Distopías de ciencia ficción feministas como Las parábolas de Octavia Butler y El cuento de la criada de Margaret Atwood vienen advirtiéndonos hace décadas que los avances de agendas feministas y derechos humanos no están asegurados. Estos libros han vuelto a ser tremendamente populares en años recientes quizás debido a que las historias de terror que relatan parecen más reales y amenazantes que nunca dado los diversos ataques por parte de la derecha global ultra conservadora. En la novela de 1985 de Atwood, El cuento de la criada (recientemente convertida en serie) se relata una aterradora dictadura totalitaria teocrática en la cual se suprimen por completo los derechos de las mujeres, incluidos su derecho a educarse, leer, y escribir. Además, en ese mundo, las mujeres cuyo rol es ser «criadas» son esclavizadas sexualmente para fines de reproducción.
Estas ficciones han inspirado consignas y performances en protestas feministas en todo el mundo (se han visto mujeres vestidas de “criadas” con gorros blancos y capas rojas largas, por ejemplo), ya que su relato no parece tan lejano a lo que estamos viviendo hoy a escala global. En nuestro país observamos el auge del amedrentamiento de la ultraderecha fascista hacia investigadoras y académicas feministas o que desarrollan programas, cursos, e investigación de género en las universidades. Lo vimos con la solicitud de diputados para obtener información detallada de quienes desarrollaban actividades relacionadas a la “ideología de género” en la Universidad de Chile y la Universidad de Santiago, y lo continuamos viendo, con la solicitud sobre información personal y específica de otra colega en la Universidad de Valparaíso.
[cita tipo=»destaque»] Debemos pensar cómo construir y promover estrategias de apoyo y cuidado mutuo, tomando en cuenta que somos docentes, académiques, e investigadores feministas en diferentes etapas de la carrera, muches expuestes a un considerable grado de precarización laboral, por ejemplo, aquelles que trabajan a honorarios en docencia o investigación. Es tiempo de solidarizar, articularse, y alzar la voz. [/cita]
La reflexiones que compartimos con ustedes se fundamentan en la necesidad de hacer frente de manera organizada e informada a esta avanzada anti-género y tomarnos en serio estas prácticas de amedrentamiento y persecución política que transgreden valores como la igualdad de género y la no discriminación, amenazando aún más nuestra convivencia democrática, y principios fundamentales del quehacer universitario, como lo son el compromiso con una formación en pensamiento crítico, una educación orientada a la justicia social, una pedagogía feminista, la libertad de cátedra y autonomía universitaria.
Durante los últimos años, y particularmente desde el año 2018, en el cual las movilizaciones estudiantiles feministas y de la disidencia sexual se tomaron las universidades en gran parte del país, muchas instituciones de educación superior se comprometieron con avanzar en la implementación de agendas feministas. Así, se han creado direcciones y oficinas de género, actualizado modelos educativos, implementado nuevas políticas institucionales y nacionales, y avanzado en nuevas leyes y acuerdos en la educación superior. Se ha hecho todo esto en pos de fomentar una agenda de género que nos permita avanzar hacia una mayor igualdad y justicia social, un mayor reconocimiento de derechos, un planteamiento concreto de la educación no sexista, y la disminución de la violencia de género y discriminación en todas sus formas dentro de los recintos académicos y escolares.
Como investigadoras y feministas que trabajamos en la temática de género, valoramos y celebramos estas acciones, pero creemos, a su vez, que es urgente que estos compromisos sean más que declaraciones. Necesitamos que se constituyan en conciencia crítica y acciones concretas para enfrentar de manera colectiva la avanzada reaccionaria de la agenda anti-género, visibilizando y oponiéndose de manera informada a estos discursos de odio, que no deben ser considerados meramente una forma de “pensar diferente”.
El ataque a los estudios y perspectivas de género es un fenómeno global complejo que ha estado sujeto a importantes debates y análisis feministas en los últimos años. Varios análisis coinciden en que el género y las sexualidades han sido categorías centrales en las agendas políticas de grupos de ultraderecha y ciertos sectores religiosos que buscan obstaculizar y revertir los avances de luchas tanto feministas como LGBTQ+ en diferentes países. En Chile llevan varios años articulando discursos y prácticas que dicen oponerse a lo que identifican como “ideología de género” para demonizar el matrimonio igualitario, la educación sexual integral, las leyes de identidad de género y la interrupción voluntaria del embarazo, entre otros. Algunas estrategias que han usado son el mediático bus de la “libertad” que recorría ciudades transmitiendo un mensaje de odio hacia la juventud y niñez trans.
Es sintomático de esta nueva avanzada de la derecha ultraconservadora la apropiación tergiversada de conceptos y herramientas que han sido claves en el avance hacia sociedades más democráticas. Está sucediendo con la objeción de conciencia, que surgió de hombres pacifistas que se oponían a ser obligados a ir a la guerra y hoy se utiliza como medio para facilitar que el personal de salud, médicos/as, gineco-obstetras en particular, tengan una manera expedita de eximirse de cumplir con la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE). Sucede también con el lenguaje de derechos humanos, que hoy es usado para oponerse al IVE argumentando los derechos del que “está por nacer” o también para oponerse a los derechos de les migrantes, argumentando que se deben priorizar los “derechos humanos de los chilenos”. Más recientemente, en el caso del requerimiento de la Universidad de Valparaíso, se usó la Ley de Transparencia, no para incrementar la participación ciudadana y profundizar la democracia, sino para amedrentar e inhibir la autonomía de las/os docentes.
Es tiempo de organizarnos, informarnos, generar redes, exigir y construir respaldo institucional, apoyar candidaturas que incorporan una agenda feminista y participar en los espacios de construcción democrática. Estos desafíos no son menores en universidades jerárquicas en las cuales existen muchas desigualdades internas, como también históricas oposiciones y desvalorización de los conocimientos de las áreas de estudios basadas en género, sexualidades y feminismos. Pero debemos pensar cómo construir y promover estrategias de apoyo y cuidado mutuo, tomando en cuenta que somos docentes, académiques, e investigadores feministas en diferentes etapas de la carrera, muches expuestes a un considerable grado de precarización laboral, por ejemplo, aquelles que trabajan a honorarios en docencia o investigación. Es tiempo de solidarizar, articularse, y alzar la voz. Como afirma Judith Butler, el tiempo de la solidaridad anti-facista es ahora, y esa solidaridad debe articularse en el rechazo a la utilización de facultades públicas para censurar o vulnerar la libertad de cátedra y la autonomía universitaria, principios orientadores de los sistemas de educación superior en toda sociedad democrática. A los miedos que generan los avances del movimiento feminista, es tiempo de una mayor articulación de nuestras resistencias. Nolite te bastardes carborundorum.
“Todas las personas que participamos del mundo universitario y de la cultura en su conjunto estamos llamadas a renovar nuestro entendimiento si queremos transformar las instituciones educativas (y la sociedad) para que la manera en que vivimos, enseñamos y trabajamos pueda reflejar nuestro deleite por la diversidad cultural, nuestra pasión por la justicia y nuestro amor por la libertad”. (bell hooks, 2021; 56).