profundamente perverso, ya que nos desvirtúa del tema de fondo, que son las violencias sexuales y el hecho de que existan hombres agresores que gocen de impunidad, y nos hace enfocarnos en la responsabilidad de las mujeres/disidencias. A la vez, esta lógica reproduce la idea de obediencia y sumisión a las normas, donde supuestamente las mujeres deben comportarse de cierta manera –vestir bien, ser recatadas, no salir por las noches, etc.– y así no nos exponemos a las violencias sexuales… pero esta idea también es una falacia, ya que sabemos que las violencias sexuales ocurren independientemente de factores como la ropa o el horario”.

Por otro lado, la experta en estudios de género agrega que “cualquier tipo de violencia sexual es un problema social, que tiene consecuencias en la vida de las personas que la sufren y también en el entorno de esta persona, ya sea familiar, laboral, etc. De ahí que el abordaje de las violencias sexuales debe ser amplio e incluir también a los ámbitos familiares, sociales, educativos, sanitarios, judiciales, etc. No puede recaer toda la responsabilidad solo en la persona sobreviviente de violencias sexuales, o solo en los movimientos feministas que la apoyen, ya que es necesario que existan formas de abordaje comunitario de estos problemas”.

-La falta de consentimiento de la mujer es determinante en casos de abuso sexual, sin embargo, al mismo tiempo es un problema central en términos jurídicos a la hora de valorarlo. ¿Cómo se define el consentimiento o la ausencia de este de un modo inequívoco?
-Este tema es muy complejo e interesante. Personalmente creo que las leyes son un instrumento muy rígido para encargarse de algo tan complejo como la sexualidad de las mujeres y personas disidentes, y del consentimiento sexual. Si bien deben existir unos mínimos y unos lineamientos a nivel lega/judicial, creo que no hay una manera de definir el consentimiento, o su ausencia, de manera inequívoca. Cada caso tiene sus propias complejidades, y el consentimiento también está atravesado por las relaciones de poder bajo las cuales vivimos en la sociedad.

En el caso de Chile, el Código Penal, en su artículo 361, señala que comete el delito de violación propia el que accede carnalmente, por vía vaginal, anal o bucal, a una persona mayor de 14 años, cuando se usa fuerza o intimidación, cuando la víctima se halla privada de sentido, cuando se aprovecha de su incapacidad para oponerse, o cuando se abusa de la enajenación o trastorno mental de la víctima. En esta definición nos hablan del uso de la fuerza, y de intimidación, que también es una variable difícil de medir o de cuantificar, ¿cómo se mide la fuerza?, ¿quién determina cuánta fuerza es necesaria para que sea considerada violación? Al mismo tiempo, el Código Penal nos habla de estar privadas de sentido, o con una incapacidad para oponerse: esto puede ser por la ingesta previa de alcohol o drogas, pero ¿qué pasa en aquellos casos donde existe un estado de shock, o una paralización por parte de la mujer/persona disidente que está sufriendo la agresión, que le impide consentir, o le impide negarse al acto? O ¿qué pasa en aquellos casos en que la mujer/persona disidente se encuentra en una situación de desequilibrio de poder tan grande respecto a su agresor, en una situación de vulnerabilidad, y no puede negarse, o incluso termina dando su consentimiento por miedo? Hay muchísimos casos de violencias sexuales en que las mujeres/disidencias han consentido por temor, por insistencia del agresor o por evitar nuevas violencias, y esto no le quita peso ni validez a la agresión. Por lo mismo, creo que el consentimiento tiene matices que deben ser vistos caso a caso, entendiendo la estructura patriarcal y los desequilibrios de poder que operan.

Por motivos como estos, y respondiendo tu pregunta, creo que la única forma de definir el consentimiento, o su ausencia, de manera inequívoca, es teniendo jueces, juezas y todo un aparato judicial especializado y formado en materia de violencias de género y de agresiones sexuales, de manera que estén capacitados para contribuir a erradicar las violencias sexuales y no multiplicarlas. Solo así podrán entender los matices del consentimiento, y entender que no siempre tenemos la posibilidad de dar nuestro consentimiento explícito: no todo consentimiento va en la palabra y hay que considerar también otras formas de comunicación en el consentimiento. Solo así podrán dejar de cuestionarnos y evitar los estereotipos de género en sus fallos. Solo así podrán entender un poco más lo que significa sobrevivir a una agresión sexual y dejar de exigirnos ciertos tipos de comportamientos antes, durante y tras la agresión.

