Usar expresiones como “todes” o “todxs o tod@s” u otras en las que se aplican las reglas de lo que hoy conocemos como “lenguaje inclusivo”, se ha vuelto una práctica cada vez más común entre las personas que buscan reivindicar la diversidad en todos los espacios. Sin embargo, esta adaptación no ha estado libre de polémicas, siendo resistida y continuada de una serie de mitos que han puesto en tela de juicio su validez. “Que la lengua se va a desarmar o morir” o que “Ahora van a decir le mese o le sille”, son algunos de los mitos sobre el lenguaje inclusivo que la profesora de Lengua Castellana y Comunicación de la U. Católica de Valparaíso, y Magíster en lingüística de la U. de Chile, Viviana Ávila, derribó en entrevista con El Mostrador Braga. Instancia en la que además ilustró sobre los orígenes y opciones de uso más adecuadas de este tipo de lenguaje.
La forma en que nos comunicamos ha ido cambiando constantemente, pues nuestra sociedad va adquiriendo nuevas palabras, creando nuevos significados y deconstruyendo, desde una mirada crítica y decidida, las distintas formas de expresión que guardan sesgos de género y sexistas, siendo una de ellas el lenguaje.
¿A qué se refiere lo anterior? Cuando se habla en plural para referirse a un grupo de personas, generalmente –y así lo define la RAE- se usa el genérico masculino terminado en “os”, como, por ejemplo, “Todos”, “Los niños”, “Nosotros”. Pues, se sentencia que en esas palabras ya se incluye a hombres y mujeres, cuestión que, además de caer en el binarismo (hombre, mujer), no considera a las personas de las diversidades sexo genéricas en el mensaje.
Si bien esta masculinización se ha cuestionado por varios años, cada vez es más visible, por lo tanto, se hace necesario comprender a qué se refiere el concepto de “lenguaje inclusivo” y despejar algunos mitos que surgen al respecto, particularmente de posiciones más conservadoras que buscan desprestigiar y burlar a quienes lo utilizan.
Seguramente más de alguna vez has escuchado la palabra “todes” o leído “todxs o tod@s” en redes sociales u otros espacios. Y es que éste es sólo uno de muchos ejemplos que dan cuenta de la evolución lingüística que trasciende en distintas partes del mundo con un propósito común: que todas las personas sean nombradas y se sientan parte del mensaje.
La profesora de Lengua Castellana y Comunicación de la U. Católica de Valparaíso, y Magíster en lingüística de la U. de Chile, Viviana Ávila, explicó que las palabras en español tienen género gramatical como una propiedad del sustantivo y ciertos pronombres, por lo tanto, “el lenguaje inclusivo es una manera de articular nuestra habla para designar a personas o sujetos de manera no binaria”.
En esa línea, y en base a los hallazgos preliminares de una investigación que se encuentra realizando sobre este tema como parte del capítulo de un libro que publicará la UMCE, mencionó que: “existe una conciencia de que hay una correlación entre el género como propiedad gramatical y el género como construcción de la realidad”.
La también autora del libro “La mató por amor. Lenguaje, género y estereotipo”, dio su punto de vista respecto a las críticas que han surgido en torno al lenguaje inclusivo: “Yo creo que la reticencia que hay en contra del uso de la “e”, en particular, es que como se asocia a feministas y disidencias, estas personas tienden a tener una identidad estigmatizada por parte del status quo de quienes llevan adelante una tradición más conservadora”.
De esta manera, podemos ver que se han instalado algunos mitos por parte de quienes están en contra de esta evolución lingüística y que, en general, “tienen que ver con cuestiones tradicionalistas”, que son importantes de aclarar, explicar y visibilizar, puesto que el desafío que se plantea es que el lenguaje sea capaz de nombrar sin discriminar a las mujeres ni reforzar estereotipos de sexo. “Todos los cambios siempre se resisten en un principio, luego se van internalizando de a poco”, señaló Ávila.
La profesora de Lengua Castellana y Comunicación, Viviana Ávila, no solamente ha centrado parte de su trabajo en temas de género, sino que, además, reconoce la importancia de educar respecto a este tema, razón por la que ha dado talleres sobre aproximación, conocimiento y uso del lenguaje no binario, y creado contenido propio el cual difunde a través de su cuenta de Instagram (@laverdaderavivi) para despejar algunos mitos sobre su uso.
