El deterioro cognitivo de la paciente estaba directamente vinculado a una reducción drástica en los niveles de estrógeno, la hormona cuya producción comienza a fluctuar y decaer durante los años previos a la menopausia, que comienza oficialmente un año después de la última menstruación.
Muy temprano en su carrera, Gayatri Devi, neuróloga del Hospital Lenox Hill en Nueva York, y los colegas con que trabajaba diagnosticaron erróneamente con alzhéimer a una mujer que estaba atravesando la menopausia.
Tras una serie de tratamientos (el último de los cuales incluyó estrógenos), la mujer mejoró y Devi descubrió que los síntomas que presentaba inicialmente -pérdida de memoria, desorientación- respondían en realidad a una causa muy diferente.
El deterioro cognitivo de la paciente estaba directamente vinculado a una reducción drástica en los niveles de estrógeno, la hormona cuya producción comienza a fluctuar y decaer durante los años previos a la menopausia, que comienza oficialmente un año después de la última menstruación.
Fue un punto de inflexión que llevó a Devi a investigar uno de los síntomas tal vez menos conocidos de la menopausia: la niebla mental o cerebral («brain fog», en inglés), que muchas mujeres sufren sin tener conciencia de qué se trata.
«Muchas mujeres que atraviesan la perimenopausia -el período de 7 años alrededor del momento en que dejan de menstruar (lo que en la mayoría de los países occidentales ocurre en torno a los 52 años)- comienzan a tener dificultades para recordar y encontrar palabras, concentrarse en varias tareas a la vez», le dice Devi a BBC Mundo.
«Tienen problemas con la fluidez verbal, algo en lo que por regla general, las mujeres suelen ser muy hábiles», afirma.
Entonces pueden aparecer con frases como «lavar la ponedora» en vez de poner la lavadora, o referirse a objetos que quieren nombrar como «eso» o «esa cosa».
Afecta el tipo de memoria que utilizamos por ejemplo cuando vamos a la tienda y tratamos de recordar qué queríamos comprar, o cuando contamos historias, o participamos en una conversación y luego queremos recordarla más tarde, le explica a BBC Mundo Pauline Maki, profesora de psiquiatría, psicología y obstetricia y ginecología de la Universidad de Illinois, Chicago, y expresidenta de la Sociedad Estadounidense para la Menopausia.
Se trata además de un problema más extendido de lo pensado.
«En nuestros estudios encontramos impedimentos clínicamente significativos en los que el 10% de las mujeres saca un puntaje considerablemente por debajo de lo esperado para su edad», señala Maki.
«Pero muchas otras tienen dificultades más sutiles, en el sentido de que no les afecta su habilidad de realizar su trabajo, pero notan las diferencias», agrega.
Según Devi, «cerca del 60% de las mujeres perimenopáusicas o menopáusicas experimentan estos cambios cognitivos de forma subjetiva, pero casi siempre se pueden corroborar con pruebas».
Uno de los problemas clave es que el cerebro cuenta con receptores de estrógeno, y muchos de ellos están situados en el hipocampo, una región cerebral que es importante tanto para fijar como para recuperar ciertos tipos de memoria.
«Al haber una caída abrupta de estrógeno durante la menopausia, parte de esta actividad en el hipocampo se ve afectada», explica Devi.
Estudios en los que a las participantes se les habían extirpado los ovarios (las glándulas que producen la mayoría de los estrógenos) demostraron que la capacidad cognitiva se recuperó cuando se les suministró estrógeno, apunta Maki.
Lo que hace que no todas las mujeres que rondan la menopausia sufran de niebla mental -un término que comenzó a utilizar el médico británico Edward Tilt a mediados del siglo XIX para referirse a la nube que envolvía el cerebro de las mujeres menopáusicas victorianas que no recordaban dónde habían dejado el monedero o cómo regresar a la casa- es que existen niveles muy diferentes de sensibilidad a los estrógenos.
«Pero no es solamente el estrógeno lo importante. Hay que considerar también otros factores, como los problemas del sueño«, le dice a BBC Mundo Rebecca Thurston, profesora de Psiquiatría de la Universidad de Pittsburgh.
«Hasta un 60% de mujeres durante la transición hacia la menopausia reportan problemas con el sueño, y esto está asociado a la memoria y al funcionamiento y estructura del cerebro», indica la investigadora.
La falta de sueño interfiere con los circuitos de la memoria, así como también lo hacen los bochornos o sofocos (el calor intenso que surge repentinamente sobre todo en la cara, el cuello y el pecho, y que puede enrojecer la piel y provocar una sudoración profusa), que en casos extremos pueden prolongarse hasta los 60 o 70 años.
