Somos uno de los países con mayor morbilidad por enfermedades psiquiátricas, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). En su informe “Depresión y otros trastornos mentales comunes”, se evidencia que más de 1 millón de chilenos sufren ansiedad y 850 mil padecen depresión. El deterioro de la salud mental empeoró con la pandemia y según el último informe “Un año del Covid-19″ de la consultora internacional Ipsos, Chile se halla en el segundo lugar a nivel mundial con adultos que han declarado deterioro en su salud mental.
En los últimos años, numerosos informes y reportajes periodísticos han validado y diferenciado los datos entre hombres y mujeres: la mayoría de los suicidios son efectuados por hombres, mientras que las mujeres tienen casi el doble de probabilidades de tener un diagnóstico de depresión. ¿Cuáles son las causas de estas diferencias?
Por un lado, los especialistas apuntan a las diferencias biológicas, donde la testosterona, estrógenos y otras hormonas estarían relacionadas con el deterioro de la salud mental. Por otra parte, se ha aludido a los factores sociales y a la cultura misma que rodea a las personas. Al respecto, la psicóloga María Antonieta Campos, sostiene que considerar la idea de que la causa se halla en las diferencias biológicas es sexista, pues el deterioro de la salud mental también es una consecuencia del sistema patriarcal, capitalista y colonial que impera en nuestra sociedad.
“Decir que las mujeres son más sensibles por su biología, es sexista porque la sensibilidad es algo que se enseña y es sabido que hasta ahora lo validado por la sociedad es ser racional cuando eres hombre y emocional cuando eres mujer”, aseguró.
La psicóloga Marina Alarcón reafirma estas declaraciones, y añade que las mujeres han sido educadas para ser de esa manera y no solo por el núcleo familiar.
“Usualmente, se atribuye a las mujeres el hecho de ser empáticas y emocionales porque es una idea que se reproduce transgeneracionalmente, pero yo no podría decir tajantemente que no hay hombres sensibles, porque depende del contexto social en que se vincule cada cual. Cuando hablamos de trastornos como la depresión o ansiedad, es importante destacar que hay determinantes sociales que afectan en el equilibrio entre los factores de riesgo y de protección”, explica la especialista.
Así mismo, explica que las mediciones de la depresión deben ser analizadas más detenidamente, pues en primer lugar, estas aluden a personas que son diagnosticadas, y hoy, en cuanto a salud mental, muchas personas no recurren a este servicio. “Las mujeres quizás destacan en estos estudios porque son educadas bajo este rol de ser más abiertas en cuanto a sus sentimientos, en contraste, los hombres expresan su deterioro mental de otras formas, por ejemplo, refugiándose en el alcohol”.
La especialista se refiere a los datos que entrega el estudio nacional “Termómetro de la Salud Mental en Chile ACHS-UC” realizado en 2020, donde se reveló que el consumo de alcohol en los hombres es de 47,7%, más del doble que el que se registra en las mujeres. Asimismo, en el estudio Sistema Nacional de Informes de Muertes Violentas (NVDRS), se devela que los hombres consultan menos que las mujeres.
En este sentido, Alarcón tiene la convicción de que los deterioros en la salud mental pueden ser distribuidos en ambos sexos, pero las determinantes sociales que los rodean son diferentes, y he ahí la importancia de una perspectiva de género en la salud mental.
En vista de estos datos, la psicóloga enfatiza en orientar la discusión hacia los factores sociales. “Si hubiera una causa biológica y otra social, ¿en cuál podemos intervenir?, en lo cultural, por ende, es necesario que veamos las condiciones en las que se desenvuelven las personas”.
Según la Organización Panamericana de Salud (OPS), la equidad de género en salud significa la ausencia de disparidades innecesarias, evitables e injustas entre mujeres y hombres. Es decir, que, mujeres y hombres en toda su diversidad sexual, tengan las mismas oportunidades de gozar de las condiciones de vida y servicios que les permiten estar en buena salud, sin enfermar, discapacitarse o morir por causas que son injustas y evitables.
Algunos problemas de salud mental sólo se explican por factores culturales vinculados con los roles y relaciones de género. En este sentido, la estrecha relación entre inequidades de género, etnia, pobreza, discriminación, violencia doméstica, abuso laboral, abuso sexual, morbimortalidad infantil, entre muchos otros problemas de salud, hace necesaria la inclusión de este determinante social en las orientaciones programáticas para la red asistencial.
