La competitividad, la violencia simbólica, los estereotipos de género, constituyen una parte que ha afectado las relaciones entre mujeres y ha determinado una serie de prejuicios acerca de la amistad. Para analizar esta situación, es que conversaron con El Mostrador Braga la socióloga y coordinadora de Investigación de La Rebelión del Cuerpo, Javiera Menchaca, y la psicóloga infanto-juvenil Marcia Stuardo. Para las expertas, el punto de partida está en la violencia simbólica, el establecimiento de que lo femenino vale menos que lo masculino. El cómo históricamente la valía de la mujer dependía de qué tipo de marido podía conseguir, provoca que exista hasta el día de hoy una competencia internalizada. Para las expertas, en la vida siempre nos toparemos con personas que tengan buenas o malas intenciones, independientemente del género que la o lo identifique. Sin embargo, es importante cuestionarse la crianza, la competitividad enseñada y, sobre todo, los prejuicios en torno a las intenciones de un otro.
“En ese trabajo es retóxico su ambiente porque son puras mujeres”, “peladoras, envidiosas, no confíes en ninguna”, “la peor enemiga de una mujer es otra mujer”. De seguro que en más de una ocasión has escuchado este tipo de frases en donde se establece que las amistades entre mujeres son desleales o poco sororas. ¿Algunas vez te has cuestionado el origen de estos dichos y dinámicas? ¿Los estereotipos de género afectan en la forma en que entendemos y llevamos a cabo este tipo de relación?
Para entender el origen de este prejuicio, la socióloga y coordinadora de Investigación de La Rebelión del Cuerpo, Javiera Menchaca, en conversación con El Mostrador Braga, analiza los orígenes de la violencia simbólica.
Lo cierto es que, independientemente del género que identifique a una persona, esta puede tener buenas o malas intenciones al relacionarse con otra persona. Es por ello que es importante cuestionarse la crianza, la competitividad enseñada y, sobre todo, los prejuicios en torno a las intenciones de un otro, ya que no por ser un grupo de mujeres significa que van a existir malas intenciones en mayor medida que en un grupo mixto o masculino.
Desde la sociología, se define la violencia simbólica como una forma sutil, incluso invisible, en la que las personas dominadas o subordinadas se identifican y definen desde las definiciones del dominador.
Antes de que el feminismo planteara el cuestionamiento de la sociedad como la conocemos y los roles de género que aún están normalizados, la cultura y la sociedad, desde el mismo núcleo familiar, hacen que las mujeres se definan a sí mismas y se entiendan desde una mirada masculina patriarcal. Es una lógica en donde lo femenino vale menos que lo masculino.
Esto es clave para entender las dinámicas de las relaciones entre mujeres, ya que, según la socióloga, muchas de nosotras tenemos internalizada esta lógica de que las mujeres valen menos que los hombres y que lo femenino vale menos que lo masculino. “Eso nos lo enseñan a través de los medios de comunicación, en el colegio, en las familias, a través de grupos de pares. Lo potente de la violencia simbólica es que instaura un orden social, de manera que sea incuestionable y, por lo tanto, parece natural”, explica.
Parece natural, pero no lo es. Según la psicóloga infanto-juvenil, Marcia Stuardo, desde la infancia y la crianza se ha inculcado la creencia de que para destacar del resto es necesario competir, y que la única forma de lograrlo es a través del menoscabo de otras personas, tanto a nivel físico como intelectual.
“Una mujer que reconocemos como más talentosa o con más habilidades supone una amenaza para nosotras, o al menos esto es lo que nos han hecho creer. Las típicas comparaciones de por qué no eres como esta persona o esta otra, no solo impactan en la autoestima sino también son el cultivo emocional perfecto para el desarrollo de emociones más destructivas, como la envidia o los celos”, analiza.
Esto es realmente importante tenerlo en mente y siempre presente, “ya que desde muy pequeñas nos dicen que nuestra validación pasa por lo que podemos o no hacer, es decir, nuestras habilidades. Cuando llegamos a la adolescencia, esto se incrementa y puede volverse un foco de angustia enorme”, reflexiona la psicóloga.
Tanto para Stuardo como para Menchaca, el feminismo aporta en el cuestionamiento de esta lógica. “Las feministas llegamos a decir oye, no, esto es un orden social, por lo tanto, no es natural, por lo tanto, podemos cambiarlo”, declara la socióloga.
Para Stuardo, crear una coraza por miedo a vernos amenazadas, nos hace filtrar de manera negativa las buenas intenciones que otras mujeres pueden tener hacia nosotras, percibiéndolas, por ende, como enemigas y con intenciones ocultas. “En este aspecto, el feminismo ha jugado un rol importante al derribar mitos y creencias. El concepto de sororidad ha permitido darle la vuelta y que nos enfoquemos en que juntas podemos construir, con nuestras distintas habilidades, un lugar mejor desde el apoyo y la comprensión”.
Desde hace muchos años, una de las pocas, o únicas, formas en que una mujer podía considerarse exitosa, era en la medida en que estuviera vinculada o relacionada con un hombre, especialmente con el que se casara. Por ello, existe esta lógica de que “por mucho que haya un grupo de mujeres, si no hay un hombre ahí, puede llegar alguien y decir hey, ustedes tan solitas que están, cuando en verdad es un grupo de mujeres y no están solas”, explica Menchaca.
Desde esta lógica, las mujeres están solas si es que no tienen a un hombre a su lado. Para la experta de La Rebelión del Cuerpo, esta es una mirada misógina y sexista incorporada a través de violencia simbólica y perpetuada como tal.
Respecto a la típica frase “la peor enemiga de una mujer es otra mujer”, la experta considera que es el ejemplo perfecto de cómo funciona la violencia simbólica a través de hechos cotidianos.
Por ello, considera que este es el momento de seguir cuestionando “cómo nos relacionamos entre nosotras, cómo valoramos a las otras mujeres en general y cómo deshacernos de estos estereotipos, para generar un cambio social en el que esta gran parte del mundo, que son las personas que se identifican como mujer, se valorizan y se levantan mutuamente”.
Para la psicóloga Stuardo, la clave está en ser conscientes de cómo estas creencias con las cuales hemos crecido nos afectan hoy. “Todas somos mujeres bacanes en distintos ámbitos de nuestra vida y solo tenemos que aprender a creernos el cuento y apoyarnos a crecer. Una vez, le escuché decir esto a alguien muy querido por mí: En vez de criticar y hundir a la persona que tenemos al frente, ayudémosla a crecer. Destaca sus potencialidades y virtudes, eso no solo le ayudará a la persona sino también a ti. Lo que la otra mejora y potencia, lo potencias en ti”.
Para la experta, desde la vereda del cariño y el amor propio se puede lograr hacer que las corazas más fuertes de otros se vayan debilitando, abriendo paso a la colaboración y al apoyo desde la honestidad y la sinceridad.