-¿Qué formas o expresiones culturales consideras urgente transformar para que el consentimiento sea respetado y no se desvirtúen sus límites?
-Expresiones referentes a la ropa que usaba la persona agredida, al consumo de alcohol, o incluso cuestionar el tiempo que demora la persona para hablar, es decir, expresiones como “¿por qué habló tan tarde?” o “¿qué quiere conseguir denunciando después de tantos años?”, son expresiones que necesitan ser erradicadas de nuestros imaginarios. Es fundamental dejar de reproducir estos discursos, a nivel individual, pero también a nivel social y colectivo. En esto los medios de comunicación tienen una responsabilidad tremenda a la hora de abordar estos casos de violencias sexuales, y tienen que ponerse a la altura de lo que la sociedad exige en materia de violencias sexuales y feminismos. Subir un poco el nivel del debate, formarse un poquito en materia de violencias sexuales y género para evitar análisis sexistas que culpabilizan a la víctima, para no justificar a los agresores. Ni la ropa, ni la hora, ni el alcohol, ni las drogas, ni la confianza… nada justifica una agresión sexual, y esto es importante tenerlo claro, solo así el consentimiento se entenderá de una manera integral y con todos los matices que conlleva.

-Existe en el imaginario colectivo la figura del violador como alguien extraño, sin embargo, en términos estadísticos la mayoría de los abusos sexuales son de conocidos e incluso de la pareja sexual de la víctima. ¿Cuáles son las principales deudas en términos educativos y de la justicia en esta materia?
-Así es, este imaginario está muy presente… y las estadísticas indican que la mayoría de las agresiones sexuales las comete una persona del entorno cercano.

Creo que en materia de educación es muy importante abordar estos temas desde la primera infancia. La deuda es con una educación sexual de calidad y no sexista. Es fundamental que les niñes aprendan cuestiones en relación con la autonomía de sus cuerpos, al consentimiento… que se les enseñe que las relaciones sexuales deben darse en un entorno de confianza, respeto, libertad, de disfrute. Esta responsabilidad educacional no debe darse solo en el ámbito familiar, sino que es importante que venga impulsada a nivel estatal impulsada por políticas públicas integrales con enfoque de género, y también con toda la sociedad involucrada.

Al mismo tiempo, creo que este tipo de educación debe centrarse en les niñes, pero no solo en elles. Debe ser algo transversal para todas las edades, ya que todavía en muchas personas adultas existen muchos mitos y creencias falsas en torno a las relaciones y violencias sexuales. Muchas mujeres y personas disidentes llevamos años trabajándonos para poder sacarnos estructuras patriarcales internas, para poder transformar nuestra relación con la sexualidad y con nuestros vínculos… esto es un trabajo constante. Tener mayores espacios educativos en cuanto a la sexualidad y también al género, nos llevará a reconocer y visibilizar las violencias sexuales, a identificarlas y prevenirlas de mejor manera… y por supuesto a desarrollar un pensamiento crítico que cuestione las normas sociales y culturales en las que se basa la desigualdad de género y de poder.

En materia de justicia creo que hay muchas deudas con las mujeres que han sobrevivido a agresiones sexuales. La atención que se genera debería garantizar la seguridad de las mujeres, debería facilitar la información necesaria sobre los recursos y procedimientos que existen, y esto muchas veces no ocurre. Ya hemos visto casos de mujeres que han puesto denuncias por agresiones sexuales y a los pocos días terminan asesinadas por su agresor, entonces, ¿qué protección se brinda en estos casos? Ninguna. Al mismo tiempo creo que otra deuda de la justicia tiene que ver con la recuperación y reparación de los casos de violencias sexuales, donde no hay un enfoque integral que permita restablecer los ámbitos dañados por la agresión.

-Desde el feminismo han surgido diversos movimientos, tales como “No es no” o “Yo te creo”, que ponen el foco en esta problemática, ¿por qué es importante el consentimiento y cómo se puede lograr una mayor valoración desde lo social?
-El consentimiento es un concepto, y una práctica, que es muy necesaria en la sociedad actual, un aspecto a tener siempre en cuenta en materia de violencias sexuales, con todos los matices y complejidades ya mencionadas. Es importante, porque todavía hay hombres que agreden sexualmente, entonces se constituye incluso como una necesidad.

Sin embargo, personalmente creo que, como todo, también debe ser cuestionado. El consentimiento entendido desde lo judicial, y a nivel social también, pone normalmente la responsabilidad del consentir en las mujeres, otra vez se sigue poniendo el foco en nosotras, es decir, que cuando hay consentimiento por parte de una mujer es porque ella permite que ocurra la relación sexual. Siguiendo en esta lógica, esto nos habla de que la mujer debe permitir al hombre tener relaciones sexuales con ella… entonces, muchas veces la idea de consentimiento sigue reproduciendo la lógica de que el hombre es el sujeto activo y la mujer la sujeta pasiva: el hombre propone, el hombre toma la iniciativa, y la mujer solo consiente, solo permite, simplemente se adapta a lo que el hombre quiere. Aquí es interesante preguntarse por el papel de las mujeres en el consentimiento y por el deseo de las mujeres. En términos de consentimiento, pareciera que solo los hombres tienen un deseo activo y que las mujeres tenemos que acceder a ese deseo y esto no es real, ya que las mujeres tenemos deseos propios y somos agentes activos de nuestra sexualidad.