Además de tener un impacto profundo en el sueño (algunas mujeres reportan que no solo se despiertan en mitad de la noche por los sofocones, sino que tienen que cambiarse de ropa debido a la la transpiración) son en sí un problema.
«Solíamos pensar que los sofocos eran síntomas benignos que las mujeres tenían que sufrir, pero ahora vemos que están asociados al riesgo cardiovascular, y que son marcadores de enfermedad cerebral de vasos pequeños, de menor eficiencia conectiva entre (las dos partes del) hipocampo, y cambios en la memoria», señala Thurston.
Los cambios en el estado de ánimo, la ansiedad y la depresión, que aumentan durante la perimenopausia, también hacen mella en la memoria.
Si se trata de un síntoma que aparece con tanta frecuencia, es interesante preguntarse por qué hay tanto desconocimiento sobre su relación con la menopausia.
«El problema es que puede ocurrir en un rango de muchos años y las mujeres no saben que están en la perimenopausia, y además es el tipo de problemas que puedes atribuir a otros factores», le dice a BBC Mundo Karyn Frick, profesora of psicología de la Universidad de Wisconsin-Milwaukee.
Otros síntomas más conocidos:
Fuente: Servicio Nacional de Salud de Reino Unido, NHS
«Las mujeres alrededor de los 40 están muy ocupadas, puede que tengan un trabajo, probablemente se estén haciendo cargo de su casa, tengan niños de diferentes edades, puede que se ocupen de sus padres que están envejeciendo, con lo cual probablemente atribuyan (los problemas cognitivos) al estrés», estima Frick.
Por otro lado, «muchas, sobre todo las mujeres profesionales, tienen temor de hablar de ello. Sienten vergüenza porque es un tema tabú. Las mujeres trabajan muy duro para obtener ciertos logros en sus carreras y no quieren ser vistas como viejas, débiles, y por ello tratarán de esconder más que hablar de lo que les pasa», señala la investigadora.
Otra dificultad es que no resulta obvio a qué especialista pueden consultar.
«Si yo fuese una mujer con estos síntomas en Estados Unidos iría a ver a ver a un especialista en memoria, pero la mayoría ni siquiera pregunta por el estatus de la mujer en cuanto a la menopausia, tratan a las mujeres como si fueran hombres», comenta Devi.
«Es un cambio de gran envergadura en la vida de una mujer y es ignorado por los especialistas en cerebro y eso es una pena. Recién ahora los ginecólogos y obstetras están entendiendo de que esto es algo que ocurre».
Las expertas consultadas por BBC Mundo coinciden en la necesidad de hacer estudios rigurosos sobre el deterioro cognitivo ligado a la menopausia y sobre todo de divulgar esta información para evitar que millones de mujeres sufran de forma innecesaria.
Como primer paso, dice Maki, «es importante que las mujeres no entren en pánico porque piensan que esto significa que tienen alzhéimer, porque a menos que tengan una madre o tía que haya tenido la enfermedad de forma muy temprana, es muy poco probable que sea eso. Lo que les está ocurriendo es normal».
Aunque los resultados son mixtos, todo parece apuntar a que la niebla mental se despeja a medida que el cerebro se acostumbra a funcionar con poco o nada de estrógeno. Es decir, es transitoria.
Pero «si los bochornos te mantienen despierta toda la noche, y no puedes dormir bien, es recomendable consultar al médico, que puede recomendar en ciertos casos, sobre todo en mujeres más jóvenes, terapia de reemplazo hormonal, ya que los beneficios superan a los riesgos», afirma Maki.
Devi coincide en que muchas mujeres responden bien a a esta terapia, cuyo uso se redujo drásticamente tras la publicación de un controvertido estudio de hace casi dos décadas que asociaba la terapia de remplazo hormonal al cáncer de mama y que más tarde fue puesto en tela de juicio.
«Las terapias de remplazo hormonal modernas son más específicas que las de antes, más enfocadas y hay múltiples formas de estrógeno. Son mejores que las de antes, y en muchos casos pueden ser beneficiosas», comenta Frick.
«Pero si se va a seguir una terapia hormonal, hay una ventana de oportunidad entre finales de los 40 y principio de los 50 años«, aclara. En una edad más avanzada, no reporta los mismos beneficios y puede incluso ser contraproducente.
Para quienes no padezcan síntomas tan agudos o por la razón que fuere optan por no hacer terapia hormonal, hay muchas otras medidas que pueden contribuir a mejorar el desempeño cognitivo, como hacer ejercicio aeróbico, estimular el cerebro con juegos y ejercicios mentales, cumplir una rutina para mejorar el sueño, disminuir el consumo de alcohol por la noche y adoptar una dieta mediterránea.