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Depresión afecta a 50% más mujeres que a hombres: «Más allá de políticas de salud, necesitamos políticas sociales con enfoque de género» BRAGA Créditos: Elina Krima en Pexels

Depresión afecta a 50% más mujeres que a hombres: «Más allá de políticas de salud, necesitamos políticas sociales con enfoque de género»

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Según un estudio liderado por el académico de la Facultad de Psicología UDP Álvaro Jiménez, existe un efecto combinado entre las desigualdades socioeconómicas y de género en la sintomatología depresiva, lo que explicaría la mayor vulnerabilidad de las mujeres pobres a esta condición.


Uno de los hallazgos más consistentes en epidemiología psiquiátrica es que los síntomas depresivos y la depresión afectan principalmente a las mujeres. La Encuesta Nacional de Salud publicada por el Minsal en 2016, da cuenta de esta tendencia, al mostrar una prevalencia de depresión cinco veces mayor en mujeres (10,1%) que en hombres (2,1%). Esta disparidad es mucho mayor que en otros países, donde la prevalencia de depresión tiende a ser dos veces más alta en mujeres.

Considerando estos antecedentes, el académico de la Facultad de Psicología de la Universidad Diego Portales, Álvaro Jiménez, junto a los académicos Pablo Reyes y Graciela Rojas de la Universidad de Chile, publicaron un artículo que aborda las brechas de género y los determinantes socioeconómicos de la sintomatología depresiva en Chile. La investigación fue realizada en base a los datos de la primera ola del Estudio Longitudinal Social de Chile (ELSOC), una encuesta longitudinal que llevan adelante los centros COES y MIDAP y que sigue a más de tres mil chilenos y chilenas de entre 18 y 75 años a lo largo de una década (2016-2024). Esta encuesta es representativa del 93% de la población urbana y del 77% de la población total del país.

Entre los resultados del estudio pudo observarse una prevalencia de síntomas depresivos moderados a severos de 23,2% en mujeres y de 13,4% en hombres. El estudio muestra además que el género es uno de los factores predictivos más importantes de los síntomas depresivos, con un riesgo estimado dos veces mayor entre las mujeres en comparación a los hombres. Otro hallazgo del estudio fue que la gradiente de distribución de síntomas por ingreso y nivel educacional es más acentuada para las mujeres en comparación a los hombres, y que incluso existe una asociación estadísticamente significativa entre ingresos y sintomatología depresiva en el género femenino, pero no entre los hombres.

Asimismo, otro resultado que también ayuda a explicar la brecha de género es que la condición de no trabajar ni estudiar se asoció a un mayor riesgo de presentar síntomas depresivos, y justamente en esta condición se encuentran en mayor proporción las mujeres en comparación con los hombres (11,3% y 7% respectivamente). Este punto concuerda con estudios internacionales que han mostrado que el trabajo remunerado estable es un factor protector de la salud mental, mientras que el subempleo constituye un factor de riesgo.

En síntesis, estos resultados sugieren que existe un efecto combinado entre las dimensiones socioeconómicas y de género, lo que podría explicar en parte la mayor vulnerabilidad de las mujeres pobres y la brecha de estos síntomas entre hombres y mujeres. Como lo afirma Jiménez, el estudio confirma que las mujeres de nivel socioeconómico bajo son las que presentan una mayor carga de síntomas depresivos, y que se trata del grupo que explica que en Chile presentemos una prevalencia de depresión comparativamente alta a nivel internacional.

Además, muestra que las desventajas sociales hacen que el bienestar psicológico de las mujeres dependa más de la educación y el ingreso que en el caso de los hombres. Es decir, no se trata de que simplemente haya una superposición entre brechas de género y desigualdades socioeconómicas, sino que ambas dimensiones tienen un efecto multiplicativo o sinérgico que impacta negativamente sobre la salud mental de las mujeres. Hay al menos dos hipótesis para entender este fenómeno.

Por un lado, en sus trayectorias de vida las mujeres podrían estar expuestas con mayor frecuencia a desventajas sociales, como niveles más bajos de educación e ingresos, inserción laboral inestable, así como estar más expuestas a factores estresantes, como inseguridad económica, sobrecarga de trabajo no remunerado, etc.

Todo ello podría coincidir con una menor disponibilidad de recursos para hacer frente a estas desventajas, impactando de manera negativa sobre la salud mental. Por otro lado, «el problema podría explicarse no por una mayor exposición a estresores económicos y desventajas acumuladas, sino por una mayor sensibilidad de las mujeres ante factores de estrés, particularmente socioeconómicos, en comparación a los hombres. Por cierto, podría tratarse de ambas cosas a la vez”, analiza.

El estudio concluye que las mujeres de nivel socioeconómico bajo representan un grupo doblemente desfavorecido, lo que permite explicar, indirectamente, la brecha de salud mental por género. Las mujeres pobres podrían sentirse con menor control sobre dimensiones relevantes de sus vidas, o podrían verse afectadas en su autoestima, contribuyendo a la aparición de sintomatología depresiva.

Respecto a estos resultados, Jiménez agrega que «el mensaje de fondo de este estudio es que para disminuir la alta prevalencia de depresión en Chile debemos avanzar más allá de las políticas de salud, que por cierto son muy necesarias, e implementar políticas sociales con enfoque de género, que aborden las intersecciones entre desigualdades socioeconómicas y de género, mejorando, entre otras cosas, los ingresos de las mujeres y sus oportunidades de acceso a educación y empleo”.

Actualmente Jiménez, junto a un equipo interdisciplinario de investigadores, se encuentra estudiando la persistencia de los síntomas depresivos a lo largo del tiempo, y ha puesto el foco en el impacto del estallido social y la pandemia sobre la salud mental, ya que las mujeres no sólo presentan mayor prevalencia de síntomas, sino que además les es más difícil recuperarse de un episodio depresivo que los hombres, es decir, las mujeres presentan un mayor riesgo de persistencia y recurrencia de los síntomas depresivos en el tiempo. Esto se encuentra asociado, entre otras dimensiones, al estrés financiero y al estado general de salud de las personas.

Finalmente, el académico cuenta que han podido observar que durante el estallido social de 2019 y luego la pandemia durante 2020 hubo un aumento de los síntomas depresivos, particularmente en el caso de las mujeres. De hecho, la brecha en la prevalencia de síntomas depresivos entre hombres y mujeres ha sido más grande durante el estallido social y la pandemia en comparación a los periodos previos.

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