Más que los golpes y gritos, las señales cotidianas cargadas de agresión, pero socialmente válidas, pueden tener un impacto mucho más profundo y a largo plazo en los y mas menores, razón por la cual es tan importante desterrar la microviolencia.
“Lloras como niñita”, “siéntate como señorita” o “a los hombres se les conquista por el estómago”, “detrás de un gran hombre hay una gran mujer”, son frases que hemos escuchado muchas veces y aunque parecen pasadas de moda e inofensivas, la verdad es que no deben ser normalizadas ni mucho menos repetidas si queremos educar niños libres de violencia en todos sus acepciones y formas, incluida la física, psicológica, económica y simbólica.
Cuando hablamos de violencia, generalmente nos imaginamos golpes y gritos, sin embargo, hay una variante que pasa inadvertida, por no tener consecuencias tan visibles: es lo que se llama microviolencia de género.
Según la psicóloga de la red de colegios Cognita, Gretchen Beiza, “son aquellas pequeñas actitudes cotidianas y encubiertas de agresión, aceptadas socialmente como válidas, sin contemplar las consecuencias emocionales en las personas que las reciben”. Estas se pueden dar en la pareja, pero también entre padres e hijos, profesores y alumnos, etc. Incluso, muchas veces solemos verla en la publicidad o los medios de comunicación cuando estos titulan “crimen pasional” en vez de “femicidio”, porque está enquistada en la cultura.
A veces, son tan sutiles, que ni siquiera nos damos cuenta, pero contribuyen a perpetuar los roles de género, el machismo, el abuso de poder, la hipersexualización, entre otros, como cuando elegimos “rosado para las niñas y azul para los niños”, o se señala con orgullo que el “marido ayuda en la casa”, que al salir a un restorán “él debe pagar la cuenta” o que “los hombres son más racionales y las mujeres más emocionales.
“Este tipo de violencia genera una limitación en la libertad, la toma de decisiones, el tiempo y el espacio, teniendo como consecuencias la disminución de la autoestima, sentimientos de vulnerabilidad y desconfianza en sí mismo, produciendo un aumento de jerarquía de poder”, explica la especialista de la red con 14 colegios en todo Chile.
He ahí la relevancia de cuidar el vocabulario y cada palabra que se usa frente a los niños, pues aquello que los adultos aprueben y digan como cierto, para ellos será un ejemplo a seguir para construir sus prototipos y generar prejuicios. “Las frases micro machistas o microviolentas, no son inofensivas o inocuas y se deben generar prácticas ‘microdiscursivas’ en los diversos ámbitos de acción, a fin de visibilizar estas trampas del lenguaje. Es necesario no solo detectarlas uno como adultos, sino enseñar a los hijos a hacerlo”, puntualiza Gretchen Beiza, quien, además, entrega algunos consejos para impactar positivamente en los niños e incorporar un lenguaje inclusivo, asumiendo un rol activo para alertar a otros en su entorno.