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María Galindo, activista boliviana: “Basta media hora en la izquierda para que te vuelvas feminista” BRAGA María Galindo y Pedro Lemebel

María Galindo, activista boliviana: “Basta media hora en la izquierda para que te vuelvas feminista”

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Psicóloga, artista, cofundadora del colectivo Mujeres Creando, voz potente de la Radio Deseo, emisora con presencia en La Paz y en El Alto, habla de la trilogía del futuro: feminismo, ambientalismo e indianismo; de sus esperanzas en lo que salga de la Convención Constitucional chilena (“quiero contagiarme de ese proceso”); de lo poco que bolivianos y chilenos nos miramos, conocemos y queremos; y de su mágica e intensa relación final con Pedro Lemebel, a quien se parece mucho.


«Hola, compañera, me incomoda el nombre de la fundación para la que trabajas, porque, siendo de Iglesia, probablemente sea de corte paternalista, porque ya sabemos de qué lado está la Iglesia y eso me afecta mucho», expresa María Galindo.

–Compañera, no tengo nada que hacer respecto del nombre de la fundación: el Hogar de Cristo se llama así desde hace 76 años, cuando fue fundado por el único hombre santo chileno, Alberto Hurtado, que, más que santo, a mí me parece un activista social muy adelantado a su época. Es una organización manejada por laicos, que trabaja muy profesionalmente por hacer de Chile un país más digno y justo para todos. Ojalá puedas reconsiderar ese reparo, creo que hace falta que chilenos y bolivianos nos conozcamos más y hay que aprovechar todas las instancias.

–Bueno, gracias por el cariño y la insistencia. Si es un simple nombre no me haré tanto problema, vamos adelante con la entrevista, pero te advierto que como siempre sacaré todas mis espadas, y mis trinches y mi cola de diabla, porque la Iglesia es tramposa y no ha hecho nunca nada gratis. Pero, vamos, démosle con “Hora de Conversar”, ¿así se llama el programa, no? –continúa.

Esta fue mi segunda aproximación con la activista boliviana María Galindo (56). La primera había sido la lectura de su texto “Desobediencia, por tu culpa voy a sobrevivir”, publicado el 26 de marzo de 2020, cuando el mundo entero empezaba a quedar de cabeza, indefenso y trastrocado en todas sus lógicas a partir de un virus surgido en Wuhan. En él, María considera absurdas las cuarentenas, el cortarles las manos a los que vivían al día y lanza una propuesta que es pura rebeldía antisistémica, pero que tiene también mucha lógica ancestral. Escribe: “Ya que hay toque de queda, ¿quedan prohibid@s de subsistir tod@s quienes viven de trabajar en la noche? La sociedad boliviana es una sociedad proletarizada, sin salario, sin puestos de trabajo, sin industria, donde la gran masa sobrevive en la calle en un tejido social gigante y desobediente. Ni una sola de las medidas copiadas se ajusta a nuestras condiciones reales de vida, no solo por las deudas, sino por la vida misma. Todas y cada una de esas medidas copiadas de economías que nada tienen que ver con la nuestra, no nos protegen del contagio, sino que nos pretenden privar de formas de subsistencia que son la vida misma. Nuestra única alternativa real es repensar el contagio. Cultivar el contagio, exponernos al contagio y desobedecer para sobrevivir. No se trata de un acto suicida, se trata de sentido común”.

Ahora, esa voz fresca, que reivindica todos los mensajes del progresismo chileno –feminismo, ambientalismo, indianismo–, pero pasados por la juguera de su lesbianismo, sus performances provocativas, su inteligencia disruptiva e irónica y su vida novelesca, conversará con un cura, el sacerdote jesuita y capellán del Hogar de Cristo, José Francisco Yuraszeck, este próximo miércoles 7 de julio, a las 11 de la mañana, en una transmisión vía streaming a través del Facebook Live del Hogar de Cristo.

Invitamos a todos los que abrazan la causa LGBTIQ+ a conocer qué se teje en Bolivia hoy, en la voz de María Galindo. Pero para hacerse una idea de con quién estaremos hablando, les compartimos esta entrevista telefónica previa con esta militante del feminismo radical, psicóloga y comunicadora, cofundadora del colectivo Mujeres Creando, el cual sigue liderando. Actualmente codirige Radio Deseo, emisora radial con alcance en las ciudades de La Paz y El Alto, el que tuvo suspendido durante semanas porque está rodando una película.

