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Patricia Beltrán, la mujer que dejó sus hábitos religiosos para dedicarse a apoyar la reinserción laboral  de las trabajadoras sexuales en Valparaíso BRAGA Créditos: Fundación Betania Acoge

Patricia Beltrán, la mujer que dejó sus hábitos religiosos para dedicarse a apoyar la reinserción laboral de las trabajadoras sexuales en Valparaíso

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¿Será posible que una religiosa trabaje con mujeres trabajadoras sexuales? Si, incluso trabajar juntas para aprender, educar y ayudar. Patricia Beltrán, una exmonja que decidió llenar su vida al servicio de los demás, por ello, en un nuevo Mujeres Inolvidables, el especial semanal en donde destacamos las importantes hazañas de mujeres chilenas de la historia y el presente, visibilizamos el impacto de Patricia, quien realizó la Fundación Betania Acoge, lugar que brinda apoyo psicológico, social y laboral a mujeres que ejercen el trabajo sexual y desean dejar atrás esta vida para aprender nuevos oficios.


Patricia cambió sus 23 años de hábito como monja para acoger y reinsertar en el ámbito laboral a las mujeres que ejercen el comercio sexual. “Una chica me vio vestida con hábito, me pidió disculpas y luego me dijo que la abrazara. Sin preguntar, se lo di y ella me lo agradeció”, comentó Patricia a Fundación Mujer Impacta, premiada por dicha institución en 2014 producto de su labor social. 

Ese abrazo que provenía de una mujer que trabajaba en la prostitución, ocurrió en 2010, donde ese hecho fue el detonante con el que Patricia decidió cambiar el rumbo de su vida, y entendió que su rol social debió ser desde afuera, junto a las personas. Por ello, creó la Fundación Betania Acoge, organización que partió en 2011. “La verdad es que para mí ha sido el máximo de los regalos y me siento profundamente feliz con lo que hago. No volvería atrás“, aseguró Patricia, para Radio ADN en diciembre de 2020. 

Betania Acoge es una organización que recibe y apoya mediante un grupo de profesionales, la inserción laboral de las mujeres que ejercen el trabajo sexual, ofreciendo la opción de aprender otros oficios.  La fundación cuenta con más de 100 mujeres entre 18 y 40 años, donde 55 de ellas conforman hoy la fundación, y otras 30 que han sido reinsertadas en trabajos formales. Patricia junto al equipo de Betania, salían a las calles de Valparaíso, después de las 10 de la noche, para ubicar a estas mujeres que requerían contención, hablaban de la fundación, de su rol y que todas eran bienvenidas. 

“Necesitaba hacer una Fundación donde el objetivo mayor fuese acompañarlas en sus decisiones, donde cada mujer que necesite ese abrazo espiritual, maternal y solidario pudiera llegar a mí y darme el privilegio de ser quien la acompañe”, indicó Patricia. 

El objetivo de Patricia se cumplió poco a poco, y ahora, tras 11 años en funcionamiento, muchas mujeres han recibido una red de apoyo para salir adelante: “quiero agradecer todo lo que ha significado estar en la fundación. Es mi segundo hogar. Me gusta mucho venir, me siento muy bien, he crecido como persona, he aprendido a coser, y otras cosas, como tener valores”, sentenció una mujer que entregó su testimonio de la forma en que Betania cambió su vida. 

Sin embargo, tuvieron que reinventarse debido a la pandemia, en donde Patricia se ha enfocado en la ayuda a través de alimentos, “hemos hecho campañas super lindas en la fundación donde hemos tenido el apoyo maravilloso desde Mujer Impacta, de Familias Entrelazadas  y grupos de familia a nivel personal, que se han apoderado de esta necesidad de poder llegar a todos estos hogares”, señaló al medio radial. 

Estas ayudas son todas de aportes voluntarios de personas particulares, ya que no cuentan con beneficios estatales “porque pareciera que estas mujeres que están tan vulnerables no tienen oportunidades”, señaló Patricia, quien tiene colaboradores que aportan mensualmente una cantidad de dinero. 

Los inicios de Patricia

Nació en 1964 y es la tercera de seis hermanos. Desde muy pequeña sintió el llamado de Dios para servirle en su nombre, por lo que a los 17 años ingresó a la Congregación. Estudió pedagogía general básica, mención en religión, donde posteriormente estuvo a cargo de un jardín infantil. Patricia se encontraba feliz sirviendo de esa manera, pero sentía que algo faltaba en su vida.

“Tras esos 23 años, mi vocación de amor y entrega aún me tenían preparadas nuevas rutas. Al conocer el dolor y la fragilidad de mujeres que tenían escasas oportunidades para cambiar el rumbo de sus vidas, me conecté en todo sentido con la persona humana que tenía delante de mí, no solo como religiosa, sino también como mujer y persona”, profundizó. 

Su fe es intacta hasta el final de su estadía como hermana religiosa y pudo invertirla en ayuda para las mujeres vulnerables. Ese abrazo que cambió su visión lo proyectó en una idea que llama “locura”, esa locura por contribuir en que la otra persona que está al lado, tenga un mejor pasar. “Me imaginé con la capacidad para dedicar todo mi tiempo y mi corazón a abrazar espiritualmente a todas estas mujeres que necesitaban este encuentro profundo”, comentó Patricia.

Fueron 365 días lo que tardó en construir la Fundación Betania Acoge, recibió apoyo de innumerables personas, tanto en lo económico, espiritual, psicológico y estructural. “Me llenaba de alegría y fuerzas sólo imaginando un lugar donde las chiquillas pudieran llegar libremente, ser acogidas, y donde finalmente la pesada mochila de sus vidas empezara a ser vaciada o al menos un poco más liviana”. Y así fue, cambió la vida de decenas de mujeres, quienes hoy aprenden nuevos oficios, tienen ayuda social y psicológica,  e incluso dos de ellas lograron estudiar técnico en enfermería.

“El día que supe de la Fundación Betania Acoge, para ser sincera, no presté mucho interés (…) pero al ir conociendo más sobre la fundación, decidí venir y conocer su interior. Resultó que me encontré con gente con buenas intenciones que me dieron la bienvenida con los brazos abiertos, sin importar de dónde venía”, comentó una mujer que se sintió querida y protegida por Betania, es decir, por el labor de Patricia. 

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