Lenguaje sexita: “Para mí el lenguaje es cómo se va dando el pulso o los cambios de una sociedad”
El lenguaje inclusivo, con perspectiva de género y no binario es una realidad que ha tomado fuerza desde su forma oral y escrita. Tiene su antesala con la investigación sobre el lenguaje no sexista estudiado por el feminismo en los ‘80, sobre todo en España donde hay dos o tres filólogas bastante aclamadas al respecto, como Mercedes Bengoechea y Teresa Meana.
Para algunas personas reticentes al cambio puede ser un dolor de cabeza (como lo vimos en los mitos), pero para otras se convierte en un desafío constante y en una lucha por la reivindicación lingüística. Y es que la discusión ha despertado la negativa tanto de la Real Academia Española (RAE) como de la gente más apegada a dicha Institución.
“La RAE cuando recién se fundó tenía como lema ‘limpia, fija y da esplendor’. Ese rol se supone que ya cambió, porque descubrieron que no se puede normar la lengua, porque es nuestra. A la vez que se mantiene un sistema para que nos podamos entender, éste también va cambiando. Actualmente -la RAE- recoge usos mientras que los ve en ciertos lugares, como en la prensa, libros, etc. Así pasó con la palabra ‘toballa’, por ejemplo, que se reconoció como una variación de la palabra toalla”, explica Viviana Ávila.
En línea con lo anterior, agrega que “si es que eventualmente el lenguaje inclusivo comienza usarse en los medios de comunicación, que son los que generalmente marcan la pauta, no le quedaría más que reconocer. Ahora, igual está super reticente al empleo de la “e” y tiene que ver con alterar la gramática, porque evidentemente si yo digo “niño, niña, niñe” estoy cambiando esa flexión y eso es considerado un acto deliberado. Está en mi voluntad hacerlo porque estoy viendo que para ciertas personas es importante”.
Una de las preguntas que surgen respecto a si es posible o no implementar el lenguaje inclusivo es: ¿quién hace las reglas? Lo cierto es, según explica la docente, que el lenguaje es de toda persona que lo habla. “Es una herramienta que nos permite conocer y percibir el mundo. Refleja estereotipos, por lo tanto, es una manera muy interesante, porque a mi me parece que siempre es el primer atisbo de identificar cómo la gente está pensando”.
En cuanto a su uso, no es primera vez que la institución a cargo de la regulación lingüística en el mundo hispanohablante expresa su rechazo. De hecho, en el primer capítulo del “Libro de estilo de la lengua española según la norma panhispánica”, también se consideran innecesarias las palabras en doble género o “desdoblamiento”, por ejemplo “todas y todos”, aludiendo a que el genérico masculino ya incluye a todas las personas.
Teresa Meana Suárez, en su artículo “Sexismo en el lenguaje: apuntes básicos” cuestiona esto, y menciona que: “Decir niños y niñas o madres y padres no es una repetición, no es duplicar el lenguaje. Duplicar es hacer una copia igual a otra y éste no es el caso. La diferencia sexual está ya dada, no es la lengua quien la crea. Lo que debe hacer el lenguaje es nombrarla, simplemente nombrarla puesto que existe. No nombrar esta diferencia es no respetar el derecho a la existencia y a la representación de esa existencia en el lenguaje”.
En concordancia con esta visión, la lingüista Viviana Ávila expresa que: “las reglas nunca son objetivas, siempre son políticas, siempre tienen dadas maneras o cuestiones de poder aparejadas (…) Entonces acá hay un permeo del sistema misógino en una regla gramatical que se ha sostenido hasta hoy en día”.
Por otra parte, respecto a la propuesta de la vocal “e” como genérica para evitar el binarismo, al no ser reconocida dificulta su uso, principalmente en la concordancia del mensaje. Sin embargo, esto no quiere decir que no se pueda utilizar. “Como la lengua es de todas las personas, obviamente podemos decir ‘todes’, pues “tiene absoluta cabida hoy en día”.
Para cerrar este punto, en uno de sus post en redes sociales en referencia al tema, recomienda cuidar su uso. “Se emplea, en general, en las flexiones que tienden al binarismo entre la a y la o con lo femenino y lo masculino, respectivamente: la niña, el niñe, le niñe”.
La reflexión que queda es que, sin duda, el lenguaje no es así porque sí, entendiendo que hay un contexto sociopolítico y cultural que, así como en un comienzo sustentaron el uso del plural masculino, hoy dan luces de una reestructuración profunda que incluya a las personas que históricamente han sido excluidas y discriminadas.