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Destacada feminista Virginia Guzmán y su apuesta por «cambiar el modelo» en  Congreso Futuro BRAGA Créditos: Foto de Observatorio género y equidad

Destacada feminista Virginia Guzmán y su apuesta por «cambiar el modelo» en Congreso Futuro

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Natalia Espinoza C
Por : Natalia Espinoza C Periodista - Contacto: braga@elmostrador.cl / (sólo wsp) Fono sección: +569 99182473
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Desde el 17 de enero, Espacio Riesco será sede de la undécima versión de Congreso Futuro, bajo el lema “Aprender a Convivir” y que desarrollará debates sobre cómo afrontar la “nueva era” que vive el mundo. Allí, desde el bloque “Cambiar el modelo”, la destacada psicóloga, doctora en Sociología y fundadora del Centro de Estudios de la Mujer, abordará el rol de las mujeres. Para la experta, el desgaste del modelo actual se debe a que estamos “absolutamente metidos en una lógica productiva y de ganancia, o sea, lo único que importa es el capital”. Las mujeres traen a la palestra problemáticas distintas a las históricamente posicionadas en las agendas públicas, por lo que Guzmán defiende que la paridad es una necesidad base para poder cambiar la estructura de pensamiento bajo la cual se ha construido nuestra realidad presente.


El modelo social que ha regido a nuestra sociedad está desgastado. Hay una necesidad de replantearlo para seguir construyendo sociedades más justas e inclusivas, donde la igualdad e integración sean un pilar fundamental en el desarrollo de la humanidad. Esta es la premisa del bloque “Cambiar el modelo”, que se llevará a cabo en el Congreso Futuro.

Allí, una de las importantes presentaciones que tendrá lugar será la de Virginia Guzmán, quien es una destacada psicóloga y doctora en Sociología de la Universidad Autónoma de Barcelona. Virginia es parte del trío fundador del Centro de Estudios de la Mujer (CEM), en el cual se desempeña como subdirectora. Tiene una carrera muy sólida en la investigación de la institucionalización de la agenda de género y feminista en el Estado.

Entre sus premios más relevantes, destacan becas del Gobierno francés y de institutos alemanes para sus estudios en Ciencias Sociales. Para Virginia, todas las desigualdades que sufren las mujeres tienen múltiples causas, entonces, hay mecanismos que funcionan a distintos niveles y el primero es estructural. Para comprender más de ello, conversó con El Mostrador Braga sobre su trayectoria, motivaciones y visiones sobre el posicionamiento del feminismo actual, con miras al próximo periodo presidencial.

Virginia Guzmán nació en una familia donde, a excepción de su padre, todas eran mujeres. Si bien su mamá era profesional, nunca ejerció su carrera porque optó por dedicarse a la maternidad. Como no había varones en su núcleo más cercano, solo se percató de que a ella la habían criado de manera diferente al compartir con otras familias. Allí vio realidades en donde, por ejemplo, solo los varones salían a cazar, mientras que en su casa lo hacían todas.

Su madre en este sentido siempre le dio un discurso emancipador, pero esto no se condecía con la elección de vida que eligió para sí misma. Eso también fue parte de los sentimientos precursores de Virginia para optar por realizarse profesionalmente. “Las madres tenemos una capacidad de dar discursos emancipadores, pero a la vez muy protectores, eso me marcó a mis 15 años cuando vino todo lo de Simone de Beauvoir de que no se nace mujer, sino que se hace. Tuve una aspiración de no seguir los modelos de vida de las mujeres de mi época”.

Desde muy joven se hizo parte de organizaciones estudiantiles y, al respecto, cuenta que “para muchas de nosotras, entrar a la política fue una manera no solo de cumplir una aspiración de justicia social, sino que de no seguir el destino materno. Mi generación entró mucho en los años 60 y 70 a los partidos de izquierda, y más tarde a crear organizaciones feministas. Mientras que en la generación de ustedes más bien eligieron un camino independiente y entraron por los programas y estudios de género”, comenta.

Virginia se ganó varias becas para estudiar en Europa, cuando terminó, por sus cercanías con los partidos de izquierda de la época, tuvo que radicarse en Perú durante la dictadura militar. Poco a poco se dio cuenta de que en todo lo que estudiaba en ciencias sociales, fuera de psicología, sociología, etc., siempre “las grandes invisibles eran las mujeres. Empezamos a descubrir esta realidad oculta, eso fue un impulso para empezar a estudiar el tema más a fondo, porque se hablaba de campesinas, de migración, pero ¿dónde están las mujeres?”, recuerda.

Allí, con sus colegas, con quienes dieron vida al Centro de Estudios de la Mujer, Virginia comenzó a hacer investigaciones que tuvieran un enfoque distinto a lo que se hacía en la época. “Nosotras potenciamos la significación y vivencia de las mujeres, y sin querer nos estábamos adelantando a otros modelos de conocimiento que rescatan el peso de la subjetividad”, señala.

