La activista, actual coordinadora de Salud de los Pueblos de Bolivia y especialista en Interculturalidad, se presentará en Congreso Futuro, donde expondrá sobre su experiencia visibilizando y reivindicando los saberes ancestrales en materia médica de los pueblos originarios de América Latina, que –según relata en conversación con El Mostrador Braga– es crucial para así preservar esta cultura frente al racismo que aún se experimenta. ‘‘Ser indígena en varios lugares del mundo es motivo de persecución, de asesinato, de maltrato, de despoje, más si se es mujer e indígena’’, comenta.
Durante esta semana se está llevando a cabo Congreso Futuro, instancia que reúne a expertas y expertos de distintas áreas para exponer los desafíos y problemas que la humanidad enfrenta o enfrentará en los próximos años. Durante esta versión, el foco se enmarca en la divulgación científica desde nuevas aristas que se vinculen con la ciudadanía.
En ese contexto, este jueves, en el bloque titulado “Cambiar el modelo”, tendrá lugar la exposición ‘‘Medicina Tradicional’’, que estará a cargo de la médica cirujana, actual coordinadora de Salud de los Pueblos de Bolivia y especialista en interculturalidad, Vivian Camacho, quien –en conversación con El Mostrador Braga– cuenta sobre sus experiencias y releva la importancia de integrar nuevas formas de realizar medicina.
La cirujana ha trabajado desde hace más de 10 años en la reivindicación y visibilización de los saberes ancestrales de los pueblos originarios y sus aportes para la medicina. En especial, el rol de las parteras tradicionales del pueblo Quechua, cargo que ella también desempeña y enseña alrededor de Latinoamérica. En torno a ello, le parece sumamente importante preservar la cultura de sus antepasados, sobre todo con el racismo histórico que ha observado hasta el día de hoy. ‘‘Ser indígena en varios lugares del mundo es motivo de persecución, asesinato, maltrato, despoje, más si se es mujer e indígena’’, dice.
El interés por una salud que Vivian define como ‘‘anticapitalista y antipatriarcal’’, comenzó cuando obtuvo una beca para estudiar en Bélgica y especializarse en medicina. En Europa la activista observó con sus propios ojos los avances de la ciencia, así como las mejores condiciones de vida que existen allí en comparación con los países del Cono Sur.
A pesar de todos estos avances, Camacho explica que las costumbres sociales le hicieron replantearse cómo quería ejercer la medicina. »Esas realidades, que te chocan, de la deshumanización, del individualismo sumamente impuesto en la propia concepción de vida, en el norte, me hizo decir ¿qué onda?», señala. Los trasplantes rápidos y exitosos no compensaban la falta de sensibilidad con temas muy importantes, como –a su juicio– lo es el suicidio. ‘‘Hablaban de ello con total normalidad, como si fuese algo de todos los días’’, relata.
Por esta razón, decidió ‘‘retomar sus raíces ancestrales’’ y, al retornar a Bolivia, comenzó a relacionarse con el trabajo de las parteras indígenas, actividad que eventualmente también terminó realizando. Según explica, las parteras son una parte fundamental e histórica de los pueblos originarios, ya que son ‘‘guías espirituales y líderes políticas’’ que luchan por los derechos de las mujeres, entre ellos, el de un parto digno e intercultural.
Sobre esto, también cree que es crucial entender los orígenes de la medicina occidental, ya que en primera instancia fueron hombres quienes tenían acceso a estudios superiores para ejercer como doctores o expertos de salud. ‘‘La medicina fue tomada por lo varones, son mentes de hombres pensando cuerpos de mujeres, es una medicina sumamente patriarcal’’, recalca. Al contrario de lo que sucede con los pueblos originarios.
Vivian relata que las mujeres indígenas desde siempre han desarrollado conocimientos médicos y estos hoy han sido respaldados por la ciencia moderna. Por ejemplo, el uso de distintas hierbas durante los nacimientos que ayudan a evitar gérmenes y bacterias, así como también terapias alternativas para relajar los músculos y evitar dolores para las mujeres. Otro ejemplo es la acupresión, que es el uso de los pulgares o los dedos para aplicar presión en puntos específicos del cuerpo y que diversos estudios afirman que puede ser efectivo durante el trabajo de parto.
Entre las primeras experiencias significativas que vivió, la médica recuerda que una amiga le pidió ayuda para asistir su parto, a lo que accedió. Cuando comenzó el proceso de nacimiento, Vivian cuenta que todo lo tenía muy mecanizado, ‘‘fue una prueba importante decir esto no es así, de confrontar lo que yo había aprendido con lo que nos decían las abuelas parteras y su sabiduría’’.
Desde ese momento, y abrazando su cultura, comenzó a tratar el parto como un espacio sagrado para las madres, lo que para ella significa aprender a respetar a cada mujer. “Ninguna de nosotras camina ni vive al mismo ritmo. Es lo mismo con el parto y hay que tomar conciencia de eso’’.
La activista boliviana explica que tratar este proceso con un carácter ancestral, evita bastantes problemáticas que hoy en día experimentan las mujeres, por ejemplo, la violencia y las malas prácticas obstétricas. ‘‘Muchas de las emergencias del parto se dan porque no sabemos respetar el proceso hormonal’’, apunta.
La experta pone de ejemplo la oxitocina, hormona que el cuerpo humano genera de manera natural y que provoca las contracciones para que se produzca el alumbramiento. Sin embargo, se ha evidenciado en estos últimos años que, para acelerar el proceso de nacimiento, se ha comenzado a administrar oxitocina sintética a las mujeres. Este hecho ha sido catalogado como una práctica perinatal para nada recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Otro punto favorable que rescata de esta forma de ejercer la medicina, es que se pueden tejer lazos entre mujeres, debido a que el proceso se vuelve muy íntimo. ‘‘Con muchas he quedado de amigas, porque ellas sabían que yo iba a hacer lo que fuera por cuidarlas y acompañarlas’’. Esto le ha permitido expandir sus redes a toda Latinoamérica, para enseñar en distintos países, como Argentina y Brasil.
En opinión de la cirujana, el desafío para los próximos años es que la medicina ancestral y la hegemónica deben converger para un mejor resultado. ‘‘No se trata de renegar la una ni la otra, se trata de que cada una tiene su lugar y contexto. El momento en que podamos abrazar las dos sabidurías, vamos a llegar a una salud más integral, más inclusiva’’, concluye.