Ella misma parte presentándose así: “Soy persona distraída de 56 años, nacida en La Paz. Tengo mucha formación académica, pero no la reivindico, porque creo que la academia pretende monopolizar el saber, un saber clasista, racista, machista… El mismo acceso al saber es excluyente y restrictivo. Mis saberes más importantes no proceden de la academia. Yo ocupo un lugar singular en la sociedad boliviana. Es algo medio inclasificable, soy casi un invento, una persona muy pública. Hago dos horas diarias en radio, lo que es muy intenso, y marca la fuerza del diálogo que sostengo con la sociedad boliviana. Desde allí fustigué el rol de Jeanine Áñez. Yo no soy marxista, soy contraria a Evo Morales, a su patriarcalismo y a su machismo. A su patético caudillismo.

-Yo tenía entendido que eras de izquierda.

-Sí, yo nací en la izquierda extrema. Pero basta media hora de existencia en la izquierda y te vuelves feminista. El acoso sexual ininterrumpido, la insoportable sumisión, el abuso patriarcal, son todos rasgos de la izquierda. Yo me hice  feminista de manera muy peculiar. Tuve que huir del país porque estaba siendo perseguida, eso fue más o menos en 1985, cuando con violencia y persecución, se aplicó en Bolivia el ajuste estructural y el modelo neoliberal. La dictadura tenía una forma de represión que no consistía solo en descabezar las cúpulas, sino que iba por las terceras y las cuartas líneas, por las personas de base. Lo peculiar de todo es que logré huir gracias a la ayuda de una congregación de monjas. Ellas me sacaron de Bolivia, no a Roma, sino directo a la Ciudad del Vaticano, donde tenían su casa matriz. Yo era atea, lesbiana. El ateísmo me sobrevino con gran velocidad. Tal como me pasó con la izquierda, yo me volví atea gracias a mi familia y su catolicismo. El descubrir mi lesbianismo fue muy bonito, parte de mi iniciación sexual, algo bueno y natural. Bueno, huí de Bolivia y me instalé en Ciudad del Vaticano.

-¿Cómo siendo atea y lesbiana te acogieron las monjas? ¿No sabían?

-No era una situación fácil de revertir la mía. Las monjas me habían dado asilo sin la autorización de su congregación, así es que ahí estuve durante 8 años, recibiendo una alta formación de las universidades vaticanas, pero sintiendo que mi vida era un chiste. Quizás pude haberme regresado antes, pero era el tren al que me subí y no me podía bajar hasta que no hubiera una estación de parada. Yo trabajaba en una oficina que estudiaba los procesos de canonización. Así subsistía en un apartado del Vaticano, donde tenía que traducir documentos de los procesos. Después recogía los documentos en esa oficina y los cheques con mis pagos mensuales y me iba a un lugar que arrendé en Roma. Me tocó leer y traducir mucho proceso de candidatos a santos alemanes. En cada pueblucho, debajo de cada piedra, en cada comarca, los alemanes andan buscando potenciales santos. Yo vivía de traducir sus postulaciones, proceso muy caro, por cierto. Fue una etapa vida esquizofrénica de mi vida, en que todos se fueron portando muy bien conmigo. Como te digo: no me podía bajar del tren y empecé a quedar presa de mi propia mentira. Era una doble vida completa. Nadie sabía mi secreto, que era atea y lesbiana. Esas monjas eran mujeres viejas, que al final se fueron muriendo, mientras yo aprendía varios idiomas. No mantuve relación con nadie.

