La paridad es uno de los mayores triunfos de la «marea violeta» y se hizo posible gracias a numerosas expertas, académicas y parlamentarias que se articularon para aprobar una reforma que garantiza una representación mínima del 45 % de la mujeres con un sistema corrección de escaños.
Carla (25 años), Jennifer (45) y Mónica (72) son tres mujeres chilenas de generaciones distintas a las que las une el «sueño» de tener la primera Constitución del mundo escrita por un número equilibrado de hombres y de mujeres, una oportunidad histórica a la que llega Chile en este proceso constituyente.
Este fin de semana, casi 15 millones de personas pudieron votar a los 155 candidatos que redactarán la nueva carta magna, la primera que nace de un proceso plenamente democrático en toda la historia del país y para el que se dispuso que la mitad de las redactoras sean mujeres.
«Nunca imaginé que algo así iba a suceder. A mí ya no me tocará vivir mucho esta Constitución por la edad, pero es muy importante dejar este legado para las jóvenes», señaló a Efe Mónica Ovalle, una jubilada.
Las tres mujeres son testigos de diferentes momentos de la historia de Chile. Ovalle es la única que vivió el golpe de Estado de Augusto Pinochet (1973), y los primeros recuerdos de Jennifer Peñailillo son de un Chile que ya estaba sumido en una dictadura que duraría 17 años y en la que «ser feminista era casi un delito», recordó.
Carla Bravo, en cambio, no vivió este régimen que dejó 3.200 asesinados y miles de mujeres abusadas. Es la única con estudios universitarios y ha experimentados los años dorados del feminismo chileno, que cobró fuerza durante la crisis social que estalló en octubre de 2019, y que desde las calles reivindicó la paridad.
«Nos ha costado muchas décadas llegar hasta aquí y les debemos mucho a las más jóvenes que han logrado romper paradigmas y convertir a Chile en un ejemplo de feminismo para el mundo», señaló Peñailillo, de 45 años y trabajadora de la educación.
«Yo quiero que la mitad de las candidatas sean mujeres para que hable de nuestros problemas, sobre todo el aborto, siempre libre y seguro», esgrimió la más joven, que nació en la década de 1990, cuando Chile ya se encaminada a ser uno de los países mejor valorados de Latinoamérica por su estabilidad política y económica.
Son de diferentes edades, pero al igual que gran parte de las chilenas, las tres coinciden en que la asamblea paritaria es una oportunidad de avanzar en materia de igualdad y sentar un precedente a escala mundial.
Para amainar las protestas que coparon las calles durante casi un año, el Congreso chileno aprobó en noviembre de 2019 iniciar un proceso constituyente que comenzó con la celebración de un plebiscito histórico el pasado octubre en el que casi un 80 % se mostró a favor de cambiar la ley fundamental.
Desde entonces, miles de chilenas se alistaron para lograr uno de los escaños e incluir algunas de las demandas de las mujeres: erradicar la violencia machista, la igualdad salarial o el aborto libre, son algunas de las más escuchadas.
Según señalan los expertos, no es habitual que una Constitución materialice de forma directa estos derechos, pero sí podría sentar unas reglas para que luego se hagan posibles a través de la política ordinaria.
«Va a ser muy complicado que el aborto y otros temas de género queden escritos en la carta magna dada la combinación de fuerzas políticas actual, pero servirá para avanzar las discusiones», afirmó a Efe Claudia Heiss, politóloga de la Universidad de Chile.
La paridad es uno de los mayores triunfos de la «marea violeta» y se hizo posible gracias a numerosas expertas, académicas y parlamentarias que se articularon para aprobar una reforma que garantiza una representación mínima del 45 % de las mujeres con un sistema corrección de escaños.
Para Francisca Fernández, miembro de la Coordinadora Feminista 8 de marzo, una de las plataformas en favor de la mujer más importantes del país, el logro de la paridad evidencia que existe en Chile un «feminismo transversal» que se pondrá de manifiesto en esta votación.
La constituyente es la elección más importante en 31 años de democracia porque abre un nuevo capítulo en la historia de Chile que tiene una oportunidad de sentar las bases para convertirse en un país con un modelo socioeconómico más justo.
La redacción de la nueva Constitución culminará en 2022 con un plebiscito de salida para aprobar el texto que sustituiría al actual, heredado del régimen de Pinochet (1973-1990) y repudiado por gran parte de la sociedad por su origen dictatorial y por privatizar servicios básicos como el agua o las pensiones.
Este fin de semana también se eligió a los alcaldes, concejales y gobernadores, una megaelección que transcurrió en medio de un clima marcado por las restricciones de la pandemia y para los que hubo una oferta de casi 17.000 candidatos.