Según el estudio “Radiografía de cambio social 2016-2022”, que analiza la evolución de la salud mental de la sociedad chilena abordada bajo modelos conceptuales del ámbito de la Economía, Sociología, Psicología, Ciencia Política y Estudios Urbanos, devela que en 2021 el 27,0% de las mujeres presentaron síntomas depresivos moderados a severos, mientras que en hombres este porcentaje fue de 9,6%.
Se observa además que las mayores brechas de género en la prevalencia de síntomas depresivos se produjeron en 2019 y 2021, lo que podría sugerir que las condiciones de mayor conflictividad social durante 2019 y las condiciones de pandemia durante 2020-2021 podrían haber afectado particularmente la salud mental de las mujeres.
Entre los factores que rodean esta situación, se mencionan los efectos del rol laboral de las mujeres. “En Chile, al igual que en otros países de América Latina, las mujeres tienden a desempeñar muchos roles simultáneamente (empleadas, dueñas de casa y cuidadoras), haciendo más probable que experimenten cargas adicionales durante la pandemia”, detalla el informe.
Según este estudio, se evidencia que estas situaciones donde mujeres ejecutan múltiples tareas no remuneradas, suelen estar sometidas a factores ambientales desfavorables, como la sobrecarga de trabajo y la desigualdad de poder y estatus, lo que podría provocar sentimientos de baja autoestima y síntomas depresivos.
La psicóloga Antonieta Campos, también hace hincapié en la carga laboral de las mujeres, considerándola una de las problemáticas prioritarias para su bienestar.
“A diferencia de los hombres, tenemos más horas de trabajo y además nos enfrentamos con condiciones laborales inestables, pues tenemos puestos de trabajo más cambiantes y condiciones menos favorables, y, por otro lado, más presión en demostrar nuestras capacidades”.
Asimismo, enfatiza otras diferencias de género, diciendo que en “el mundo laboral ellas se enfrentan a la discriminación y maltrato, como el acoso y abuso sexual, algo que se diferencia en cuanto a la situación de los hombres, donde este tipo de afectaciones se da en menor medida”.
En el ámbito familiar, se sumaría la presión social de ser buenas madres, buenas hijas, esposas, y el rol de ser cuidadora de las familias. “Es bastante común que las mujeres sean las que se hacen cargo de la estabilidad familiar”, afirma.
Por otro lado, Campos, quien trabaja atendiendo mujeres mapuche de sectores rurales de la Araucanía, enfatiza que es necesario que en Chile la perspectiva de género se dirija hacia una mirada latinoamericana, que incluya las situaciones diversas que rodean a las mujeres, como por ejemplo, el contexto social cultural que rodea a las mujeres pobres, indígenas y rurales, que tienen otro tipo de determinantes sociales.
“He conocido realidades de mujeres mapuche lafkenche que han tenido problemas para buscar redes de apoyo, pues sucede que en algunas familias mapuche siguen efectuando la tradición de que las mujeres deben abandonar su casa e irse a formar parte del núcleo familiar de su pareja, entonces ese desarraigo familiar, provoca que para ellas sea muy difícil volver a su familia de origen”, señaló.
Por su parte, la psicóloga clínica Marina Alarcón, enfatiza que una de las formas donde ella ha observado una evolución de la salud mental de la población, ha sido en centros comunitarios de salud mental, como el COSAM La Rueda de Santa Rosa ubicado en Temuco, un servicio que fue cerrado hace varios años.
“En ese centro comunitario la experiencia fue súper bonita, porque la atención era transgeneracional, se atendía a los padres, hijos y mujeres, y además el servicio incluía un gimnasio y una radio, talleres de arte del que participaba toda la comunidad”, afirmó.
Según señala la especialista, esta iniciativa impulsaba un cuidado de la salud mental porque incluía un fortalecimiento de lazos en colectivo, donde la gente se organizaba, se empoderaba y los niños y niñas se cuidaban de mejor forma, y en consecuencia los factores de riesgo se disminuían y los de protección aumentaban.
De acuerdo al informe del Ministerio de salud 2017-2025, entre los años 2004 y 2012, las personas que se atendían en los Centros de Salud Mental Comunitaria tenían menos días de espera, recibían más atenciones por año y más intervenciones psicosociales. A su vez, este tipo de Centros realizaban más atenciones a las personas fuera de los establecimientos, todo ello en comparación con las Unidades de Psiquiatría Ambulatoria instaladas en Hospitales, que inmersas en la institucionalidad del hospital, tienen una lógica de funcionamiento menos coherente con el Modelo Comunitario.
A pesar de sus buenos resultados, este modelo ya no existe en Chile, debido a las exigencias de una gestión basada en gran medida en el cumplimiento de metas cuantitativas en todos los niveles de complejidad del sistema.