Evo, Jeanine y la constituyente

Ahora, hasta el 5 de julio, María Galindo tuvo suspendido su programa diario en Radio Deseo. “Tuve que parar porque estoy haciendo una película, Revolución Puta, se llama. El mensaje es que ni la sociedad ni el feminismo han comprendido nunca el papel de las mujeres en prostitución. Yo, tengo años de militancia feminista, he trabajado con y desde ellas, y, aunque nunca he ejercido el trabajo sexual, las entiendo. No es una película de ficción, me he generado un género mixto: ‘docuvisión’ lo llamo. Bastante extraño, no tiene parangón. En cortito, te diría que es imposible comprender el lugar de ninguna mujer en ninguna sociedad patriarcal sin conocer el mundo a partir del trabajo sexual femenino. No es un mensaje abolicionista ni proteccionista. No hemos logrado un análisis sobre el horizonte femenino interpretando a las trabajadoras sexuales, porque siempre han sido tomadas como un mundo aparte. Todos los análisis las contienen a todas, menos a ellas. Es un verdadero apartheid, construido desde el patriarcalismo. Aquí de lo que se trata es no solo de integrarlas por un acto de justicia o de antidiscriminación, sino porque su universo construye el rol que hemos tenido las mujeres a lo largo de la historia”.

-Eres además una activista por los grupos  LGBTIQ+, sigla de las palabras lesbiana, gay, bisexual, transgénero, transexual, travesti, intersexual y queer…

-No, yo no creo en esa nomenclatura. No me gusta. Viene del norte, es ajena. Como yo veo la cosa, en este lado del mundo habría que hablar de la cuestión marica simplemente.

-Me recuerdas mucho la rotundidad del gran Pedro Lemebel. Eres como un Lemebel femenino y boliviano.

-Pedro Lemebel llegó a La Paz, a Bolivia, poco antes de morir, invitado por nosotras. Fue una visita muy mágica. Juntos, él y yo, fuimos a un cementerio clandestino, místico, donde se reúne toda la ideología popular boliviana alrededor de la muerte. Lo de Pedro fue una cuestión así: me llegaron sus libros cuando ya era un autor consagrado. Recién entonces accedí a sus escritos, lo que es una vergüenza tremenda, no mía, sino del continente. De todos en este lado del mundo que está volcado a las producciones culturales del norte. Bolivia no mira a Chile, Chile no mira a Bolivia, Perú no mira a Bolivia, Bolivia no mira a Perú. Chile no mira a Perú y Perú no mira a Chile… No nos miramos, no nos amamos, no nos cultivamos, no nos conocemos. Tuvo que ser Bolaño, un autor instalado en Europa, el que reconociera a Pedro para validarlo. Entiendo la bronca, la rabia de Pedro por todo eso. Pedro no era para mí un escritor, fue un compinche. Para mí, Pedro no es leer un libro: es entrar a un mundo. Por razones muy peculiares, nuestro colectivo, que nunca tiene plata, a veces logra contar con unos fondos. Con esos dineros, lo invitamos a La Paz, con alojamiento, pasajes de avión. Yo le escribí y me respondió como si yo fuera su vecina. Me dijo que le pediría permiso al médico para viajar, porque ya estaba muy enfermo, y vino. Chocamos muchísimo, le hice una entrevista de radio en que se nos fundieron todos los fusibles, peleamos, nos gritamos. Estuvo como cuatro días con nosotras. Después se fue, se operó y se murió. Su visita fue importante para la sociedad boliviana. Y es que en Bolivia no lo conocían a Pedro Lemebel. Todo por esa torpeza de no mirarnos, de no conocernos, de no querernos.

María afirma que ella recibe muchas invitaciones. Y que cobra, porque tiene chance de hacerlo y amigos. “Claro que nuestras instituciones culturales siempre van a preferir invitar a Judith Butler, pero a veces me invitan a mí. Aunque las embajadas se dedican a promocionar a sus propios personajes, yo creo en ir a contracorriente. Así, tengo cinco libros publicados y nunca me ha publicado una editorial y a estas alturas ya no las necesito. Me basto por mí misma.

-¿Qué piensas del proceso constituyente chileno?

-Me parece fabuloso, muy importante. Es un proceso constituyente pandémico, porque no lo pudo parar ni la pandemia. Yo quiero contagiarme de todo lo que está pasando en Chile, porque es muy potente. En Bolivia, hubo una asamblea constituyente pero jodieron todo lo que tiene que ver con las mujeres y el resultado fue una estupidez. Tenemos que ir a fondo. Durante el proceso constituyente boliviano, nosotras nos dedicamos a escribir una Constitución feminista boliviana y esa te la puedo pasar, se puede revisar en nuestro sitio. Yo tengo la esperanza que los independientes en Chile estén logrando erosionar a los partidos políticos tradicionales, que son un formato del siglo XIX que a estas alturas ha demostrado que no sirve para nada. Hoy debemos pensar en el sujeto político, no en el partido político, cuyo fin es la manipulación y la cosificación del sujeto, del sujeto mujer, del sujeto hombre, del sujeto naturaleza, del sujeto marica, del sujeto indígena. Es una fórmula mucho más compleja y que hay que sentirla.