Para la doctora, la producción feminista es un puente que siempre está entre la teoría a la cual interpela y la práctica, tratando de producir transformaciones culturales. Era en la práctica política en donde se querían afirmar, en la no separación de lo objetivo con lo subjetivo, “en nuestra propia práctica veíamos que los binomios lo único que hacían eran coartarnos y encerrarnos en categoría polares”.

Virginia ha dedicado la mayoría de su carrera a trabajar lo que son los movimientos sociales y los procesos de institucionalización de los procesos sociales, o sea, cómo las mujeres pueden crear instituciones. En este proceso, una de las principales barreras que tuvo que enfrentar fue la poca valoración que se le daba –y se le da hasta el día de hoy– a los estudios de género. Cuenta que sus colegas cuestionaban constantemente por qué alejarse del estudio psicológico para ir por “cosas de género”.

Trabajar por el feminismo en esa época era criticado como un trabajo que estaba en contra de la unidad del pueblo, comenta. Había mucha resistencia a reconocer un espacio de producción y comprender la realidad de otra manera, además, “te encajonaban en género, y no podías hablar de ninguna otra cosa que no sea lo que sabes. Esas son maneras de discriminación, porque el género nunca entraba como un elemento estructurador de la realidad”, reflexiona.

Uno de los momentos que más la indignó fue cuando, a los 22 años, trabajó como psicóloga en el Hospital Calvo Mackenna. Allí formaba equipo con un psiquiatra y una asistente social, donde hacían debates formales y constantes, donde si no participabas –relata– “te quedabas un poco asilada”. Un día le solicitaron comentar sobre los estudios de una mujer psicoanalista y, al terminar, el psiquiatra le dijo de forma altanera, respecto de su análisis favorable a la psicoanalista, que a ella le parecía bueno porque la psicoanalista no es psiquiatra y que, “claro, es de esa gente que le gusta a los psicólogos, a las asistentes sociales”. “Si bien él no dijo que era de esa profesión que le gusta a las mujeres, lo sugirió, me dio una indignación tal que me paré y me fui”.

Para Virginia, estaba muy presente el tema del prestigio y reconocimiento en relación con qué carrera tienes y la carga de género que conlleva, porque había y sigue habiendo profesiones más feminizadas o masculinizadas.

Un modelo actual desgastado

El desgaste del modelo actual se debe, según Virginia, a que estamos “absolutamente metidos en una lógica productiva y de ganancia, o sea, lo único que importa es el capital, tener ese rendimiento. Entonces, tú tienes el mismo sistema en las universidades, y todo lo que es democracia, todo lo que es cultura se va cada vez achicando más. Hay como una lógica neoliberal que permea la vida y que genera vínculos muy deficitarios, destrucción de la naturaleza, depresiones, etcétera”.

En este sentido, un avance importante que visibiliza en este contexto de “cambiar el modelo”, es que la Convención Constitucional es el primer organismo con paridad. Según la Plataforma Telar, hay temáticas que no habrían sido tratadas con tanta fuerza si no fuera paritaria, porque hay ejes que mujeres tanto feministas como no feministas pusieron en la palestra, como el reconocimiento de los cuidados, la plurinacionalidad, derechos sexuales y reproductivos, entre otros.

En opinión de Virginia, esto es muy positivo para las generaciones futuras, y en el presente es bueno también, porque en los espacios de discusión se generan otras maneras de relaciones interpersonales donde se va permeando “esa forma tan jerárquica, hay más vocación de horizontalidad”.

En la visión de la experta, en la medida que las sociedades se han ido haciendo más complejas, si bien hay algunos aspectos de mejora, siguen existiendo desigualdades estructurales, “el orden de género se ha ido debilitando, pero persisten lo que son bases”, comenta.

En torno a ello, uno de los avances que resalta es que las mujeres tienen una “ciencia política impresionante”, pero persiste la división sexual del trabajo, y esta tiende a reproducirse. También critica la existencia de una separación del espacio privado y público, donde históricamente se han intentado despolitizar muchos temas asociándolos a que son “culturales”, por lo que la política “no puede intervenir”. Ejemplo de esto es la visión de violencia de género en el contexto intrafamiliar, que en los años 90 aún se planteaba como un “la ropa sucia se lava en casa”.

Virginia considera que todavía persisten una serie de normas institucionales que reproducen sistemas de desigualdad en donde, si un apoyo no llega a cierto grupo, es porque esos grupos «no merecen tener esas oportunidades».

Por ello, los tres horizontes en los que considera que se debe ir avanzando son: establecer la paridad en todo ámbito y todo espacio; reconocer el cuidado como parte de la economía, en donde se cuestione profundamente la concepción de la economía mercantil; y, finalmente, “propiciar la máxima asociatividad, discusión, participación en la cultura”, para darles a las personas la posibilidad de tener una vida muy heterogénea y muy rica.

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