Con todo lo anterior, no estoy diciendo que no sea necesario un consentimiento, sino que tenemos que cuestionarnos todo. Personalmente me gusta entender el consentimiento como una forma de acuerdo mutuo entre 2 o más personas, para tener una relación sexual, solo a través de estos acuerdos mutuos podemos saber si todas las partes involucradas en la relación sexual están bien, están a gusto, están disfrutando de forma consciente, y así no se reproduce la idea de que la mujer sea solamente quien consiente el deseo de un otre.

Estas ideas solo serán valoradas socialmente con mayor educación, y no hablo solo de espacios formales, al contrario, me refiero a autoformación feminista, a participación en colectividades barriales y territoriales con perspectiva de género, donde podamos encontrarnos y problematizar estos temas. También es importante que los hombres hagan su pega… ¡dejen de esperar que les entreguemos todo en bandeja! Tienen que formarse y ponerse al nivel en el que estamos hoy. Tienen que problematizar sus formas de acercarse, de relacionarse con las mujeres y todas sus prácticas sexuales.

-En referencia al proceso de la victimización secundaria, ¿cómo se sugiere abordar?
-La victimización secundaria es más habitual de lo que parece en casos de violencias sexuales, y de violencias de género. Se trata de aquellas violencias o malos tratos ejercidos sobre las mujeres o disidencias, en las intervenciones realizadas por las instituciones.

Para evitarla, las instituciones que están implicadas en el proceso de atención de agresiones sexuales tienen que formarse sí o sí en materia de género, y de esta manera incorporar unos principios de actuación mínimos. Por nombrar algunos, tiene que haber una atención prioritaria a la persona que vivió la agresión, es decir, que la persona debe recibir una atención adecuada a su vivencia, donde debe haber empatía, asertividad, acompañamiento… esto es fundamental para que no haya más victimización. Otro principio importante es respetar las decisiones de la persona que sobrevivió a la agresión, esto quiere decir que las instituciones no pueden cuestionar los actos que haya hecho la persona luego de ser agredida y, además, deben darle toda la información necesaria para que pueda tomar decisiones de manera informada. Se debe tomar una postura de rechazo a la agresión y al agresor, o sea, que hay que dejar de normalizar y naturalizar las violencias. Otro principio tiene que ver con evitar comentarios estereotipados, por razón de género, pero también mirando otros ejes de opresión. En este sentido, una mirada interseccional es muy importante, ya que nos puede ayudar a identificar comentarios estereotipados que fundamenten las violencias sexuales según la clase social, la edad, el origen étnico, la raza, la religión o la orientación sexual de la persona agredida.

Así, las habilidades de relación, comunicación, empatía son fundamentales. Evitar el paternalismo, no patologizar, no poner a la persona en una situación de inferioridad o sentir lástima por su situación también son ejes claves para evitar victimizaciones secundarias.

-¿Qué opinión tienes del fenómeno de las funas? 
-Estoy de acuerdo con las funas, pero creo que deben ir complementadas con otras prácticas y debates críticos. Como dije antes, hay muchas barreras a la hora de vivir una agresión sexual y muchas veces la funa es un recurso muy importante para dar a conocer lo que pasó. En muchas ocasiones no hay otra alternativa, la justicia institucional no nos protege y está basada en un modelo patriarcal y machista, por lo tanto, funar es una opción, incluso es una herramienta política de los feminismos, pero me parece interesante y necesario que vayan acompañadas de otras reflexiones y prácticas.

Por ejemplo, las funas no pueden ser abordadas solo desde una visión individual, ya que nos hablan de violencias sexuales, y las violencias sexuales son un tipo de violencia estructural que operan porque hay un orden sistémico cisheteropatriarcal que les permite su existencia. Si bien la funa apunta a dar visibilidad sobre la agresión y protección para otras mujeres respecto de ese agresor, creo que no hay que olvidar que las violencias sexuales son un problema social y, así como funamos, también tenemos que trabajar en paralelo para transformar las estructuras patriarcales.

Y por otro lado, creo que las funas deben ir acompañadas de un cuestionamiento, o al menos una reflexión, sobre el sistema punitivista y carcelario. Es súper importante no dejar de lado los factores de clase que operan en lo judicial. En Chile la justicia no es igual para todes y no estaría mal preguntarnos quiénes son los agresores que efectivamente van a las cárceles, seguramente los de las clases sociales más altas no. O incluso preguntarnos qué es justicia para nosotras, desde nuestras propias experiencias. ¿Es justicia que mi agresor vaya a la cárcel? Quizás para muchas mujeres sí, y está bien. Quizás para otras es justicia el tener un reconocimiento colectivo y comunitario de la agresión. Que me validen mi relato, que haya alguien para mí para escucharme y darme apoyo. Si bien hay una “justicia institucional”, me parece importante que cada una piense en qué es justicia en su propia historia… cada mujer tendrá diferentes formas de aproximarse a este tema, y desde ahí devolver estos relatos a lo colectivo, a lo comunitario, para tejer las redes que nos permitan seguir resistiendo para la transformación de este sistema.

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