-En este nuevo Chile se ha instalado el concepto territorio como la base de todo. Los que triunfaron en la constituyente lo lograron gracias a la presencia territorial, al despliegue territorial, fracasan los que desconocen el territorio. ¿Qué entiendes por este concepto acá súper sexy por estos días pero poco definido?

-El movimiento campesino en Bolivia usó mucho el concepto territorio. Me parece muy importante la categoría, porque supera la idea fabricada de patria, o la de Estado-nación. No es la frontera geográfica, policíaca. Es la montaña al pie de la que naciste, el lago donde te criaste, al bosque en el que jugaste. Algo que no se transa en el falso concepto de patria, o del Estado-nación. Acá se usa poco, está anclada arcaicamente a las heridas construidas a partir del regionalismo. Acá se pueden matar dos hermanos por una frontera patriótica ficticia. El territorio es más antiguo que la nación, es muy valioso.

-¿Cuál es el estado de salud actual de Bolivia?
-Estamos en un momento de latencia, de cierto reposo, es un margen que se está dando la gente. No hay desobediencia, sino una latencia muy sana. Bolivia ha estado en una situación crítica, todos lo pasamos muy mal. Yo recibía ocho amenazas de muerte al día, solo por combatir la visión fascista de supremacía blanca que se vino con el derrocamiento de Evo Morales. Eso se desarticuló con mucho esfuerzo. Pero bajo esta actual latencia, cuidado, debajo se están cocinando muchas cosas. Las mujeres estamos en una desobediencia fuerte respecto de las violencias machistas, por ejemplo, aunque eso aún no se concreta en algo. Paciencia, hay que tener, paciencia y sensibilidad con los ritmos de cada sociedad. Yo escribí mucho contra Jeanine Áñez, escribí mucho contra Evo. Ella representa un lugar trágico dentro de la política formal; el trapo con que se pretendía limpiar la mugre que se iba a desplegar después del golpe de Estado. Ese proceso de derrocamiento de Evo fue un golpe de Estado, pero mezclado con rebelión popular e incapacidad de leer al pueblo. Evo Morales no fue la víctima de ese proceso, y ella, que salió de cualquier parte, fue un comodín utilizable, pero tampoco es una víctima. Ahora está bien presa.

-¿Más que decir de Evo?
-Evo Morales es un caudillo en decadencia. Marcó en Bolivia el final del monopolio blanco, oligárquico, sobre el control del Estado. Eso representó, sin duda, y eso es lo que le quiere cobrar todo el tiempo, pero al mismo tiempo no respondió a la agenda histórica con que se ofreció cuando logró la presidencia. Es un misógino, un machista, un caudillista, pretendía que todo dependiera de él. Ahora mismo, con Mujeres Creando, vamos a firmar un convenio con Eva Copa, actual alcaldesa de El Alto, una mujer que nunca, nunca, nunca tomó la palabra durante los 5 años que fue parlamentaria. Era una muda, pero ahora empieza su libertad, su tranquilidad, pese a que la maltratan mediáticamente todos los días.

-O sea, ¿ser mujer en política no basta, no es garantía de ningún logro para las mujeres?

-En los 80 nosotros en Bolivia tuvimos a Lidia Gueiler, fuimos los segundos en América Latina en tener una mujer presidenta (la primera es María Estela Martínez de Perón). Ustedes han tenido una Michelle Bachelet, que para mí ha sido una chancleta: no instaló el aborto, no le dio mar a Bolivia, no aprobó el matrimonio igualitario. Ahora la derecha chilena de Piñera quiere matrimonio igualitario porque ya no sabe cómo sostenerse. La derecha, la izquierda y hasta el indigenismo han tenido muchas mujeres, pero han sido siempre funcionales a una estructura patriarcal de la política. Mira, tú, a Keiko Fujimori, ¿crees que ella representa a las mujeres peruanas y sus temas? Ella solo representa al genocida de su papá.

 

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