
“Es eso o se van”: la pelea del fútbol femenino
Hace ya algunas semanas, cuatro exjugadoras de Everton de Viña del Mar demandamos al Club para que se reconozca la existencia de nuestra relación laboral y que, además, se declare que el no reconocimiento de esta relación es en sí un acto de discriminación y precarización.
Todo partió cuando cansadas y agobiadas de las dobles o triples jornadas laborales y la no remuneración de nuestro trabajo como deportistas profesionales en Everton, decidimos, mediante una reunión formal con cuatro dirigentes, exponer nuestra realidad con datos, estadísticas y argumentos legales, y exigir mejoras para el 2021. ¿La respuesta? Nos tildaron de “conflictivas”, “problemáticas”, “revolucionarias” y un “peligro” para el resto de nuestras compañeras más jóvenes. La solución inmediata y más conveniente para el director deportivo del club Everton, Ricardo Oliveira; para el dirigente, Camilo Rozas; y para el gerente deportivo, Carlos Oliver, fue marginarnos del club.
[cita tipo=»destaque»] El amor al arte tiene sus límites, por eso agotamos todos los recursos previos posibles y nos vimos en la lamentable obligación de llegar a instancias mayores con nuestro propio club con el fin de defender nuestra dignidad [/cita]
La demanda interpuesta es una consecuencia de la discriminación sistemática por género en el fútbol, donde se nos exige como profesionales, pero no se nos remunera como tal, a diferencia del plantel masculino, quienes pueden tranquilamente dedicarse al fútbol, mientras que nosotras somos jugadoras profesionales, estudiamos, trabajamos y cumplimos tareas de cuidados. En Everton cumplimos horarios, exigencias nutricionales y físicas, ante la falta a un entrenamiento se nos reprendía, no podíamos hablar de forma libre con la prensa y, aun así, no era suficiente para considerarnos trabajadoras. “No hay plata para el fútbol femenino en el año 2021 y punto. No se discuta más. Es eso o se van”, nos dijo Ricardo Oliveira, director de la rama femenina.
Si para las mujeres deportistas ser “conflictiva” es tener la valentía y el coraje de poner en juego lo que más se ama, que es el fútbol, por una demanda que probablemente favorezca a un universo de más de 1000 jugadoras, entonces nosotras sí estuvimos conscientes y orgullosamente dispuestas a correr tal riesgo para intentar cambiar la realidad de nuestro propio género de una vez por todas. Haríamos lo que fuera por todas, una y mil veces.
En el fútbol femenino se nos enseña a estar sumisas y agradecidas por lo poco y nada que nos da el club, obligándonos a ponerle techo a nuestras pretensiones. Se fomenta, naturaliza y normaliza la mentalidad conformista, lo que, al parecer, a ellos y a su bolsillo les acomoda.
El amor al arte tiene sus límites, por eso agotamos todos los recursos previos posibles y nos vimos en la lamentable obligación de llegar a instancias mayores con nuestro propio club con el fin de defender nuestra dignidad y la de nuestras compañeras.
En términos legales, para que exista vulneración de los derechos debe haber una relación laboral, que no necesariamente implica la recepción de un sueldo. Por eso, este vínculo debe reconocerse y asumirse ahora ya. No vamos a aceptar que se nos siga precarizando.
La lucha sigue. No ha sido fácil el proceso ni lo será mientras dure el juicio. Agota y desgasta, pero si de algo estamos seguras es que se necesitaba una generación dispuesta a rebelarse y a no conformarse con lo que hoy en día los clubes y sociedades anónimas están dispuestos a invertir para el desarrollo del fútbol femenino. Hay que hacer valer nuestros derechos de una vez por todas, derechos que están resguardados en la constitución, el Código del Trabajo, en tratados internacionales, y en el mismo reglamento de la ANFP.
Ya nos sacamos la venda de nuestros ojos, y tuvo que ser por la fuerza porque por la razón y el sentido común no hubo respuesta. Para nosotras, lo colectivo hace la fuerza, y esperamos que esta no sea la excepción.
- El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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